viernes, 3 de abril de 2009

Breve historia del universitario que optó por no vender mortadela y terminó vendiendo buzones

Luis Freire

Respuesta a pablo Lacoste

San Rafael. Ante todo quiero dejar sentada mi opinión respecto a la nota del diario digital MDZ on line, de hace unos días atrás, firmada por el historiador Pablo Lacoste. La nota en cuestión se llama La mendocinidad, al palo y puede encontrarse en su estado original en http://www.mdzol.com/mdz/nota/114095

Desde luego y como era de esperarse, la nota repercutió en el ámbito local sanrafaelino, puesto que habla de una vida cara a la sensibilidad local como lo fue y lo es la del científico Humberto Lagiglia, recientemente fallecido.

La primera y desprevenida lectura nos expone, por un lado un espíritu vital, positivo, bondadoso, y exento de errores y por otro la encarnación del mal, como parecen ser el vitalicio Senador Ernesto Sanz, el futuro ex - intendente de San Rafael Omar Félix y el insalubre Concejo Deliberante local.

Pero hay otros malos en esta película….un grupo de ingratos y parasitarios investigadores del Museo de Historia Natural de San Rafael, que después de haber gozado de los beneficios que les brindara Lagiglia, lo abandonaron como a un perro. O bien lo traicionaron, para utilizar una palabra más de moda.

Así son las cosas paisano, sencillas, elementales,…usted verá de qué lado se pone.

Mi sorpresa ante tal posicionamiento se produce porque quien escribió el panegírico pertenece a esa rara avis de la cultura, precisamente a quienes durante muchísimo tiempo consideré –ingenuamente, por cierto- los “guardianes” de la ecuanimidad; me refiero a los historiadores. (y para mis adentros decía: “che, ….¿en serio que esto lo escribió un historiador?...”)
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La difusión de opiniones por correos electrónicos en cadenas masivas, -con toda la facilidad que esto tiene- también puede ser valiosa… ¿por qué no? Cuando me llegó la nota una vez así lo consideré, como una simple opinión, una más. Pero cuando por quinta o séptima vez me llegó esta nota por correos masivos, comencé a sospechar de nuestra propia ingenuidad…

La apuesta se redobló hace unos días: un íntimo amigo me contó que leyó la fotocopia del escrito de Lacoste, por un compañero de trabajo que las estaba repartiendo entre sus allegados, acompañando la entrega con una frase que me llenó de indignación “…esto no puede ser, a estos dos tipos hay que echarlos de San Rafael…” en clara alusión a los arqueólogos Gustavo Neme y Adolfo Gil, supuestos antagonistas de Lagiglia. El maniqueísmo a la orden del día. El autoritarismo también.

Releí el texto que en una primera instancia me había parecido menor, sorprendido por la relevancia que estaba tomando y la difusión -sin discusión- de lo allí escrito. No hace falta aclarar que volví a indigestarme.

Por circunstancias personales me ha tocado estar muy próximo al grupo de investigadores que hoy trabajan en el Museo de Historia Natural de San Rafael, y por lo tanto conozco otras campanas. Esas que Lacoste desconoce, olvidando algunos principios de la profesión que ostenta.

Las afirmaciones que realiza acerca de los investigadores Adolfo Gil, Gustavo Neme y Alejandra Guerci, están viciadas de sensiblería precaria o simplemente mentiras teñidas de maniqueísmo. Lo que dice de Sergio Diéguez, no solo es falso sino que es burdo y despectivo hacia un científico que como tantos otros miles en el país no pudieron o no pueden trabajar en aquello en lo que se han especializado porque no tuvieron opción, por tener que mantener a su familia o por las razones que sean. Sergio Diéguez -para Lacoste- no era un científico desocupado o un trabajador en una empresa de comestibles. Mejor decir que era un señor que vendía mortadela.

