domingo, 31 de julio de 2011

El enfado silencioso de Japón

Rónán MacDubhghaill
*
(Traducción Hugo De Marinis)
El hecho de que los japoneses no hagan manifestaciones por lo que pasó en la planta Fukushima Daiichi no quiere decir que no estén asustados o resentidos, solo que las protestas no están dentro de los modales japoneses.

Aunque la situación en la planta nuclear de Fukushima Daiichi se encuentra lejos de resolverse, la vida en el norte de Japón ha retornado mayormente a su antigua tranquilidad. No se dará cuenta de lo que pasó hasta que no se va cerca de la costa o se siente una réplica del terremoto.

Las secuelas del desastre del 11 de marzo aún están con nosotros, pero la importancia del wa – armonía social – se ha reafirmado. Occidente sabe que Japón es una sociedad gobernada por el principio del consenso, pero no lo entiende en el sentido de que debe haber acuerdo universal en cada una de las decisiones y en cómo se implementa ese acuerdo. Wa en este caso quiere decir que el disenso, cuando ocurre, lo hace dentro de los límites estrictos del decoro social. El disenso se articula como parte de una obra de teatro social con actos sobre los que previamente se había acordado (1). Este acuerdo tácito todavía se mantiene. Hakiro Murakami escribe a menudo sobre las movilizaciones estudiantiles de los sesenta en Tokio y dice que los disturbios que le causaron al Wa fueron mínimos, simbólicos e impotentes.

Podemos entender la muda reacción popular a los desastres recientes. La respuesta inicial del gobierno fue abiertamente criticada, como también lo fue luego del terremoto de Kobe en los noventa (el último desastre natural en Japón, aunque no tan grande como el del 11 de marzo). Esto creó resentimiento en el norte de Japón y llevó a ciertas derrotas en elecciones recientes en las que estaban en juego prefecturas. El primer ministro Naoto Kan ahora enfrenta la ira aun dentro de su propio Partido Democrático de Japón (PDJ), aunque sobrevivió a un voto de no confianza. Pero solo por el momento: miembros de la legislatura bicameral de Japón pensaron que era demasiado drástico que Kan se fuera ahora, a pesar de que ya dio señas de sus intenciones de retirarse a favor de una “generación más joven”. La crisis de Fukushima Daiichi opera nada más que como suspensión de la ejecución.
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Los japoneses tienen mucho de qué quejarse. Considérense los records de la Compañía de Energía Eléctrica de Tokio (Tepco por sus siglas en inglés) y del gobierno en su compromiso con la seguridad y la transparencia. El 29 de agosto de 2002 el gobierno reveló que Tepco fue culpable de informes falsos en las inspecciones de rutina a plantas nucleares y de ocultamiento sistemático de incidentes de seguridad en las mismas (2). Como resultado, sus 17 reactores fueron cerrados para su inspección. Los más altos directivos y consejeros de Tepco renunciaron en menos de un mes. Admitieron “200 ocasiones en más de dos décadas, entre 1977 y 2002, en que se envió datos técnicos falsos a las autoridades.

Este año, el 28 de de febrero, Tepco mandó un informe a la Agencia de Seguridad Nuclear e Industrial Japonesa sobre la planta de Fukushima, admitiendo reparaciones e inspecciones falsas (3). Tepco no inspeccionó más de 30 componentes de los seis reactores, incluyendo placas de alimentación para las válvulas de control de temperatura de los reactores, como así también componentes de los sistemas de enfriamiento tales como motores de bombas de agua y generadores de energía diésel de emergencia. Estos generadores fueron dañados por el tsunami, llevando a la crisis de los sistemas de enfriamiento.

La Agencia de Energía Atómica Internacional (IAEA) advirtió a Japón en 2008 que la planta de Fukushima se construyó con guías de seguridad anticuadas, lo que podría ser “un serio problema” durante un fuerte terremoto. La misión de la IAEA en el pasado mayo-junio (4) encontró que además de las fallas para revisar o aprobar mejoramientos en prevención, la planificación contra accidentes en el momento del siniestro se mostró incapaz de enfrentar fallos múltiples en la planta. El riesgo de explosiones de hidrógeno también fue subestimado, los sitios no tenían edificaciones con resistencia sísmica para dar cobertura a los equipos de emergencia y los instrumentos esenciales para controlar los reactores no estaban adecuadamente protegidos contra accidentes. Como hubo por lo menos tres meltdowns en los días posteriores al tsunami, fue solo gracias a la suerte y a la dedicación de los trabajadores de la planta que las consecuencias del accidente no resultaron en mayor contaminación. Que no se hayan producido muertes por exposición a la radiación es un pequeño milagro, pero los efectos de largo alcance son todavía preocupantes.

Esta preocupación está bien viva en corazones y mentes japonesas, y si la reacción contra el gobierno y contra la forma en que Tepco manejó la situación no ha sido más visible, se ha de deber a la Wa . La mayoría de la gente en Tohoku (noreste de Japón) tiene temor y un enfado que le quema las entrañas.

(1) Este concepto se describe en el libro fundamental (acaso anticuado ahora) de Ruth Benedict, El crisantemo y la espada. Patrones de cultura japonesa .
(2) CNN, 2 de septiembre de 2002; http://archives.cnn.com/2002/BUSINE..
(3) “Operator of Fukushima nuke plant admitted to faking repair records”, Herald Sun ; www.heraldsun.com.au/news/sp...
(4) IAEA International Fact Finding Expert Mission report, 24 May-2 June 2011; http://www-pub.iaea.org/MTCD/Meetin... (PDF)



* Rónán MacDubhghaill es un escritor y consultor de investigación de Eranos, París. En la actualidad reside y trabaja en Sendai.

Traducido por LQP de Le Monde Diplomatique, edición inglesa, 31 – 07 – 11

La Quinta Pata

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