domingo, 8 de marzo de 2009

Mujeres: fecha incierta, lucha real

Día Internacional de la Mujer

Felipe Pigna

Hay contradicciones sobre el incendio que instala la conmemoración mundial de la mujer. Lo indiscutible es la batalla que las trabajadoras impulsaban para mejorar condiciones laborales.

Se sigue hablando sin muchas precisiones del incendio intencional de una fábrica textil norteamericana tomada por sus trabajadoras en huelga, un 8 de marzo de 1857, como el origen del Día Internacional de la Mujer. Así dicho pareciera que "la principal democracia del mundo", reconociendo sus males, les hubiese concedido un día en el calendario a las mujeres luchadoras. Bastaría recordar que en el único país en el que el 1° de mayo no es feriado nacional es en el que murieron ahorcados los mártires de Chicago que luchaban por las 8 horas de trabajo y cuyo sacrificio dio origen a la conmemoración mundial del Día del Trabajador, para que nos vaya quedando claro que la cosa no fue así.

Pero aquella tragedia que enlutó a la familia obrera de los Estados Unidos no ocurrió en la fecha de mediados del siglo XIX. El incendio de la fábrica textil "Compañía de Blusas el Triángulo", propiedad de Max Blanck e Isaías Harris, se produjo el 25 de marzo de 1911 y comenzó en el octavo piso del edificio dejando un saldo de 146 muertos, la mayoría mujeres. El jefe de bomberos de la ciudad reconoció que el gobierno no le había aprobado la compra de escaleras de incendio que llegaran más allá del séptimo piso.

Muchas de las trabajadoras muertas venían participando en la lucha por sus derechos y habían encabezado la huelga del invierno de 1909 que se extendió a 20.000 compañeras afiladas al International Ladies Garment Workers (Sindicato Internacional de Trabajadoras de la Ropa). Las obreras les reclamaban a sus patrones mejoras salariales, reducción de la jornada laboral a ocho horas, descanso dominical y el fin de la explotación de los niños; y al gobierno federal, el control de las condiciones de higiene y seguridad. Denunciaban la inexistencia de salidas de emergencia y de elementos para combatir incendios, muy frecuentes en el rubro textil.
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El movimiento logró la firma de convenios salariales favorables a las trabajadores en 300 de las 500 fábricas textiles de Nueva York, pero el gobierno desoyó todos los reclamos dejando obrar a "las sabias leyes del mercado" manteniendo sus escasos controles del Estado de las fábricas. Las condiciones laborales fueron descriptas por una obrera: "En esos agujeros malsanos, todos nosotros, hombres, mujeres y jóvenes ¡trabajábamos entre setenta y ochenta horas semanales, incluidos los sábados y domingos! El sábado a la tarde colgaban un cartel que decía: 'Si no venís el domingo, no hace falta que vengas el lunes'. Los sueños infantiles de un día de fiesta se hicieron añicos. Nosotros llorábamos porque, después de todo, éramos sólo unos niños." (1)

Sobre el mismo tema el poeta Edwin Markham escribió: "En habitaciones sin ventilación, las madres y los padres cosen día y noche y a los niños que están jugando los llaman para trabajar junto a sus padres. ¿No es cruel una civilización que permite que se agoten estos pequeños corazones y se aplasten los hombros bajo la responsabilidad de los adultos, mientras en los bonitos bulevares de esa misma ciudad una dama luce un perro engalanado y lo mima en su regazo de terciopelo?" (2)

El incendio de la fábrica del Triángulo no pasó inadvertido y la marcha convocada en recuerdo de las víctimas y como denuncia de la empresa reunió en Broadway a más de 100.000 personas. En el acto de homenaje a las trabajadoras realizado el 2 de abril en el Metropolitan Opera habló la activa militante socialista Rose Schneiderman: "La antigua Inquisición tuvo su bastidor y sus tornillos y sus instrumentos de tortura con los dientes de hierro. Sabemos cuáles son estas cosas hoy. Los dientes de hierro son nuestras necesidades, los tornillos son los de alta potencia de la maquinaria en la que tenemos que trabajar" (...) "Cada semana me entero de la prematura muerte de un hermano trabajador. Cada año, miles de nosotros somos mutilados. Mientras que nuestras vidas no valen nada la propiedad privada es sagrada. Hay tantos de nosotros para un trabajo que poco importa si son 146 los que caen quemados hasta la muerte." (3)

