sábado, 29 de noviembre de 2008

Página 12 y Feinmann: una más de “progresismo blanco”

José Luis Nell

Diego Fernandez

Adjunto una carta que el compañero Rafael Cullen enviara a Página 12 a raíz de conceptos de Feinmann sobre José Luis Nell en el suplemento sobre el Peronismo que circuló el 16/11/08, y que el diario no publicó.

La crítica de la violencia devenida en impugnación rasa, casi de moral religiosa que ejerce Feinmann tiene que ver con elementos de índole ideológico y hasta de defección propia de derrotado, pero con lo que no tiene que ver es con la historia -incluso más allá de la lamentable tergiversación de datos que brillantemente corrige Cullen.

Su crítica y negación de la violencia en manos de militantes y organizaciones populares en el período '60/'70, tal como lo hace en "La sangre derramada" y en diversas publicaciones, a partir de una objeción del militarismo, aparatismo, vanguardismo de la conducción de Montoneros principalmente (crítica que en su momento formularan los mismos Walsh, Rearte, Nell, El Kadri, la columna Sabino Navarro, mientras ponían el cuerpo, no desde el escritorio de intelectual angustiado), se cierra sobre la concepción operativa de la organización como si el escenario de violencia lo hubiera construido Montoneros, como si las organizaciones revolucionarias bajo el estigma violento del Che, en el despliegue expansivo de su lógica violenta interna terminaran sumiendo a la sociedad en "la hora de los hornos".

Feinmann opina 40 años después desde paradigmas que no tienen en absoluto nada que ver con las concepciones de la política, de la sociedad, de nación y país en juego en el período que analiza y en los actores que cuestiona.
Opina desde una razón pequeñoburguesa, socialdemócrata, reformista o de derrotado.
Porque de hacerlo desde el lugar del pensamiento revolucionario que estructuraba la lucha que critica -como lo hicieron los compañeros antes citados-, no debería ignorar el contexto histórico.
No debería ignorar el golpe del '55 y toda la reacción gorila posterior.
No debería ignorar la matanza del indio, del gaucho, de los inmigrantes anarquistas, de los cabecitas.
No debería ignorar que cuando en Argentina se afecta el poder económico y social dominante, la lógica de violencia emerge del estado larvado en que subyace postergadamente desde 1853 y se instala en las calles.
Y algo de esto presenciamos recientemente en el conflicto con los expropiadores rurales.
Y antes en el 2001 o con Kosteky y Santillán.
Leer todo el artículo
El concepto de enemigo parece que no existiera como factor constitutivo de toda la historia política argentina para Feinmann – solo le resta negar el racismo étnico y social ontológico de la clase oligarquica argentina – y entonces pretende analizar la lucha desarrollada por las organizaciones populares por el retorno de Perón, la democracia y el socialismo como si se hubiera desplegado en el parlamento suizo.

Como si desde San Martín hacia acá, aquellos que se proponen resistir la guerra antipopular y prolongada que la oligarquía tiene declarada al pueblo argentino desde que nos constituimos como nación, debieran gestionar el enfrentamiento por mesa de entradas del congreso nacional.

Nos guste o no, a menos que nos asumamos como derrotados o tengamos vocación de Chacho Alvarez, Aníbal Ibarra, Rodolfo Terragno o Antonio Cafiero, la oligarquía constituye como enemigos a los trabajadores, a los negros, a los pobres, a los del interior, a todos los que quieren un país con justicia.

Para enfrentar a la oligarquía es necesario acumular poder reconociéndose enemigo de la oligarquía.
El poder es una relación. Imponer el poder de la igualdad, la justicia, la libertad a la oligarquía implica un momento de violencia – más allá de que no nos lo propongamos deliberadamente así.
¿Cómo se procesa esto, cómo se construye ese poder popular, cómo se combate con la oligarquía?, es lo debatible.
En los compañeros y organizaciones que Feinmann impugna no existían dudas que había que dar ese combate.
No existían dudas de que para ello no alcanzaba con estrategias comunicacionales o intelectuales de divulgación al uso de José Pablo.
Poco le falta a Feinmann para terminar dando solidez argumental a la teoría de los dos demonios que débilmente, desde lo conceptual, inauguró Sábato.

Diego Fernández
PD: De Página 12, nada cabe agregar. Basta con leer el adjunto del compañero Rafael Cullen.

