Hugo De Marinis
No ser agresivo. Desideologizar. Que no se hable de política. Nada de conflictos. Ser civilizado. Esto es lo que susurra Mauricio Macri con una cara de ángel que el 47% de los votantes porteños se traga. 47% que según el director de la Biblioteca Nacional y miembro el espacio Carta Abierta, Horacio González, profundizaría la derrota del campo popular si fuera de 70% a 30% en el ballotage a celebrarse 31 de julio. Los más críticos de los de acá – precisamente estos intelectuales de Carta Abierta – insisten en que la política es conflicto, lo de los globos, infantil, y la asepsia que plantean los macristas una mentira boba, pero que importantes capas de la población creen. Obvio que hay más honestidad en lo que sostienen los intelectuales autónomos de Carta Abierta. ¿Pero es eso lo que quieren escuchar los votantes, los ciudadanos, los vecinos? ¿Se equivocan fulero estos intelectuales al enfatizar machaconamente la polaridad entre los proyectos en disputa? ¿Por qué no levantar el guante de lo que aparentan y ofrecen Macri y su coach Durán Barba? El agresor, aunque no lo sea, siempre termina siendo el mal visto. ¿Es factible?, o más bien, ¿tenemos la voluntad de mantener posiciones justas con menos énfasis en la confrontación? Esto no equivale a tirar la toalla. Quizá reconocer lo que los votantes quisieran escuchar, y votar. ¿Habría que hacerles caso y abandonar las rémoras setentistas de lo que se ve como excesivo antagonismo, aunque sea pura mentira? O como aconseja María Pía López, admitir perder así, en la diferencia, sin ceder convicciones.
La Quinta Pata, 24 – 07 – 11
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