sábado, 25 de octubre de 2008

El Manzano podrido (LXXIV): Pobo galego (no dejes que venga la soledad)

Claudio José Bramante
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Mónica ha venido con su remera roja escotada, debajo de un saquito de lino también rojo, a traerme su libro sobre los gallegos muertos por la última dictadura genocida de la Argentina, mientras los diarios nos informan que un fiscal español no logra todavía una ley o un aval institucional para iniciar las investigaciones de los crímenes del franquismo.

Pasa el tiempo, la vida se va entre crónicas inocuas -e inicuas- de la transición democrática aún no cumplida aquí, ni allá, porque no hay proceso popular cuando no hay justicia independiente.

Tampoco hay memoria histórica, sin los pasos adelante de una justicia actual: no hay investigación verdadera sin poner como reglas de juego las garantías institucionales para hacer justicia. Lo hemos aprendido aquí, dolorosamente, a lo largo de un cuarto de siglo, y deberán comprenderlo, una vez, allá. Mientras tanto, ha pasado más de medio siglo. Y el tiempo lo borra todo, o mucho, como dicen los monarcas, los militares, o los políticos.

Es el tema de mi encuentro con Mónica, licenciada con todas las letras de su libro por la Universidad Nacional de Córdoba, y con el vicerrector de la Universidad Española a Distancia (UNED), José F. Alvarez, quien ha venido a contarnos esta primavera los sapos franquistas y monárquicos que tragaron los dirigentes comunistas, primero Carrillo, por los famosos acuerdos de la transición, o los pactos de la Moncloa. Luego, los tragó Felipillo, y todavía pasan hoy unos viejos y horribles sapos por las gargantas españolas.

Mónica me mira con expectación, y cierto asombro, cuando le digo al vicerrector -quien era, entonces, un joven dirigente municipal comunista- que nosotros lo hicimos mucho mejor, con indisimulado orgullo criollo. Después, para pasar el instante, hace una pausa, serena, y le regala su libro.
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Álvarez se ha despachado ante un auditorio de jóvenes descendientes de españoles sobre la incertidumbre de los procesos políticos, los sacrificios que no entran en los cálculos, sus perspectivas éticas, sus riesgos, para terminar confesando las oscuridades de la transición española, por aquella negociación con la monarquía como garante, o fuente de legitimidad del poder. Nada interesante, profesor, menos en primavera. Un fiscal da vueltas, todavía, en Toledo, y en toda la península, alrededor de unas tumbas sin nombres, sin poder abrirlas. ¿Pueden, acaso, aún, ser unos desconocidos para nosotros?

Mónica está tan viva ahora, aquí, a mi lado, la siento en el momento de decirlo, nada menos rutinario que la conversación, pero hay una dignidad nuestra, como pocas veces, y podemos mostrarla ante todo el mundo: nadie hizo justicia con los dictadores, ni con los oficiales de sus ejércitos, ni con los policías represores, nunca jámás, como nosotros. Nuestra contribución histórica a la globalización: profunda herida, y larga tristeza, más que llanto, tanto como fidelidad y dignidad de los argentinos, hemos sido más que justos, sinceros, hasta sobresalir de lo más profundo y oscuro de las fosas comunes con miles de desaparecidos. Otras lacras no son tan malas, estamos alto, al fin y al cabo.

Mónica Lázaro, mi buena amiga, tiene gracia con sus pasos apurados y desenfado juvenil, modesta y simple, con un ejemplar bajo el brazo, "Galegos vítimas do xenocidio arxentino" (Bauprès edicions, 2007) y un escote como para mirar, mientras paso las hojas, su cuerpo luminoso me causa alegría, blanca y honda, ingenua y mortal, cuando camina hacia mí.

Finalmente, el profesor Álvarez lo admite: los políticos ocultan el dato y se agazapan para el futuro, los incorrectos terminan siendo la justificación para procesos más oscuros. Nos han hecho la trampa de lo posible, para ellos, y no merecen más comentario.

Silvia todavía tiene mucho miedo, y es muy reservada, después de haber sido muy valiente y haber cubierto en el sótano de su casa a la posteriormente detenida torturada y desaparecida Ana María Moral, tanto que yo no me atrevo a contar cuándo ni dónde fue, ni quién es una heroína mendocina llamada Silvia, la que me ve a la salida del auditorio…

A pocas cuadras de aquí, el mal llamado gobernador peronista Jaque (a), la criatura, avanza más allá de K con su grupo porteño de una nueva fundación contemporánea, con un oficial torturador durante la dictadura, Rico, como jefe de policía, hasta que renunció, por los hijos de los desaparecidos; pero avanza, de todos modos, con una emergencia de seguridad para echar mano de cualquier partida presupuestaria, con vigiladores privados desconocidos pero oficialmente colaboradores de la policía, avanza con requisas o razzias, con permisos para escuchas telefónicas, y con fiscales que podrán allanar sin intervención del juez de garantías, Jaque persigue con cámaras en las calles y avanza más, queriendo imputar penalmente a los menores con 14 años, avanza sobre la población sin un ministro público fiscal independiente, y con un código penal de contravenciones - porque el contador Jaque no tiene ningún respeto por el derecho, sino sus propios códigos de pequeño "hombre fuerte de la Provincia"- para impedir y penalizar marchas y protestas callejeras. Tiene, también colaboradores y cómplices conservadores, como el ganso De Marchi, o el ganso director de Los Andes, Guardiola, quien sube la escalera del diario y desde un segundo piso, en el centro de la ciudad, censura. Corporativamente, censura: calla y otorga.

Unas pocas cuadras más allá, detrás de unos álamos en un parquecito frente a la Facultad de Filosofía y Letras, en la ciudad universitaria, un individuo con un enorme telefoto toma impunemente los rostros de profesores y alumnos que entran y salen de la facultad, y después sale raudamente en el taxi que llegó, sin ser prevenido antes, ni detenido después, ni luego individualizado -aunque fue anotada la patente del taxi- por haber cometido un delito federal, por lo menos de persecución, en un ámbito institucional nacional, libre y autónomo. No obstante, la profesora de historia y decana Adriana García no hace la denuncia pública del delito, o pide oficialmente una investigación, como corresponde. Los jóvenes de las agrupaciones perseguidas, u otras, pintaron hace unos meses la gorra policial del intendente Fayad -ex secretario general de la FUC- , el que hace razzias en las plazas sin artesanos y en los zanjones, sobre su lema de campaña: "Volvió la limpieza". Vergüenza de los reformistas universitarios radicales del 18´ que lo votaron, como al decanato!

* Periodista independiente. Reportero XXI

La Quinta Pata

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