sábado, 18 de octubre de 2008

Korda conocido desconocido

Fidel, Korda

Carina Pino Santos

Tras el óvalo de la ventana del avión se distingue el perfil del Comandante, dentro de la elipse del vidrio, como si miráramos desde adentro. Se puede ver fuera un cartel donde se lee: “Rogamos por tu salud, Fidel”, flanqueada por un par de aviones Mig de fabricación soviética.
La fotografía, esa memoria de un fragmento de realidad presente o pasada, nos remite al primer viaje del líder cubano a la ex URSS el 28 de abril de 1963, y es obra de Korda.

No es solo el valor del documento real, la toma de ese detalle en particular (y no de otro) de la historia pasada lo que determina que una buena foto pueda devolvernos como arte aquella instancia vivida en otro tiempo, sino que su testimonio mismo vale en tanto la sensibilidad y la mirada que existe tras la captación de esa verdad objetivada, que se debe al clic único de aquel que toma la fotografía.
Cartier Bresson, genio de la fotografía de la centuria, llamó “momento decisivo” a esa toma única, instantánea, capaz de eternizar una imagen en una época en la que aún no existían cámaras digitales, ni obturador y cerebro electrónicos, y por tanto tampoco ese carácter tan democrático y extensivo del acto de fotografiar.
La foto arriba descrita se halla entre más de 183 que se exponen en Korda conocido desconocido, una muestra curada entre miles de fotogramas, y que incluye más de 156 fotos inéditas que pueden ser vistas en la Fototeca de Cuba.

Curada por la especialista en fotografía cubana Cristina Vives, con el apoyo de Diana Díaz, hija y Estate del fotógrafo, y la colaboración de José A. Figueroa, la muestra es una versión curatorial del libro homónimo que recorre la obra del gran fotógrafo (edición en español, inglés y francés de 440 páginas y 437 imágenes y coproducida por Editorial Steidl/Gottingen/La Fábrica, Madrid, 2008) e incluye la última entrevista realizada a Korda por Mark Sanders para la revista inglesa Another Magazine.
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Libro, y por tanto exposición, se estructuran a partir de cinco amplios temas: Studios Korda, Los líderes, El pueblo, La mujer y El mar. Ambos proyectos es claro que parten de un enlace que relaciona las obsesiones del fotógrafo.

Hallarse ante las fotos de Korda significa algo más que convertirnos en testigos de la época que le tocó vivir: Es vislumbrar en un segundo toda la belleza de una fracción palpitante de la vida y de la historia insular.
La propia “magia” de la fotografía ha hecho también lo suyo, o más bien y para ser justos, ha cumplido el deseo del autor, quien aún nos sigue impactando desde su visión esteticista. Se trata de un artista sumamente sagaz tras la cámara: fotorreportero y creador a un tiempo, quien quizá deba pasar a nuestra historia del arte por esa coherencia deudora de una suerte de culto a la percepción de la belleza y a la fuerza expresiva del fotograma.

Las secciones de la exposición, ciertamente, se hallan bien explicitadas con epígrafes de textos que resumen citas del libro sobre Korda, y se tornan mucho más atractivas gracias a 32 gigantografías que muestran al fotógrafo inmerso en su propia pasión, ya sea como fotorreportero, saliendo de las alcantarillas para realizar una toma mejor, en el fondo del mar rodeado de corales, o incluso, frente a la estatua de Lincoln en los EE.UU.

Che, KordaHoy, su foto más publicitada, Guerrillero Heroico (1960), emblema e icono paradigmático de la historia visual de la política contemporánea, sigue siendo, casi medio siglo después, una obra ambicionada por los que no pudieron, ni aún pueden alcanzarle en maestría. Muy fresca todavía es la noticia sobre la multa a la revista francesa Marianne que ha sido sancionada por sostener en dos artículos, publicados en octubre y diciembre de 2007, que el autor de esa obra era un ex agente de servicios secretos cubanos exiliado en Francia, y que Korda manipuló esa imagen y la publicó en 1967. Fraude totalmente echado abajo por la hija de Korda, quien ante la justicia francesa mostró los negativos de su padre y los diarios que reproducían la foto en 1960.

En la Isla, hace un par de años, la propia Fototeca de Cuba expuso una muestra colectiva que tituló La Imagen, en franca alusión a lo que el propio creador consideró como su “aporte a la historia, a la humanidad, ese retrato único del Che”. Veinte fotógrafos cubanos seleccionados en aquel momento ofrecieron sus creaciones a partir no solo de la imagen en sí, sino también de su sentido.