Rose era de una de aquellas militantes socialistas de los Estados Unidos que venían conmemorando el Women's Day el último domingo de febrero desde 1909 para promover el derecho de las mujeres a votar. Al año siguiente, en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague los días 26 y 27 de agosto de 1910, las delegadas norteamericanas Lena Morrow Lewis y May Wood Simons transmitieron su experiencia a sus compañeras y presentaron la moción de celebrar en todo el mundo el "Día Internacional de la Mujer". La propuesta, apoyada por la representante alemana Clara Zetkin, fue aprobada. En los años sucesivos los distintos países conmemoraron la fecha en diferentes días hasta que en 1914, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, las mujeres del mundo lanzaron un llamado a la fraternidad universal, alertaron sobre los desastres de la guerra y fijaron el 8 de marzo como fecha universal dedicada a la mujer luchadora.

Tres años más tarde las mujeres encendían un 8 de marzo de 1917 la chispa que estallará en la Revolución Rusa. Ese día miles de mujeres encabezaron motines de protesta contra el hambre y la miseria provocados por el decadente régimen zarista. A partir del triunfo de los bolcheviques y de la extensión del bloque de los países socialistas, el 8 de marzo, en recuerdo de aquellas mujeres pioneras, se instaló detrás de la cortina de hierro como el "Día de la mujer comunista". Finalmente, en 1952 las Naciones Unidas resolvieron convertir oficialmente al 8 de marzo en el día internacional de la mujer.

Las mujeres argentinas fueron pioneras en la lucha por sus derechos tanto laborales como civiles. Vale la pena recordar nombres como los de la dirigente anarquista nacida en San Luis, Virginia Bolten, creadora de La Voz de la Mujer, en cuyas páginas podía leerse artículos como éste firmado por Pepita Guerra y publicado en enero de 1896: "Si la ley natural nos impele a amar continuamente, no nos impele igualmente a amar al mismo objeto. Y entonces, ¿por qué permanecer sujetas a tal o cual hombre para toda la vida? Yo no digo que en la presente sociedad pueda una mujer tener el grado de libertad que anhelamos, pero sí, que en nuestra futura sociedad, donde nada faltará a nadie, donde nadie padecerá hambre ni miseria, allí sí que querremos el amor libre completamente." (4) En el número cuatro del mismo periódico se leía: "Las mujeres de La Voz odiamos la autoridad porque aspiramos a ser personas humanas y no máquinas automáticas o dirigidas por la voluntad de un otro, se llame autoridad, religión o con cualquier otro nombre". (5)

A Virginia Bolten se la verá muy activa junto a otras cientos de mujeres blandiendo sus escobas para "barrer la injusticia de este mundo" durante la heroica huelga de inquilinos contra los abusos de los propietarios y las pésimas condiciones de vida en los conventillos de 1907, protagonizada fundamentalmente por las mujeres y los niños de las casas de inquilinato de Buenos Aires.

Asimismo, la notable oradora y activista Juana Rouco Buela, las doctoras Alicia Moreau de Justo, Cecilia Grierson y Julieta Lanteri son pioneras en la lucha por los derechos civiles de las mujeres. Fue Julieta quien tras un sonado juicio logró su carta de ciudadanía y que se la inscribiera en el padrón municipal en 1911. Se convirtió así en la primera mujer de toda Sudamérica en ejercer el derecho al voto en las elecciones municipales celebradas el 26 de noviembre de aquel año. Era una época y un mundo de hombres, pero comenzaba a pensarse en marcar en el calendario un día de homenaje a las mujeres y de reivindicación de sus derechos.

(1) y (2) En Howard Zynn, La otra historia de los Estados Unidos, Madrid, Siglo Veintiuno, 1999.
(3) Rose Schneiderman, El Triángulo de fuego, 1911.
(4) y (5) La Voz de la Mujer nro. 2, 31 de enero de 1896, Buenos Aires, en La Voz de la Mujer, Universidad Nacional de Quilmes, 1997.

Clarín, 08 – 03 – 09

La Quinta Pata

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