domingo, 12 de agosto de 2012

Huarpes: la fuga y la leyenda (II)

Hugo De Marinis

Leyenda. La fuga se destacó como forma de resistir el embate foráneo. Pero las rebeliones se produjeron también a través de la leyenda – uno de los caminos por el que contar historia o defenderse de ella – donde los nativos burlaban el poder y la codicia de sus vencedores ya sea con ardides o aun presentándoles combate. Es escasísimo el registro documental de los hechos y los nombres de quienes protagonizaron estas historias, aunque sí quedan en casos – además de las construcciones de relatos – sitios y accidentes geográficos que los honran.

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Del lado de San Juan tenemos al cacique Pismanta de quien se dice que enfrentó a los blancos en varias ocasiones y pese a los continuos reveses sufridos solo lo pudo doblegar la tristeza cuando comprobó que otros caciques traicionaban a sus pueblos al entrar en componendas con el invasor. Las lágrimas de Pismanta son el origen de los hilos de agua caliente que salen de las cavernas de Angualasto, lugar que el cacique eligió como su última morada.

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Otro que presentaba batalla era el guapo Huazihul, jefe huarpe, de cuya leyenda hay por lo menos dos versiones. Una de ellas cuenta que enterado de las depredaciones de las tropas españolas que asolaban a su pueblo, salió a confrontarlas por el valle del Tulum. A pesar de la bravura de los suyos en desiguales combates, en el último de ellos debió retirarse hacia unos cañadones pedregosos por las estribaciones de la montaña (cerro El Alcázar, en el departamento sanjuanino de Calingasta) donde quedó encerrado. Ahí dio cara sin rendirse al oponente que le arrancó la vida: el peninsular Diego Salinas. En las noches, por las sinuosidades rocosas del lugar, se escucha el bramido del cacique que ruge su desesperación y anuncia el temporal.
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Otra de las versiones dice que este cacique mantuvo un amor clandestino con la castellana Pilar de Ulloa, relación que los ibéricos no toleraron. Descubierta la pareja, los soldados la persiguieron hasta el pico del famoso cerro desde el cual los amantes se arrojaron al vacío ante la posibilidad de ser atrapados y así conculcada su pasión. La muerte de Huazihul, en las dos versiones, selló la derrota de los huarpes, aunque aspira a demostrar de igual manera la voluntad de resistencia de esta cultura

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En el camino a Mendoza, desde San Juan, surgió la historia de la india Mariana, de quien se dice que, cigarro en boca, fascinaba las siestas de los niños del lugar con cuentos fabulosos de tiempos anteriores; a los adolescentes les confiaba que los blancos enloquecían por unas “piedritas brillantes” que obtenía de un pequeño pozo secreto cuya ubicación solo ella sabía. Las vendía a los advenedizos al tiempo que aguzaba su codicia por averiguar y apropiarse del sitio del tesoro, faena en el que, gracias a la astucia de la vieja, fracasaban de continuo.

Nunca pudieron dar con el lugar encantado ni tampoco con la vieja quien se esfumó durante un intento de asalto por parte de la ávida soldadesca dejándoles en el algarrobo donde realizaba transacciones y divulgaba fábulas solo una risa de ultratumbas, un perro con brasas como dientes – las brasas de su cigarro – y el recuerdo de un violento temblor de la tierra que todavía asusta.

El ingenio mágico de esta bruja huarpe encantaba, educaba y divertía a infantes y jóvenes, embaucaba y se burlaba de los invasores quienes pese a su autoridad y poderío no se avinieron a dominar del todo el imaginario popular. Muchas generaciones posteriores continuaron buscando el pozo de la india Mariana, sin resultados. Ha quedado, sí, el nombre “Pocito” para el departamento sanjuanino situado en el centro sur de esa provincia en honor a esta leyenda.

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En la sección El Baúl de nuestra publicación, gracias a la intensa labor del compañero baulero Eduardo Paganini, hemos accedido a recopilaciones de leyendas – vibraciones irracionales del misterio vital – de la provincia de Mendoza de autores tales como Beatriz Ariza y Liliana Beatriz Guerrero – “Leyendas del este mendocino” – que se ocupan, entre otras, de la de Martina Chapanay. A ella, a Santos Guayama, a Vairoleto y a otros famosos personajes les dedicaremos próximos capítulos. Por ahora nos abocamos solo a algunas leyendas exclusivas de los huarpes que involucren vínculos tempranos entre ellos, con los primeros blancos con quienes entraron en contacto y que contesten de algún modo la mansedumbre que se les atribuye.

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De uno de estos héroes proverbiales, Cauén, hijo de un cacique que habitaba en las cercanías del río Tunuyán, se dice que cansado de las continuas depredaciones de los vecinos nativos del otro lado de la montaña, se lanzó con un grupo de valientes a perseguirlos, o en su defecto, a cortarles el paso para impedirles malonear. No los encontró por lo que decidió taponar con piedras un pasaje por el que seguro los enemigos habrían pasado y continuarían pasando. Cuando sus agotados compañeros antes de terminar la obra se retiraron a descansar y a guarecerse del frío, Cauén el bravo continuó su cometido, aun ya entrada la noche.

