jueves, 5 de junio de 2008

El intento de neocolonización de la Amazonia

Intento de neocolonización de la Ama

Aloizio Mercadante
(*)
Algunas voces insisten en la necesidad de una segunda internacionalización de la Amazonia. La tesis es preocupante y absurda. La primera internacionalización de la Amazonia ocurrió durante los dos últimos siglos, periodo en el cual los países desarrollados devastaron sus biomasas, sin pedir licencia a nadie. Tal devastación, que redujo la flora de aquellos países en alrededor de un 2% del área original, aumentó la importancia ambiental mundial de la Amazonia, cuya área virgen es del 83%. Así, la selva amazónica fue ambientalmente internacionalizada, gracias a ese esfuerzo de destrucción de aquellos que hoy tienen compromiso con la preservación de los ecosistemas ajenos.

De hecho, la biomasa amazónica posee significativa relevancia ambiental para este mundo devastado, especialmente en lo que atañe a los aspectos climáticos. Varios científicos dicen que la selva tendría un papel destacado en la captura del carbono atmosférico, función imprescindible para el combate al efecto invernadero, y en el "ciclo del agua", por el cual es regulado el régimen de lluvias.

Sin la Amazonia, esas funciones relevantes para el equilibrio del clima mundial podrían estar aún más desbalanceadas, dada la destrucción de los ecosistemas de los países desarrollados. Debe destacarse que son justamente esos países los grandes responsables por los cambios climáticos antropogénicos que amenazan a la biomasa del planeta, inclusive la Amazonia.

Hay, por lo tanto, una deuda ambiental de las naciones industrializadas con los países de la bacia amazônica. A pesar de eso, voces del mundo desarrollado insisten en la necesidad de una segunda internacionalización de la Amazonia. Esta vez, se trata de la internacionalización de la jurisdicción sobre la región.
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Al mejor estilo "haced lo que digo, y no lo que hice", esa segunda internacionalización de la Amazonia, con vistas a transformarla en santuario mundial, compensaría la primera, resultado de la depredación que enriqueció los países industrializados.

La tesis es preocupante, además de absurda. Sin embargo, vuelve y defendida por autoridades importantes, como Al Gore y Pascal Lamy, así es como periódicos de gran repercusión, como "The New York Times", se llaman a silencio frente a ese disparate neocolonial. Aunque no sea probable que tal disparate se transforme en política de Estados, no se puede descartar que esa perspectiva neocolonialista se concretice en poderosos mecanismos de presión sobre los países amazónicos.

Por eso, creo que es hora que Brasil y los otros países de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), único organismo multilateral con legitimidad para decidir sobre el futuro de la región, salgan de su posición defensiva en el debate sobre ese estratégico biomasa y lanzar una amplia ofensiva político-diplomática para envolver, bajo directrices soberanamente definidas, la comunidad internacional en el desarrollo sustentable de la Amazonia.

Es preciso que quede claro que no es del interés del Brasil repetir el error de las naciones industrializadas y devastar la Amazonia. Sin embargo, tenemos el deber de promover el bienestar de los 24 millones de ciudadanos que la habitan y asegurar el desarrollo sustentable de la región.

Por lo tanto, necesitamos volver a ver el inviable modelo actual de ocupación de la Amazonia, basado en la expansión, sin criterios, de la ganadería extensiva y de la soja. Tendremos que establecer zonificación bien fundamentada de la región, de modo de promover la ocupación racional y el desarrollo equilibrado de sus áreas. Al mismo tiempo, deberemos tomar medidas para asegurar tanto la soberanía territorial, como la revisión de la lenta legislación que posibilita la compraventa de vastas áreas de suelo nacional por extranjeros.

El Brasil lanzó la idea de un fondo voluntario para que los países en desarrollo que redujeran sus tasas de deforestación. El nuevo ministro del Medio Ambiente, Carlos Minc, propuso el Fondo Amazónico. Son ideas buenas. Pero, si quisiéramos que los países desarrollados paguen su alta deuda ambiental sin interferir en la soberanía nacional, necesitaremos de iniciativas más osadas.

En el Senado (del Brasil), propuse la creación del Fondo Mundial Ambiental, formado por el cobro de tasa de hasta un 1% sobre las importaciones, para financiar programas destinados a la promoción del desarrollo sustentable, en especial en Amazonia. Si fuera implantado, tal fondo generaría recaudaciones mundiales del orden de los 100.000 millones de dólares por año, y de u$s 1.200 millones por año en el Brasil.

Podríamos, así, debilitar los delirios neocoloniales. Sería una forma inteligente de promover la única internacionalización de la región que interesa a Brasil: la internacionalización de la calidad de vida, con derecho a un medio ambiente saludable y desarrollo.

(*) Senador nacional por el oficialista Partido de los Trabajadores (PT). Economista y profesor licenciado en la PUC-SP (Pontifícia Universidad Católica de São Paulo) y en la Unicamp (Universidad Estatal de Campinas). Editada por la Folha de São Paulo, del Brasil.

Portal de Noticias del Mercosur, 04 – 06 – 08

La Quinta Pata

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