miércoles, 18 de febrero de 2009

Biografía dedicada a Osvaldo Lamborghini: los mil rostros de un escritor

Biografía de Osvaldo Lamborghini

Elvio Gandolfo

Una impresionante obra de 800 páginas para dar cuenta de la vida de uno de los autores argentinos más admirados.

En vida, Osvaldo Lamborghini (1940-1985) fue ante todo el autor primero de culto, después casi único, de El fiord. El muy delgado librito, casi folleto, tenía, como pedía Arlt, la violencia de un cross a la mandíbula, y era a la vez la refundación de la violencia literaria argentina, así como El matadero de Echeverría había sido la fundación. En su segundo libro (más cerca del forato de un libro real), el impacto de Sebregondi retrocede dependía sobre todo de “El niño proletario”, la durísima parodia del miserabilismo de Boedo, o “progre”, o liberal. En los dos, la carga política a secas era explosiva, innegociable (y por lo tanto distante de la política “real”, por así llamarle).

Después, estaba la leyenda del propio Osvaldo Lamborghini: el gato tirado por un balcón, la violencia, la bebida sin fin, supuestas posiciones “traidoras” y un largo etcétera. Otro autor a esta altura también ya legendario, el chileno Roberto Bolaño, llegó a manifestar en un ensayo el temor de que la literatura argentina quedara, a la larga, en manos de Lamborghini (Osvaldo), como si se tratara de un mafioso de peligro, talentoso y con poder.

La biografía que Ricardo Strafacce ha escrito sobre Osvaldo Lamborghini (Una biografía, Editorial Mansalva) es un libro que deja atónito. Tiene más de 800 páginas, está escrito con saberes diversos (de narrador, de erudito detallista, de crítico claro y jugado, de abogado incluso), que terminan por entregar, en su impecable estructura, la mejor biografía que se haya escrito sobre un escritor argentino, por un argentino.

El primer alivio es la claridad con que se disponen los distintos bloques informativos: en el prólogo figuran los entrevistados identificados con sus iniciales; en las últimas páginas las fuentes bibliográficas, por orden cronológico en cada autor. Eso suele hacerse, es cierto, pero aquí hay una combinación impecable entre los datos y la síntesis y la propia forma material del grueso volumen. Se puede saltar de un lado a otro con gran facilidad (gracias a la flexible encuadernación) y a la claridad tipográfica. Dos pliegos abundantes de fotos permiten ir viendo las caras de amigos, mujeres, hija y parientes, un elemento esencial para el enano cholulo que todo lector de biografía lleva adentro, por una parte, pero también un suplemento insustituible de las palabras. En las páginas finales están todas las tapas de sus primeras ediciones.
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Pero lo más asombroso es el equilibrio con que Strafacce maneja una masa abrumadora de detalles, dentro de una vida más bien corta (45 años), pero laberíntica, para decirlo paradójicamente, en su propia pasión por fracasar y viajar hacia un punto inmóvil al fin alcanzado.

El autor logra ser a la vez ubicuo y ecuánime. Por momentos parece respirar encima de la nuca de su biografiado. Es allí donde aparece el narrador. El lector recorre cada casa y calle (Argerich, Cuenca, Falkner, Callao, Lavalle), cada población (Necochea, La Plata, Barcelona), cada barrio (Norte, Once, Caballito) siguiendo las carambolas de aquel experto tanto en audacias como en esquives. Las escenas se narran con un equilibrio perfecto entre la ubicación de los cuerpos y sus emociones en el espacio y la clave que las anima. Eso es especialmente útil en la infancia y adolescencia, donde lo que hay que manejar es una familia a la que Osvaldo llega tardíamente, con un hermano mayor, Leónidas, ya encarrilado en la literatura, y un padre (mazazo brutal para ambos) que de proveedor eximio pasa a fracaso agudo en muy poco tiempo.

Un segundo papel aparece cuando se trata del grupo que sacaba la revista Literal y de los libros que van publicando esos amigos (Germán García, Luis Gusmán, Héctor Libertella) o figuras clave del momento (en especial, Manuel Puig). Allí aparecen el crítico y el lector.

Cuando en la tercera de cuatro partes la vida y el texto se trasladan a Mar del Plata, aparece un manejo preciso y exacto de las múltiples cartas escritas a César Aira, al hermano, a Libertella y Tamara Kamenszain. La última parte es la más dura de escribir y de leer. En una metáfora impecable de las famosas “plegarias atendidas” que tan peligrosas suelen ser, Osvaldo Lamborghini logra la quimera de una mujer dispuesta a concretarle lo que siempre buscó: todo el tiempo para él, ni siquiera salir a la calle, dedicarse a leer decenas de novelitas pornográficas (en vez de las policiales de Onetti) y sobre todo a escribir a una velocidad vertiginosa cientos de páginas.

Sólo cerca del final Strafacce cae en el exceso (casi de crítica genética) de análisis de Tadeys con sus múltiples variantes. Uno llega a sospechar que la soterrada emoción mantenida bajo control en todo el libro acá lo traiciona y le hace demorar el momento final, cuando su mujer encuentra a Osvaldo Lamborghini, cómo encontraron en muy otro contexto a Antonin Artaud, sentado y muerto.

El lugar final de Lamborghini en la literatura argentina es indiscutible y seguro para el núcleo de sus devotos y fans: un grande absoluto. Muchos otros lectores tendrán sus abundantes dudas. Este libro impar logra un milagro inesperado: crea un marco sólido para recorrer vida y obra, y pone el dedo en la llaga abierta de la competencia con el hermano mayor (hilo que recorre todo el libro). Funciona tan bien que hasta vale la pena leerlo como un libro en sí, incluso una novela (aunque escapa como a la peste del noveleo).

Crítica digital, 18 – 02 – 09

La Quinta Pata

1 comentario :

Periquito Lasabrosura, poeta brujo. dijo...

Excelente articulo, excelente....me gustó el blog, swobre todo esta nota sobre el gran Osvaldo. Me causó una grata sorpresa, aqui le dejo el mio que es medio beodo y raro, pero es lo que hay, pasesé por allá.
Saludos.
http://bebiendotemprano.blogspot.com/

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