Quizá la publicidad récord de esa foto ha obnubilado las otras facetas que conforman el conjunto de su obra mayor, más extensa. Y es que la de Korda fue, sin duda, una sensibilidad original dentro de la fotografía documental y el fotorreporterismo de aquellos años 60 y 70 en Cuba.

En verdad, el fotorreportero de los sucesos históricos de masas y de la vida personal de los importantes líderes cubanos, comenzó por algo intrínseco al ciudadano más común en nuestra Isla y por la de cualquier fotógrafo seducido por la estética: Korda se inició en la fotografía atraído por la belleza de la mujer cubana. “Yo quería convertirme en un famoso fotógrafo de modas porque de esa manera podía conocer a las mujeres más hermosas de Cuba” le confirma a Mark Sanders.

Sus inicios fueron en los que sería los Studios Korda (fundados en 1954 en La Habana e intervenidos el 14 de marzo de 1968). El periodo se halla ilustrado en la muestra panorámica con fotos de gran formato que incluyen al centro lámparas de luz propias de los estudios fotográficos en la sala de la planta baja de la Fototeca, una ambientación que el epígrafe explicativo en la entrada define como un “downtown habanero”, por la vida citadina del local, donde coincidían modelos, actores, y empresarios.

Studios Korda
Luego, en la etapa entre 1959 y 1962 fue fotógrafo del periódico Revolución y acompañó a Fidel en muchos de sus recorridos. “¿Por qué fue elegido para seguir paso a paso viajes, reuniones familiares, ratos de ocio y momentos de intimidad del líder de un país? Parecería una contradicción tratándose de un fotógrafo venido de la moda y de un exitoso negocio privado” nos confirma otro de los epígrafes que los espectadores leen en la muestra de la Fototeca.

Lo cierto es que, además de haber tenido la posibilidad de reflejar el ímpetu colosal de una época, de hallarse presente durante momentos históricos de la Revolución Cubana (Korda tenía 30 años cuando su triunfo en 1959), de alcanzar la “estrella” de ser solicitado (nunca designado oficialmente) para acompañar a Fidel Castro durante sus viajes (los menos oficiales incluso), y de haber compartido con los máximos líderes en escenarios inéditos; más allá de estas exclusividades, pienso, lo que ha hecho su obra perdurable es esa comunión de fotorreportero y creador, de artista sumamente sagaz tras la cámara, capaz de ofrecer la imagen más certera tomada en el momento exacto: el primer plano de Che y Hemingway dominando el mar ante sí, de Fidel sumergido en las profundidades marinas de Varadero (julio de 1964), entre otras.

Che, Korda Otra de las incursiones fundamentales para Korda fue la fotografía del mar, que se aprecia en un conjunto de fotos expuestas en la terraza de la Fototeca con vistas a la Plaza Vieja del siglo XVII. Korda fue fundador de la fotografía submarina en Cuba, y , aunque en la exposición aparecen en secciones separadas, lo cierto es que primero reflejó el mar en testimonios documentales, más bien informales, como las fotos de los encuentros de Ernest Hemingway y Fidel Castro durante el Primer Torneo de la Pesca de la aguja, el 15 de mayo de 1960 en María de Barlovento, La Habana, fotos que se hallan separadas de aquellas otras de fines de los sesenta, en 1968, cuando se dedicó a bucear y fotografió todo lo que pudo los fondos marinos, también para “mantenerse en forma”.

Un homenaje a Korda es una invitación a recordar que la fotografía cubana de los 60 sigue siendo uno de nuestros testimonios más intensos, más allá de los cambios y rupturas, de las nuevas tendencias y el devenir de la historia de la fotografía misma. Lo que una foto de Korda nos cuenta es también ese momento irrepetible y único. “El fotógrafo permanece detrás de la cámara para crear un diminuto fragmento de otro mundo: el mundo de imágenes que procura sobrevivir a todos”, nos dice la ensayista Susan Sontag. Las fotos de Korda son devotas, pues, de su más ansiado objetivo: “dejar algo a su paso por la vida que le seguiría en generaciones futuras”. Es su huella muy original: su individual sentido de la belleza y el reflejo de la veracidad de su tiempo.

*El presente texto toma fragmentos de “La mirada de Korda”, artículo publicado por la autora en la Revista digital Cubanow

La Jiribilla, 18 – 10 – 08

La Quinta Pata

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