Matías Perdomo Larrea
Al menos hasta hace un tiempo el genial pensador vernáculo Julio Rudman sostenía que Mendoza, en general, atrasa. Ejemplos que comprueben esta hipótesis sobran, pero referiremos algunas inquietudes que por estos días se hacen pertinentes a partir de lo que va dejando el desarrollo de los juicios contra los delitos de lesa humanidad, acaecidos en nuestra provincia, en el contexto de la última dictadura cívico militar.
El 24 de marzo de 2004, a menos de un año de haber asumido la presidencia de la república, Néstor Kirchner pedía perdón en nombre del estado argentino por haber callado ante las atrocidades del genocidio. Si esto se importara a la provincia, nuestro gobernador Jaque, quien ya se excusó con los mendocinos por haberlos engañado con su fantasioso mapa del delito, ¿no debería disculparse públicamente por haber puesto al mando de la policía provincial al delincuente torturador Carlos Rico, llegado al poder de la mano de una de las lacras demócratas?
Ese mismo día, el otrora presidente también generó una de las acciones simbólicas más retenidas y reconocidas por nuestra memoria: le ordenó al general Bendini retirar los cuadros de Videla y Bignone del Colegio Militar. En Mendoza, 34 años después del dolor, nos enteramos que en el Museo Policial que funciona en la comisaría séptima de Godoy Cruz aún lucían los retratos de algunos de los responsables del genocidio local.
Sin dudas uno de los aciertos políticos más importantes del kirchnerismo fue establecer, como uno de los ejes alrededor de los cuales se centró la disputa política de los últimos años, el clivaje dictadura – derechos humanos. Pues en Mendoza parece recién haber caído la ficha. Encuestas en mano, dirigentes y ministros del PJ, sometidos a regañadientes al indefectible liderazgo político de Cristina Fernández, intentan parecerse a ella. Dentro de esta actitud emulativa, algunos incluso ensayan apoderarse y aprovecharse del clivaje dictadura – derechos humanos. Enhorabuena, mas la artificiosa conducta colisiona inmediata e irremediablemente con el prontuario ideológico de los intérpretes.
Por estos días el gobierno nacional, en tan necesitada como corajuda medida, dispuso una reforma de las fuerzas de seguridad del país que incluye, entre otras acciones, la prohibición del uso de armas en la neutralización de la protesta social. Empero, en nuestro terruño, rápidamente el ministro de seguridad (que tiene voz, lenguaje, cara y hasta zapán de cana) salió a declarar que la policía que tenemos está bien entrenada y no hace falta que les retiremos las armas. Cassia celebra la aclaración desde la cartelera pública, con el bigotito hitleriano dibujado, seguramente, por algún joven que no quiere más sangre. Más tarde, quizá…
Río de Palabras 37, 30 – 12 – 10
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