viernes, 10 de octubre de 2008

Matanza de perras: Malargüe ante una posible condena internacional

Alberto Atienza

La comuna de Malargüe, con su intendente a la cabeza, está a punto de dar un paso que puede ser muy perjudicial para el departamento: concretar una audiencia pública para exterminar perras callejeras. El palabrerío que implica este empleo de la muerte como solución (algo antihumano, aunque se trate de irracionales) comprende, por parte del municipio y una prensa adicta, términos como "eutanasia canina" "debate no vinculante" y "actualizar" la legislación. Esto último, un eufemismo, como toda la cháchara anterior, implica oponerse a la ley provincial 7603 y su modificatoria 7756.

Esta reunión no es otra cosa que un acto de cobardía más. Los funcionarios de la comuna que motorizan la masacre no movieron ni un dedo cuando malayos vulneraron nuestra soberanía adquiriendo miles de hectáreas, cercándolas y fundando un estado dentro de Mendoza, clausurando para la gente sitios de leyenda, lugares del patrimonio común de los argentinos. Y ahora se volvieron valientes y dispuestos a matar perras.

Se están metiendo en honduras. Desconocen que sus intenciones son monitoreadas por organismos internacionales que defienden los derechos de los animales. En el caso de que la obcecación los lleve a concretar esa medida espantosa le puede caer a Malargüe una sanción muy grave. Las entidades protectoras del primer mundo, ante algo así, formulan fallos que se publican en todos los medios de difusión del orbe. Copias de esas repulsas se remiten a cancillerías, embajadas. Malargüe adquiriría entonces una muy triste celebridad, más difundida que la curiosa arquitectura natural del Castillo de los Pincheira o el aroma de los chivitos asados.

Existen también implicancias legales, en las que esos "sanitaristas" no han pensado. Hay jurisprudencias, en Mendoza, de condenas por maltrato de animales. Y una, en especial, que cayó sobre un sujeto que mató a un perro. A uno solo. Viven en nuestra provincia abogados sensibles capaces de llevar adelante una acción judicial de ese tipo.
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Además ¿quiénes son ellos, los propulsores de esta cruel iniciativa para oponerse a la letra de dos leyes?

"Tanto yo como el intendente Juan Antonio Agulles (dijo el director de Promoción y Desarrollo Agrícola Ganadero del departamento, José Muñoz) creemos que los extremos son malos. Pero también creemos que la gran cantidad de perros sueltos que hay hoy en día es un problema grave para Malargüe por lo cual debemos ocuparnos, a la vez que sabemos que esto va a servir como una herramienta para mejorar esta situación".

Agregó el funcionario que existe en Malargüe un programa de esterilización, desparasitización y vacunación, pero que "castramos y luego las perras salen a la calle y siguen mordiendo, causando accidentes a los ciclistas y motociclistas o haciendo daño en la vía pública".

Se portan mal las perras. Son unas malentretenidas. Disolutas. Tarasconeadoras gratuitas. Hay que matarlas, sostiene Agulles y el jefe capitalino. La pregunta es ¿no se les ocurre a estos impulsores de la muerte buscar otra salida al caso? Las estadísticas elaboradas por especialistas demuestran que la única vía factible para salirle al cruce a algo así es la esterilización, ya que las matanzas no pueden superar a la capacidad reproductora de las hembras. Salvo que todas las perras del departamento sean abolidas. Todas. Una "solución final", dos palabras que traen muy malos recuerdos igual que el vocablo "exterminio".

Hay pautas sociológicas para medir la evolución de los pueblos con el parámetro del respeto con que tratan a los irracionales. ¿Dónde se situará Malargüe con sus aspiraciones turísticas si concreta una medida tan repudiable? ¿Cómo responderá a la condena internacional que ya se está preparando si se comete la felonía anunciada? ¿Qué pasará con la demanda judicial que seguramente será presentada?

Son tan rápidos en pensamiento y obra los funcionarios de Malargüe que no conocen el ejercicio de la paciencia. Además, no proporcionan cifras. No revelan cuánta cantidad de perras dañinas, urbanas, piqueteras o rurales, semicimarronas, están asolando en jaurías al hermoso departamento. Tampoco mencionan el número de personas mordidas y de ciclistas y motociclistas caídos por la acción de las susodichas. Y menos, los guarismos que avalen las esterilizaciones y vacunas. Todo en el aire.

La audiencia pública propuesta, consiste en una búsqueda de respaldarse en la comunidad porque saben estos empleados de la gente que el emprendimiento de afrenta contra la vida y la naturaleza que impulsan es altamente inaceptable.

Un poco de paciencia les vendría bien. ¿Por qué no contener a las hembras más díscolas en un espacio? Y a otras, mansas y que a veces se transforman en "comunitarias" (vecinos, comerciantes, que las cuidan, las alimentan ya que les agrada su compañía y el afecto que brindan) dejarlas sueltas. En la Capital existen dos predios sostenidos por entidades no gubernamentales, con mucho esfuerzo debido a que reciben muy poca ayuda de los organismos oficiales, que mantienen a perros y perras fuera de las calles. La comuna de Malargüe puede, con más medios que un puñado de señoras (las protectoras de la ciudad de Mendoza) instalar algo similar. Y, de modo simultáneo, fomentar en la comunidad la adopción de estas cánidas que están con sus cuatro patitas en la antesala del patíbulo.

Cuando hay inteligencia, sensibilidad, respeto hacia todas las formas de vida, siempre surgen alternativas mejores que la muerte.

De Malargüe nos llegó, para toda la provincia, un gobernador. Por favor señores funcionarios e intendente electo, no nos manden el oprobio de una condena internacional. No nos hagan sentir mal al pensar que en tan bello lugar como es el departamento de ustedes (y nuestro) se cometen actos que una gran mayoría de los humanos de todo el mundo desaprueba. No pasen a la historia como simples y vulgares "mataperros".

La Quinta Pata

La Quinta Pata

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