Mora Cordeu
Buenos Aires. En el libro Analía Argento se adentra en diez historias de jóvenes restituidos para comprender desde la perspectiva de ellos el doloroso proceso que comienza el día en que conocen la verdad y las idas y vueltas de un largo camino en la recuperación de su identidad.
"Yo creía que había que contar el proceso de los jóvenes restituidos desde lo que vivieron en su infancia y desde que saben la verdad.
Así se ve lo que les hicieron y lo que significa el robo de la identidad y la sustracción de un bebé. En esas contradicciones, en los dolores de cada uno nació este libro", dice la autora a Télam.
"La historia de la restitución se terminaba con el conocimiento de la verdad, pero no, ahí comenzaba lo más doloroso para ellos: abrir los ojos y empezar a asumir su identidad y su historia", subraya Argento.
Cuando surgió la idea del libro, la periodista quiso contar casos que mostraran formas diversas de apropiación, "un muestrario del universo de los nietos encontrados. Y las distintas formas de pararse y de sentir la restitución".
También, la autora quiso que en el libro publicado por Marea estuvieran los casos más simbólicos como los mellizos Reggiardo Tolosa, Juan Cabandié o Victoria Donda, "el resto los van conociendo u olvidando según estén en los medios o no", desliza.
Cada uno de los chicos o chicas restituidos tiene su propia percepción pero también cambian con el tiempo -precisa Argento-. "Y cuentan que van pasando por distintos momentos, que van y vienen y procesan lo que les pasó de manera diferente". "Además muchos jóvenes restituidos siguen teniendo relación con sus apropiadores -señala-.
A veces es una relación no culposa porque la persona de crianza no tuvo que ver con la represión o con la desaparición de sus papás, en otros tienen dudas o sí saben que la tuvieron. Y es muy difícil compatibilizar ambos mundos".
Leer todo el artículoAntes de sentarse a escribir, la periodista hizo una selección de archivos, leyó sobre los casos, "pero el libro tiene mucho de mágico y de casual: termina con un mensaje esperanzador porque la mayoría de los entrevistados manifiesta esa actitud a pesar de haber sufrido y todos tienen una capacidad de perdón muy grande".
Y ejemplifica: "La mayoría de las fotos que me dieron son lindas, frente al horror que se narra son un alivio, son fotos sonrientes, del reencuentro..." "Hay algo casi casual y es que el prólogo lo escriba Juan Cabandié y el último capítulo sea el de Matías, uno de los mellizos Reggiardo Tolosa -apunta la periodista.
Fue el último al que contacté y me parecía un buen cierre del libro, Juan no quiso ser entrevistado pero aceptó escribir el prólogo. Las dos historias se conectan y forman un círculo que se cierra". "A partir de la selección traté que los casos elegidos me permitieran armar distintos circuitos represivos y fragmentos de la historia de la década del 70.
Qué estuviera el Plan Condor, Montoneros, ERP, que estuviera Camps .... Y que los nacimientos clandestinos fueran no sólo los de la ESMA", enumera. La periodista tuvo que vencer dos tentaciones: "centrarme mucho en los apropiadores o volver a narrar la epopeya de las Abuelas.
La actitud de ellas frente al libro fue de suma discreción. No intervinieron y cuando se lo llevé a Estela de Carlotto les dije; ’antes de felicitarme quiero que lo lean’". "Algunos casos me llevaron más tiempo que otros: en el de Evelyn Carina Vázquez me impactó la entrevista.
Ella tenía en claro lo que iba a decir: por qué quiere a las personas que la criaron. La encontré justo cuando le hicieron un allanamiento, estaba con mucha bronca y necesitaba transmitírmelo".
En cambio, "Matías quiso conocerme primero antes de aflojarse. Para preguntarle cosas muy dolorosas, él necesitó tiempo y yo también", remarca. "Para el capítulo de los hermanos Ruiz Dameri -María de las Victorias, Marcelo y Laura- tardé porque seguí el itinerario de ellos por Suiza, por España, México, Cuba, por Argentina, por la ESMA y hablé con mucha gente", prosigue.
De Carlos D’Elia Casco, evoca Argento, "él no quería hablar con periodistas, fue un proceso de los dos, me llamaba y me decía: ’Analía tengo más cosas que contarte’. Y con Simón (el único de los nietos que fue encontrado por su propia mamá, Sara Méndez) es de hablar poco, y pasa por momentos diferentes". "El caso de Victoria Donda me costó -sigue nombrando-. No puede hablar de toda su historia.
Mi editora (Constanza Brunet) me dijo: ’si no puede hablar de determinadas cosas es parte de lo que provocó en ella el robo de su identidad. Su silencio dice’". "Con Claudia Poblete, cuya imagen de bebé está en la tapa junto a sus verdaderos padres, pensé que tenía que comenzar el libro.
Y Marcos Suárez Vedoya tiene muchos huecos en su vida: no se sabe cómo llegó a Casa Cuna, y desde los seis años quería saber quién fue su padre.
Su actitud me impresionó". Laura Acosta tardó mucho en reencontrarse con su verdadera identidad. "Fue confundida con Paula Molina y aunque hoy se ha reencontrado con su padre Livio, siente que ese rol lo cumple el matrimonio que la crió.
Fuimos a presentar el libro a Rosario y ella lo dijo así en público, pero Livio estaba feliz igual. Era la primera vez que su hija hablaba en público".
Para Argento fue importante tener una actitud de escucha. "A los treinta años los nietos necesitan ser escuchados, comprendidos, para algunos fue liberador dar su testimonio y otros nietos me empezaron a contactar desde la publicación de este libro".
Télam, 19 – 11 – 08
La Quinta Pata
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