Sr. Director:
En el suplemento especial sobre Peronismo, correspondiente a la edición del domingo 16 del corriente, bajo el subtítulo: “José Luis Nell del Policlínico al suicidio”, José Pablo Feinmann hace referencia a la trayectoria política de mi cuñado José Luis Nell y menciona a mi hermana Lucía Cullen .

Me considero con derecho a un acotado derecho a réplica frente a importantes omisiones que falsifican los hechos que se mencionan.

Feinmann afirma que muchos jóvenes expresaron su rechazo a lo establecido por medio del odio fascista.

Cierto es que hay que engañarse mucho para creer que el odio fascista implica un rechazo a lo establecido.

Menciona luego el racismo antisemita y la fascinación por la violencia y que existía en la mayoría de ellos una cuestión de clase; pertenecían en general a familias pudientes, los dueños de la tierra y de la patria. A renglón seguido dice: la aparición espectacular de Tacuara, el que es considerado como “el primer operativo urbano de la guerrilla argentina” relata partes del asalto al Policlínico Bancario realizado en agosto de 1963 donde Nell mata a dos trabajadores al disparar su metralleta. Luego habla de la película “Operación Rosaura” que llevó al cine ese trágico suceso y afirma: A Nell se lo describe como “un muchacho provinciano, miembro de un grupo terrorista de ultraderecha”.

Es Alfredo Alcón (…) los que hicieron la película estaban bien documentados. Veamos si esto es cierto. Feinmann también dice que mi cuñado es caso excepcional de cambio político-ideológico pero no aporta nada para sustentar esa afirmación. Entonces queda establecido que puede ser un joven de familia dueña de tierras perteneciente a un grupo de ultraderecha. Ambas cosas son falsas. José Luis Nell había nacido en una familia de baja clase media urbana. Sobre su trayectoria política ofrezco unos breves y parciales aportes hacia la verdad. En primer lugar el asalto al Policlínico Bancario no fue hecho por la organización nazi-fascista Tacuara.

Lo realizó un grupo expulsado de esa agrupación por troskistas y zurdos (según el relato de Nell) que se conformó como Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT). Este nuevo grupo, antes y después de ser detenidos o quedar clandestinos, mantuvo una estrecha relación política con el Movimiento Revolucionario Peronista (MRP) a través de Gustavo Rearte, co-fundador de la Juventud Peronista y un militante sindical y político (desde 1955 a 1973 cuando falleció), acusado varias veces como “comunista” dentro del peronismo (también relato de Nell e investigación propia). El programa del MRP (redactado por Rearte) planteaba entre otras muchas cosas que para que el Movimiento (Peronista) pueda cumplir el papel de conducción, de aglutinador que la clase trabajadora le impone, debe desprenderse de los elementos burgueses y reformistas que lo frenan y superarse. Además entre otras cosas se proponía construir la dirección revolucionaria que conduzca al proceso de liberación (…) (Baschetti Roberto Documentos….1955-1970 págs.319/323). Por su parte el MNRT, en noviembre de 1964 difunde un documento donde -además de citar las críticas de Lotze a la teoría kantiana del conocimiento- se abordan cuestiones tales como: El Peronismo y la Teoría de la Vanguardia Revolucionaria - La “Vanguardia Revolucionaria” en un país semi-dependiente- Peronismo y Marxismo. La frase final de las “Conclusiones” dice: nadie que se diga marxista puede estar fuera del peronismo. (Baschetti opus cit. págs. 331/344). De estas propuestas del MRP y del MNRT – en las que participó Nell- se puede discutir mucho su viabilidad o no; se podrá acordar con ellas o no. Sí debe reconocerse que no tienen nada en común con el fascismo y el nazismo.