Al amanecer siguiente los acompañantes del hijo del cacique despertaron al prodigio de la obra finalizada merced a la voluntad inquebrantable de Cauén. En efecto, donde antes estaba el pasaje de los ladrones, ahora se erigía un cerro con el perfil y la cabellera negra del joven: ese cerro es el actual Punta Negra, al oeste del departamento de Tunuyán. Después de su proeza en beneficio de su pueblo, Cauén no reapareció entre los suyos.

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Quizá una de las leyendas indias más visitada en nuestra zona sea la del cacique Cacheuta. Se mezcla en ella un hecho real acaecido a principios de la década del 30 del siglo XVI – el apresamiento del último jefe inca, Atahualpa, por el furioso y sanguinario adelantado Francisco de Pizarro – con detalles agregados y diversos, según quien la cuente. De todos modos, las diferentes versiones no se desvían demasiado del núcleo del relato que gira en torno de la fallida operación de rescate del rey inca, destacándose, a pesar de las derrotas, una superioridad moral y ejemplar de los nativos que incluso va más allá de las potestades del hombre en los reinos de esta tierra.

El cuento narra que un día llegó un chasque extenuado desde Cajamarca a los dominios del cacique Cacheuta a informarle que se precisaba una cantidad de oro y plata que cubriera la celda donde los españoles mantenían prisionero a Atahualpa. Cacheuta no dudó en recolectar lo que pudo, cargarlo en llamas y lanzarse con los suyos al peligro de la cordillera nevada para llegar cuanto antes en socorro de su soberano.

No alcanzó a llegar ni a Chile cuando los guías de su expedición divisaron más adelante un numeroso contingente de hombres vestidos de hierro que montaban sobre animales desconocidos y se aproximaban en su dirección en actitud hostil. Cacheuta mandó esconder el tesoro que acarreaba y alistó su contingente para dar batalla. Como Pismanta y Huazihul, fue incapaz de doblegar los más apropiados pertrechos de sus antagonistas y tuvo que retirarse con unos pocos sobrevivientes a esconderse entre los vericuetos de la montaña.

Los invasores intentaron seguirlos para arrebatarles su preciosa carga, pero en lugar de eso una vez internados por las laberínticas huellas fueron recibidos por las partiduras de los cerros con chorros de agua hirviendo que acabó con ellos y su codicia. Cacheuta y los suyos no volvieron a aparecer. Tampoco el tesoro para pagar el rescate de Atahualpa. Las aguas hirvientes homicidas, en tanto, se transformaron en benévolas aguas termales para alivio de los sanos y enfermos que se comenzaron a arrimar a su flujo constante.

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Fuga y leyenda, entonces, como amagos de resistencia ante una historia de derrotas militares y culturales que, sin embargo, no se resignan a la desaparición, cuando menos en la imaginación de un pueblo ya enriquecido por el mestizaje y adherido de modo ineluctable al terruño. Identidad que se construye, que se crea, inclusive al riesgo ingenuo de idealizar defectos e inverosimilitudes, de adelante para atrás – desde el presente al pasado – al calor de luchas autonómicas contemporáneas. ¿No es acaso cualquier historia un invento?

Audio: “Leyendas Argentinas: Las termas de Cacheuta” ( http://bdigital.uncu.edu.ar/1602)

Algunas fuentes bibliográficas y en Internet para inquirir más sobre los huarpes y la historia antigua de Mendoza:
http://cartillacuyana.blogspot.ca/2010/04/titulo-de-la-historia-texto-simulado-de.html
Chiavazza, Horacio. “ Bases teóricas para el análisis arqueológico de la espacialidad religiosa y los procesos de transformación cultural en la ciudad de Mendoza durante la colonia ”. http://bdigital.uncu.edu.ar/objetos_digitales/2697/chiavazzaraa.pdf;
El Alcázar de Huazihul (http://naturalezayculturaargentina.blogspot.ca/2012/04/el-alcazar-de-huazihul.html)
Lobos, Nicolás. “Para pensar la identidad cultural en el desierto de Lavalle ”. Revista Confluencia, año 1, número 4, otoño 2004, Mendoza, Argentina;
Michieli, Antigua historia de Cuyo. San Juan: Ansilta, 1994;
Parisii, Mónica. Dominación incaica en Mendoza. Mendoza: Allubgraf, 2003;
Scalvini, Jorge. Historia de Mendoza. Mendoza, Spadoni, 1965;
Verdaguer, José Aníbal. Historia de Mendoza. Sucesión Juan Verdaguer, 1935.

La Quinta Pata, 12 – 08 – 12

La Quinta Pata

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