martes, 18 de noviembre de 2008

“La homosexualidad, de pecado y enfermedad, pasó a ser una diferencia”

Claudio Martyniuk.

La pluralidad de orientaciones sexuales, así como las diferentes vivencias en materia de identidad de género, comienzan a ser reconocidas y protegidas jurídicamente.
La igualdad y la libertad personal están en juego en el trato que las instituciones les brindan a las personas en razón del sexo y del género. La discriminación viola los derechos humanos, enseña Robert Wintemute, uno de los redactores de los "Principios de Yogyakarta sobre la Aplicación del Derecho Internacional de los Derechos Humanos con relación a la Orientación Sexual e Identidad de Género", presentados a la ONU.

- En la mayoría de los Estados el derecho impone la heterosexualidad. ¿Esta obligatoriedad cuenta con fundamentos racionales o se debe a prejuicios persistentes?
- No hay razón, y es aquí donde hay un prejuicio y una ignorancia total. Hablamos de una diferencia en la sociedad, no conocida e invisible para muchos. Siempre hemos sabido que hay dos sexos, pero hemos desconocido otras realidades. Esto es equivalente a cuando no se sabía que había otras razas y culturas como las que estaban en América antes de que llegaran los europeos. Pero finalmente llegamos a entender que hay más de una raza y también más de una religión legítima. Durante siglos se pensó que el judaísmo era un error, y que los judíos merecían la persecución y hasta se trató de exterminarlos. Entonces, después de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo después de los años 60, por fin se aceptó la injusticia de las discriminaciones.

- Pero siguen los prejuicios
Desde principios del cristianismo, el sexo se asoció a pecado. Había actos sexuales correctos -muy pocos. Se difundió la idea de actos sexuales permitidos y de otros que son pecado, con la presunción de que todas las personas tenían una orientación heterosexual. Entonces, un hombre que quería tener sexo con otro hombre, o una mujer con otra mujer, eran rebeldes, antisociales que atacaban la tradición y molestaban a la sociedad. Esto duró hasta 1850/1900, y el cambio se registró a partir del diagnóstico médico que reconoce por primera vez la existencia de personas homosexuales. Se pasó del pecado a la enfermedad, la cual requiere tratamiento. Mi papá, que era médico, pensaba que los homosexuales son enfermos.

- Esa visión ya es caduca Leer todo el artículo

- Con las reformas jurídicas de los años 60, y también por una campaña muy fuerte para cambiar las políticas de las asociaciones de psicólogos, psiquiatras y médicos, por fin se rechazó la idea de enfermedad. La homosexualidad, de pecado y enfermedad, pasó a ser una diferencia.

- ¿Cómo aborda el derecho esa diferencia?
- En el análisis jurídico suele usarse el argumento de que es un asunto privado, no de la sociedad sino de cada uno, y que sea bueno o malo, es un asunto personal. Y suele adoptarse este argumento porque es difícil convencer al heterosexual de que la homosexualidad es tan buena como su orientación sexual. Sin embargo, yo no vacilo en declarar que es tan bueno un amor entre personas del mismo sexo como cualquier otro amor, y no acepto ninguna inferioridad.

- Pero en muchos países se sigue castigando la homosexualidad.
- Hablé de la evolución de la percepción del amor y de las relaciones sexuales entre personas de un mismo sexo en los círculos más progresistas y avanzados, pero esto no describe el mundo. Y hoy conviven realidades en distintas fases, que van desde la privación de cualquier derecho hasta el reconocimiento de todos ellos. La peor situación se presenta en nueve países donde hay pena de muerte para la homosexualidad. En Irán y Arabia Saudita es donde se registra el peor trato. Hay pena de muerte por un acto de amor entre adultos. Tenemos después alrededor de 70 países que imponen la cárcel. Para gays y lesbianas el gran problema es África y Asia. Hay pocos países en América que encarcelen a los homosexuales. Solamente en territorios que integraron el Imperio Británico, como Jamaica, Trinidad y Guyana.

- Lo mismo ocurre en la India.
- El Reino Unido, que en el siglo XIX impulsó los castigos, tiene la obligación moral de pedir perdón por haber introducido la prohibición, explicando que fue un error que ya corrigió, tratando de convencerlos de hacer lo mismo. Debería de hacerlo también en la India, aunque ahora ahí existe la posibilidad de que esa sanción sea declarada inconstitucional.

- Argentina no criminaliza la homosexualidad. ¿Pero alcanza la tolerancia?
- Si no hay protección positiva en la ley, las personas pueden tener miedo de ser sinceras en su trabajo, en su edificio, en la universidad. Y el gran problema es la invisibilidad. La mayoría heterosexual no se reconoce como mayoría heterosexual. Se habla y se escribe de "las mujeres" y "los hombres" y qué interesa a los hombres de las mujeres y viceversa. Y aunque hablen de hombres y hombres gays, mujeres y mujeres lesbianas, no utilizan la palabra heterosexual; es como hablar de personas y personas negras, de personas y judíos. La solución es la visibilidad. Y una ley antidiscriminatoria, que siente el principio de la igualdad para la persona lesbiana y gay, puede ayudar a salir del armario.

