En este contexto, los grandes empresarios de la época, que se vieron favorecidos por el modelo económico instaurado, no solo fueron cómplices sino responsables directos del genocidio.
, hemos hecho referencia a los casos de Acindar, Papel Prensa, la Mercedes Benz y Ford. En esta oportunidad nos ocuparemos del caso del Ingenio Ledesma, cuyo titular Carlos Pedro Blaquier, ha sido recientemente imputado por la desaparición de 30 empleados ocurrida en 1976.
Blaquier ingresó a la empresa en 1952 y accedió a la presidencia en 1970. Bajo su dirección, la empresa creció a pasos agigantados, extendiéndose incluso a otros rubros.
Fue un ferviente defensor del modelo económico implantado por la dictadura y gran amigo de Martínez de Hoz, tal como se acredita en la carta que le envió en 1978, en la que expresa su “profunda admiración” por lo que se estaba haciendo por “la recuperación de la Argentina”.
A poco tiempo del golpe militar, la empresa comenzó a prestar su logística, mercenarios, instalaciones, automóviles, y sobre todo su “inteligencia” e información, para la realización de los “apagones”, que tuvieron lugar entre el 20 y el 27 de julio de 1976: desde las 22:00 y hasta las 6:00 del día siguiente se cortaba el suministro de energía eléctrica y en ese lapso decenas de trabajadores, estudiantes, amas de casa, sindicalistas y profesionales, eran secuestrados para ser torturados. Más de 400 víctimas tuvieron que soportar ese suplicio, más de 30 siguen desaparecidos. Entre los lugares de detención y castigo, estaba la sede del escuadrón 20 de gendarmería nacional, ubicado dentro del predio de la empresa Ledesma.
Lógicamente la empresa obtuvo sus réditos: logró terminar con las 6 horas por insalubridad y el descanso dominical, y avanzó con la polifunción, los turnos rotativos y el trabajo a destajo con el que somete a los cosecheros del citrus. El gremio fue desarticulado y se demolió su sede.
Luis y Olga Aredes
Olga, odontóloga y casada con el médico pediatra Luis Aredes, llegó a Libertador General San Martín en los años ‘60s acompañando a su marido. El pueblo al que llegaron batía récords con su tasa de mortalidad infantil, y Aredes se inició como médico del ingenio hasta que lo despidieron por utilizar “recursos excesivos” en la atención de los obreros y sus hijos, que padecían enfermedades directamente vinculadas con la producción, el trabajo y la vida cercana a los campos de la empresa.
Además, Aredes, ya había denunciado los efectos nocivos para la salud de los trabajadores y de sus familias, y de la población en general, que provocaba el bagazo. Este polvo, residuo de la caña de azúcar, utilizado para la fabricación de papel por su alto contenido de celulosa, genera problemas respiratorios y pulmonares, entre otros.
Luego de trabajar por un tiempo como director del hospital de Tilcara, Aredes decidió volver al pueblo “de” Ledesma para atender a los trabajadores del ingenio, por fuera de la estructura de la empresa. Fueron ellos quienes le pidieron que fuera candidato a intendente de la localidad jujeña. Lo fue y ganó las elecciones. Durante su mandato le exigió a la empresa Ledesma que pagara, por primera vez en su extensa historia, los impuestos municipales.
Para Blaquier fue demasiado. Según el testimonio de Olga Aredes ante la CONADEP, el mismísimo 24 de marzo de 1976 (¿para qué esperar?) su hijo Ricardo “vio desde su ventana del dormitorio, cómo su padre era cargado por una acción conjunta de la policía de la provincia y la gendarmería nacional, la cual (…) está establecida desde hace varias decenas de años dentro del territorio de la empresa privada conocida como Ingenio Ledesma. Mi marido fue cargado en la parte trasera de una camioneta con el logotipo de la Empresa Ledesma impreso en las puertas de dicho vehículo. La camioneta era conducida por un empleado de la propia empresa.”
Luis, el médico del pueblo, el intendente, estuvo desaparecido un mes y detenido casi un año. Luego fue dejado en libertad, pero tras volver a atender a algunos pacientes en el hospital de la localidad de Fraile Pintado, en mayo de 1977 fue secuestrado y desaparecido, esta vez definitivamente.
Olga Aredes comenzó a marchar sola, en la plaza del pueblo, con su pañuelo blanco y una pancarta. Con el tiempo, su andar solitario se transformó en la multitudinaria “Marcha de los apagones”, que todos los años recorre diez kilómetros desde Calilegua hasta Libertador, uniendo los pueblos desde donde la gendarmería se llevó, en camiones del ingenio Ledesma, a tantas de sus víctimas.
Olga Aredes falleció de cáncer el 17 de marzo de 2005, en Tucumán, víctima del deterioro que en su salud provocó tanto dolor y el propio bagazo del ingenio al que durante décadas denunció. Al día siguiente, a las 7 de la mañana, los abogados de la empresa se presentaron en la cámara civil y comercial de San Pedro pidiendo que se cerrara la causa por contaminación que la mujer, aún no enterrada, les había iniciado.
Esta semana, Blaquier fue citado a declarar y se le prohibió salir del país. Este es uno de los pedidos que los organismos de derechos humanos vienen realizando desde hace años, pues Blaquier es, quizás, el ícono de la complicidad civil con la el terrorismo de estado.
Y un dato no menor es que, durante el allanamiento llevado a cabo en Ledesma durante el mes de febrero, no sólo se encontró documentación que acredita las responsabilidad de Blaquier por los delitos de lesa humanidad que se investigan en Jujuy, sino que también dan cuenta de que la empresa continúa realizando trabajos de inteligencia.
Esto reviste particular gravedad, en la medida que revela que la empresa Ledesma no ha cesado en su metodología de seguimiento y persecución a líderes sociales, gremiales y políticos.
No hay que olvidar la represión llevada a cabo durante el año pasado en tierras de Blaquier, que arrojó un saldo de cuatro muertos y varios heridos, tras la denuncia que la empresa realizó por una “ocupación ilegal”, pidiendo la intervención judicial y policial.
Conocido es el peso que tiene el empresario sobre las autoridades locales, actuando casi como un dueño virtual de la provincia. Es obvio que la represión en sus tierras no solo fue tolerada, sino que fue solicitada por este siniestro personaje.
La imputación de Blaquier resulta entonces de muchísima importancia, no solo por los crímenes cometidos durante la última dictadura, sino también por las continuas violaciones a los derechos fundamentales que la empresa, a través de su director, aún sigue cometiendo y alentando.
Esperamos que se haga justicia y que de una vez por todas se termine la impunidad de Blaquier, este oscuro personaje responsable de tanta sangre derramada.
La Quinta Pata, 13 – 05 – 12
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