Acerca de la fascinación por la violencia que conllevaba una pasión por las armas
Escribe Feinmann en un imaginario diálogo con Nell. Hiciste fuego demasiado rápido, José Luis; casi sin ton ni son, escribe también. Veamos el contexto histórico. Para algunos justifica y para otros no, pero aporta a entender cómo estaba planteada la lucha política desde 1955. Los que no actuaron sin ton ni son y sí tuvieron intención de matar fueron los aviadores el 16 de junio de 1955 y lo hicieron (400 o más, Chaves Gonzalo “La masacre de Plaza de Mayo”). ¿Los aviadores asesinos estaban fascinados por la violencia? No lo sé. Sí tenían claro sus objetivos. Efecto sicológico lo llamó uno de los ejecutores de la masacre (Néstor Noriega en Chaves, p.22). Mario Amadeo dijo: sin 16 de junio no hubiese habido 16 de septiembre (Chaves p.139). También fueron intencionales los 27 asesinatos de 1956 (“Operación Masacre”, Walsh, Rodolfo). Aramburu explicó con claridad la lógica de su orden de fusilar: implicaba (el movimiento de Valle) una grave subversión de la jerarquía y el orden militares. (Rouquié, “Poder militar y sociedad política p.137). Muertes necesarias para el orden del Ejército, garante de la construcción de un nuevo orden social. Todas estas muertes estaban en la lógica de su objetivo político: demoler el Estado de Bienestar construido por el peronismo y “reorganizar” nuestra sociedad. Walsh se pregunta en su investigación por el ropaje liberal de los fascistas. Quiero que se me diga cuál es la diferencia entre esta concepción de la justicia y la que produjo las cámaras de gas en el nazismo. Cuando se agotó el liberalismo siguieron Onganía, la Triple A y Videla y compañía. Los trabajadores y luego los jóvenes que confrontaron con ese poder represor también tenían un objetivo político. Era vivir en una sociedad con niveles de justicia social por lo menos similares al primer peronismo. Eso no los hace impolutos ni inmunes a un análisis crítico riguroso. Posiblemente en Nell pervivían conductas o gestos de su adolescencia en Tacuara. En toda ruptura con un modelo social y con la ideología dominante hay continuidades y rupturas. Lo viejo no muere fácilmente y a lo nuevo le cuesta mucho nacer. Seguramente muchos se fascinaron con las armas que los acercaban al poder; y en algunos, tal vez, potenció lo peor de ellos. Pero afirmar que eran los chicos malos de las familias de guita es por lo menos falsificar sus objetivos. Aspiraban a una sociedad muy distinta a la fascista. Por lo que tenían otra lógica política. Aunque no fuese enteramente nueva. Como ha dicho un amigo de mi hermana no eran todavía lo nuevo pero sí lo mejor de lo viejo, o aspiraban a serlo. Ni mi cuñado ni mi hermana consideraban un boludo, un gallina o un blando a un laburante que no se sumaba a la lucha armada, como dice Feinmann en su diálogo imaginario con Nell (en realidad un monólogo arbitrario por falta de interlocutor). Creían de verdad que el barrio Comunicaciones (hoy villa 31), donde se casaron clandestinamente, (rodeados de villeros peronistas) iba a convertirse en un barrio decente y que el Hospital de Niños iba a estar en un hotel de la zona de Retiro. Rompieron con Montoneros, poco después de Ezeiza, cuando según ellos esa organización era un delirio (palabra que usó Lucía) y esperando que el Pacto Social de Perón funcionara pacíficamente. Tampoco la parálisis total de José Luis y la desaparición de Lucía fueron producto de toda la mala suerte del mundo. El 20 de junio de 1973 fueron a Ezeiza al frente de la columna Sur de Montoneros con la ingenua intención de colocar sus banderas frente al palco (sin ninguna intención de coparlo) y el ataque desde allí fue el inicio organizado del disciplinamiento social que llevará a 1976 (“Ezeiza”, Verbitsky, Horacio). Nell se suicidó en 1974. En su decisión, junto a su parálisis y la imposibilidad de explicarse lo que sucedía en el país y en el peronismo, estuvieron presentes como tragedia las muertes del asalto al Políclinico. El día de su entierro entre otras cosas me dijo mi hermana: “siempre me decía, mirá cómo estamos y murió gente que nada que ver” y volvía sobre el Policlínico, siempre. Me parece que le pesaba más que las (muertes) de los compañeros. Lucía Cullen (según información que llegó a mi madre) fue secuestrada en venganza por los hechos en Ezeiza y por ser la mujer de Nell. Su secuestro (donde desvalijaron su casa), según el relato de uno de ellos, fue hecho por la custodia policial del ministro del Interior de los genocidas. El militar que dio la orden de “zona liberada” para su secuestro; fue o es el suegro de un dirigente justicialista. Tal vez por ello la causa donde están los nombres de los secuestradores permanece archivada. También esto debe formar parte de un debate político – ideológico pendiente que es difícil y complejo. Se lo debe nuestra sociedad si quiere avanzar hacia mayores niveles de convivencia. Pero para evitar injusticias con los ausentes debe hacerse con todos los elementos. En los diálogos imaginarios de Feinmann faltan muchos. Solo he tratado de representar a mi hermana y mi cuñado en ellos.

Rafael Cullen
Buenos Aires, 17 de noviembre de 2008


NAC&POP, 29 – 11 – 08

La Quinta Pata

No hay comentarios :

Publicar un comentario