- El liberal llega a tolerar a gays y lesbianas, porque no dañan a terceros. ¿Pero por qué el Estado debe reconocer a una familia gay?
- La homofobia liberal se basa en las ideas de tolerancia, silencio e invisibilidad. No vamos a penalizarlos, pueden hacer lo que quieran en sus habitaciones, pero nada en público. Y ningún reconocimiento de sus relaciones. Claro que esto no es suficiente. Es discriminatorio y no respeta la vida privada, porque la vida privada, como lo reconoce la jurisprudencia de la Corte Europea de los Derechos Humanos, no está limitada a espacios privados. Si la religión es un ejemplo de lo privado, todos sabemos que su práctica puede ser muy pública. Puede pensarse la analogía con la religión, porque nadie entiende la religión del otro. La orientación sexual se debe respetar porque es una elección fundamental, algo muy íntimo, muy privado, que la sociedad debe aceptar y que no requiere justificación. Pero es como luchar por la libertad de religión en una sociedad un 95% cristiana y un 5% judía. Ya sabemos que eso fue difícil. La idea de respeto por la vida privada es un concepto útil, que se podría extender. Pero no todo el mundo lo acepta. El mejor argumento es, entonces, el de la discriminación. La tolerancia es insuficiente porque excluye a los homosexuales de instituciones públicas, de oportunidades que tiene cada persona heterosexual de casarse, de adoptar hijos si quieren. Una mujer muy católica me decía, poniéndose en los zapatos de parejas homosexuales, que si ella y su novio no pudieran casarse sería muy injusto. No hay ninguna dificultad en que el Estado brinde un reconocimiento positivo para todos. Con la adopción ocurre lo mismo.

- Sin embargo, mucha gente siente resistencia.
- Las encuestas en Argentina y Europa muestran lo mismo. A la pregunta de si las parejas del mismo sexo deberían poder casarse, una gran mayoría responde sí. A la pregunta sobre si estas parejas deberían poder adoptar hijos, el porcentaje baja. Esto no debería influir en la política pública. Los poderes ejecutivo, legislativo, judicial deben dar un buen ejemplo y ser líderes de la sociedad.

- ¿Por qué difiere el apoyo?
- Por el prejuicio. No se sabe nada de la adopción de las personas gays y la primera reacción es la peor. Se cree que son personas que no pueden controlar la sexualidad y que van a abusar del bebé. Ya en la Edad Media se creía que los judíos comían a los bebés cristianos. Es el mismo tipo de prejuicio. Es muy insultante. Un segundo prejuicio diría así: "Ustedes tienen su enfermedad y sentimos mucho que ustedes no sean normales, pero, por favor no expongan a sus hijos al riesgo de transmisión de la enfermedad". Es decir, que si les dan hijos a padres gays y madres lesbianas, los hijos también tendrán ese "defecto". No hay ninguna prueba de esto. La gran mayoría de los hombres gays y las mujeres lesbianas tienen padres y madres heterosexuales que han hecho todo lo posible para que sus hijos crezcan heterosexuales. Los estudios --hay muchos publicados-- sobre madres lesbianas muestran que la gran mayoría de sus hijos son heterosexuales. Crecen bien y son más tolerantes.

- ¿Cómo ayuda la legislación internacional y la cultura de los derechos humanos para establecer esos reconocimientos?
- Trae obligaciones e inspiraciones. Obligación para la Argentina es respetar el Pacto internacional de Derechos Civiles y Políticos, que establece un trato igualitario hacia las parejas de hecho. Entonces, cada derecho otorgado a una pareja de sexo diferente en Argentina debe otorgarse a la pareja del mismo sexo. Un ejemplo que discutimos en la Defensoría pública argentina fue el de las visitas íntimas en la cárcel, las cuales no se otorgan a las parejas del mismo sexo. Pero hay una sentencia contra Colombia, de 2007, del Comité de Derechos Humanos de la ONU, que no permite esta discriminación. También la jurisprudencia de la Corte Europea de Derechos Humanos así lo establece. No hay una obligación en Argentina de seguir esta última jurisprudencia, pero tiene mucha influencia, y esta Corte Europea también ha tomado su primera decisión en materia de adopción, en enero, contra Francia. No fue una adopción conjunta, sino una adopción individual, de una mujer lesbiana. La Corte francesa la rechazó en razón de su orientación sexual. Y la Corte Europea revocó el fallo. Estas decisiones sirven para que se inspiren los diversos poderes republicanos de la Argentina. Creo que éste es un país ambicioso, sobre todo en materia de derechos humanos.

Clarín, 16 – 11 – 08

La Quinta Pata

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