domingo, 16 de enero de 2011

Juicios: testimonios del coraje civil

Ramón Ábalo

Los responsables y ejecutores entorchados del genocidio han pretendido disimular sus actos aberrantes como si hubiera sido una guerra que les permitió, mediante el heroísmo, ser triunfadores. Y claro, para nada ello ha sido así, menos cuando cada vez es más visible que lo cometido de esas aberraciones lo fue con la impunidad del terrorismo de Estado, es decir, torturar, asesinar, hacer desaparecer a personas, robar bebés y los bienes de las víctimas, como también violarlas, con el valor de la cobardía, porque no lo hicieron enfrentando a un enemigo armado.

Todo lo contrario, con coraje cívico – un heroísmo superior – actuales y dramáticos son los testimonios de las ya decenas de víctimas directas que han pasado hasta el momento desde el día 17 de noviembre por el tribunal oral y público que está juzgando en el ámbito de la justicia federal de Mendoza a los genocidas en tierras menducas. La totalidad de los testimonios de esas víctimas, lo es fundamentalmente, por superar en ese ámbito donde inclusive están, en vivo y en directo en el banquillo de los acusados, parte de sus victimarios. Superar lo que también fue la constante de la metodología: el haber sido humillados como personas, como seres humanos. Algunos varones no dejaron de expresar ese coraje, como también las mujeres, al testimoniar haber sido no solamente torturados sino también violados. Uno de los últimos testimonios, este jueves pasado, fue el de Luz Faingold, que al igual que sus antecesoras, sin dramatizar casi, detalló su periplo de sufrimientos y humillaciones en las mazmorras policíacas del D2, o sea el servicio de inteligencia de la policía mendocina, sin dejar de apuntar las dobleces de la judicatura en las personas de Miret y Romano, jueces incapaces, por temor o complicidad consciente, de no haber cuestionado a los genocidas cuando tenían ante sí, como en este caso de Luz, las pruebas concretas de un cuerpo humano mancillado, agredido y humillado.

Queda claro, cada vez que pasan por aquel estrado los testigos de la ignominia que el cuerpo social argentino ha padecido jamás, pero no como una fatalidad el destino o la ira divina, según los monseñores de la cúpula católica. Ello lo fue por la imposición de los centros del poder real y hegemónicos universales tras el aseguramiento de modelos socio-económicos de explotación y saqueo de las riquezas de los pueblos de la periferia. Concretamente, el sistema capitalista en su más alta expresión: el imperialismo de las corporaciones económico-financieras. Esto último todavía no se ha dicho en este tribunal, pero indudablemente que es fundamental para ahondar en los elementos en el que tuvo su apoyatura más firme el terrorismo de estado en la Argentina, como lo fue en gran parte de los países de la región.

La Quinta Pata, 16 – 01 – 11

La Quinta Pata

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