Frente a aquellas mentiras o verdades a medias –o a tercias-, puedo sugerirle a Lacoste que levante el teléfono y consulte sobre lo que afirma, así quizás pueda obtener datos de primera fuente. Sobre la apreciación del “científico que vendía mortadela”, mi sugerencia es mas estéril, ya que Lacoste está muy cerquita de los prejuicios de “clase” y del ridículo,…y de allí no se vuelve nunca.

Entonces la pregunta… ¿Hacia dónde va Lacoste? ¿A quién cree o quiere servir?...por este camino, al difunto y a sus deudos, flaco favor les hace.

Para entender lo que Lacoste quiere decir he tenido que volver al principio, donde advierto que ha creado un género nuevo: el de la “opinión - homenaje –denuncia”, un cocoliche que por querer ser las tres cosas, termina siendo nada.

Como opinión, está llena de información infundada, deformada, parcial, falsa o simplemente improbable. Para construir sus “opiniones”, el Universitario Historiador, divulga lo que alguien le comentó al pasar como quien comenta un partido de fútbol sentado en una mesa de café. Una opinión…El carnicero del almacén de barrio al que suelo comprarle, opina científicamente que cuando el matambre sale duro es porque justo me llevé el matambre “del lado que se acuesta la vaca”….esa también es una opinión.

Pero la responsabilidad de mi carnicero y las suyas al opinar –señor historiador- son distintas; por lo que usted representa, por el tema en cuestión, por honestidad profesional y porque sus opiniones las vertió en un medio de alcance provincial.

Pero sigamos adelante…
Lacoste pretende hacer también un homenaje. Desde luego importante por su aporte biográfico pero plagado de “opiniones” que lo desvalorizan.

Aunque sigo creyendo que el mejor homenaje para un muerto es dejarlo descansar en paz, desde aquí le propongo hacer otro tipo de homenaje, pero este excederá dos horas de facilidad literaria sentado frente a su máquina de escribir.

Si su homenaje es sincero no podrá negarse, la obra del Tito Lagiglia lo merece y seguro encontrará mil maneras de aportar al Museo de Historia Natural. Venga a San Rafael, nuestros museos se vienen abajo y tenemos urgencia de convertir las palabras en acción. Esté donde esté, Lagiglia se lo agradecerá.

La otra opción es seguir homenajeando frente a su computadora. Si su opción es esta última no deberá dejar de advertir –como en este caso- que está utilizando un homenaje a la figura de un fallecido para enrostrarle cosas a la runfla política local y a un grupo de científicos que en general se opusieron a sus decisiones de los últimos tiempos y a los que Lagiglia no quiso, no supo o no pudo conducir.

Si su opción es esta última, es inadmisible y no vale la pena ni una palabra de esta respuesta.

Lacoste denuncia, tiembla Félix
Pero Lacoste cierra su tridente y afirma que lo que quiere hacer con su opinión-homenaje, es también una denuncia.

Pues como opinión tendré que aceptarla (¿tendré que aceptarla…?), como homenaje es más bien estéril, y como denuncia, le solicito que no se quede corto señor Lacoste. Si Félix se quedó con un subsidio de 20.000 pesos enviado por la Provincia y a usted le consta, pues haga su denuncia, pero en la justicia, a menos que usted prefiera convertirse en cómplice (Métale ahora que estamos a tiempo, antes que nos represente en el Congreso).

Antes de concluir, solo una aclaración, ya que esta me involucra. Muy suelto de cuerpo –y en su retorcida comparación con la muerte de Favaloro- Lacoste sentencia: “….Los mendocinos estamos ahora en una situación similar. Hemos matado a uno de nuestros más brillantes y generosos talentos…”

Es decir que por el fortuito hecho de haber nacido en esta provincia, El Historiador me calza un sayo que no me cabe por ningún lado. Hacerme participar de un asesinato colectivo –por más que metafóricamente hablando- no merece la menor contestación.

Redacción La Quinta Pata, 03 – 04 – 09

La Quinta Pata

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