lunes, 23 de marzo de 2009

La euforia salvadoreña por el triunfo de Mauricio Funes se extendió por el mundo y llegó a Canadá

Mauricio Funes

Adriana Spahr

En la pequeña ciudad de Edmonton, los salvadoreños se convocaron e invitaron a otras organizaciones comunitarias para compartir su alegría.

La emoción se veía en las caras de los jóvenes, de los exiliados de los años de la guerra y de los más viejos. Camisas rojas con la insignia del nuevo presidente, manteles rojos en las mesas y carteles del FMLN festonearon la jornada. Antiguos camaradas y compañeros separados por años volvían a estrechar manos, abrazos y sentires. El pasado quedaba atrás, ahora era el momento de disfrutar el triunfo logrado después de años de espera y de desesperanza. Con Funes se abrió la puerta de la ilusión, de un futuro mejor para el sufrido pueblo salvadoreño.

Las crueldades de la guerra que ascendieran a su pico de máxima intensidad a finales de los 70, los laboriosos y no siempre fructíferos acuerdos de paz del 1992 y los esfuerzos para derrotar posteriormente en las urnas a ARENA, han dejado marcas indelebles en el alma salvadoreña, lo que se transmitía tanto en los discursos como en las conversaciones individuales de la celebración , donde prevalecía la sobriedad y la mesura.

Quizás influenciada por otros discursos de dirigentes progresistas de Latinoamérica, tales como los de la toma de mando de Néstor Kirchner y más recientemente el de Evo Morales, me sorprendió la ausencia de palabras explosivas o de promesas o peticiones de cambios radicales. Parecían hacerse eco de la frase que popularizó – sin ser suya – el General Perón de que “la política es el arte de las decisiones posibles”. Los salvadoreños no esperan milagros, embargados en un espíritu democrático, son conscientes que tienen por delante momentos difíciles y de arduos trabajo. Los oradores remarcaron la necesidad de la solidaridad internacional y la ayuda exterior en el proceso que se avecina en el país.

“No va a ser fácil y más aún en estos momentos de crisis internacional” manifestó Leonel Viscarra encargado de FMLN en la ciudad de Edmonton. El trabajo que el nuevo gobierno tiene que hacer es inmenso. “La gente se desplaza de la ciudad al campo en busca de trabajo que no encuentra. Es importante fomentar la pequeña y mediana industria en los lugares de origen”, agregó. También manifestó que era imperativo acabar con la corrupción y evitar la evasión impositiva. “Si todos pagan impuestos, fundamentalmente las grandes empresas, ese dinero va a fortalecer la economía. El país necesita préstamos internacionales y restablecer relaciones comerciales y el apoyo solidario de otros países de la región latinoamericana. También es necesario acabar con la corrupción, combatir el crimen, crear puentes que garanticen el derecho y el respeto a la vida en el país.”

La seguridad en el Salvador y acabar con la corrupción y la delincuencia fueron los puntos más sobresalientes y requisito para volver a vivir en El Salvador de muchos de los presentes, entre ellos José Rivera quién llegó a Edmonton en 1984 durante el conflicto armado.

El punto más emotivo de la noche, lo brindó la presencia de los hijos de estos salvadoreños que llegaron hace ya casi 30 años. Muchos de estos jóvenes nacieron en Canadá y algunos ni siquiera pisaron el suelo de sus padres. “Estoy aquí para apoyar a mis padres, creo en la necesidad de que se defiendan los derechos humanos, de que haya dignidad y libertad” manifestó el estudiante universitario canadiense Francisco Rodas. Ante la pregunta de que si creía que habría cambio en El Salvador manifestó que esperaba que este gobierno lleve adelante las promesas de cambio. “Muchos gobiernos prometen y luego no cumplen” comentó.

Redacción La Quinta Pata, 22 – 03 – 09

La Quinta Pata

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