domingo, 24 de julio de 2011

Juicios: "los defensores nos tiraban paladas de tierra"

Ramón Ábalo

En una de las últimas jornadas antes de la feria judicial se escuchó a Raúl Acquaviva, ex preso de la dictadura, en las causas que se ventilan por delitos de lesa humanidad en la justicia federal de Mendoza. Fue detenido el 7 de julio de 1976 en el mismo instante en que lo era Eugenio París, y trasladado al D2 de la policía provincial. Fue torturado salvajemente hasta el 31 de julio y el 4 de agosto fue trasladado a la penitenciaría local. Vio a otros detenidos e igualmente tratados y percibió la muerte de Rosario Aníbal Torres. Al respecto, recuerda a un detenido en una de las celdas contigua a la de él y con quien los policías se ensañaban con más ferocidad que con el resto. "Se quejó como un día y medio...los lamentos eran permanentes hasta que advertí que quedó en silencio...fue un remezón para mí ese silencio después de un día y medio de lamentos y gritos de dolor...con posterioridad escuché que entraban guardias a esa celda y apoyaban algo en el suelo, como una camilla...para mí que había fallecido...". También recordó que en una ocasión pudo verlo cuando se cruzó con él: "...estaba muy deteriorado. En medio de la saña conque lo golpeaban y otros métodos represivos, los guardias le reprochaban: "traidor hijo de puta...si hasta los domicilios nuestros tenías." En la causa de Urondo aparece Torres como militante de Montoneros y con responsabilidades en Mendoza después de dejar San Luis, donde había pertenecido a una agrupación de policías de esa provincia con vinculación con aquella organización político-guerrillera, formada durante la era camporista. Torres había sido secuestrado entre el 15 y el 17 de junio y tuvo, según relatos de otros ex-presos, relevancia en el caso del asesinato de Paco Urondo, a cuya célula pertenecía.

Estando aún en el D2, Acquaviva fue juzgado por un consejo de guerra y cuenta que "eran unos 10 miembros del Ejército...fui torturado igual que hicieron los policías. La sentencia fue de 20 años por tenencia de explosivos (posesión de una bomba de estruendo envuelta en cartón común, de venta legal)". Y cuenta lo que le ocurrió con los designados defensores oficiales. Por caso, la declaración se la hizo firmar el capitán Dib. Antes le habían designado defensor al teniente coronel Melitón Toledo, que le había dicho que "no entendía nada de lo que fuera una defensa en juicio....qué era lo que podía argumentar si solo comulgaba con las ideas de la izquierda revolucionaria". Resumió la injusticia y la parodia del juicio: "...Con mis compañeros estábamos todos en un pozo y los defensores nos tiraban paladas de tierra". Acquaviva dio la versión militar, en cuanto a los defensores, lo que ya se sabía en los organismos humanitarios, con las defensas de los jueces de la justicia federal, como Petra Recabarren, más dispuestos a incriminar a las víctimas que a los victimarios.

En otro tramo de su testimonio afirmó que "después de estar en el D2 y el trato vejatorio y asesino que recibí, cuando fui trasladado a la penitenciaría fue como si hubiera dejado el infierno para entrar al cielo". Al recuperarse la democracia, fue liberado con 7 años y varios meses de prisión en varias mazmorras de los genocidas. No obstante, al final de su testimonio afirmó: "Creí en la justicia, por eso hoy agradezco saber que al final hay justicia y me da tranquilidad para afrontar el último tramo de mi vida".

La Quinta PataLa Quinta Pata, 24 – 07 – 11

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