martes, 9 de junio de 2009

La fábula de los tordos y el hornero

La fábula de los tordos y el hornero

Dr. Augusto Juan Menéndez

Es sabido que el tordo no hace nido propio: pone sus huevos en nido ajeno; especialmente del hornero. Bueno, esta es la historia de un laborioso hornero – que llamaremos Tito – que con mucho esfuerzo, sacrificio y constancia construyó una casita muy sólida, que era el orgullo del bosque.

Pero un día, apareció una pareja de aviesos tordos que estaban solos, tristes y sin lugar en el bosque. Tanto le imploraron al inocente hornero que acogiera a uno en su nidito, que este, generosa e inocentemente, le dio albergue en él y le brindó generosa y sincera amistad. Pero es del caso que los tordos – fieles a su naturaleza – en poco tiempo comenzaron a poner sus huevos en el nido ajeno y a cazar en el mismo territorio del hornero.

Pero eso no fue todo: poco a poco a los primeros tordos le siguieron nuevos y envidiosos tordos, que hicieron alianza con los primeros y paulatinamente desplazaron al cándido hornero de su nido y usaron este como propio. Migraron entonces a San Rafael varios tordos y tordas y otros amigotes de las “raras avis”.

Los demás pájaros del bosque no lo podían creer, no podían ni entrar a la sala de la otrora vivienda del sabio hornero.

Hasta que un día, unidos los ingratos tordos, fueron a gritarle al chajá Omarcín, que vigilaba el bosque, y a los antiguos honorables chimangos, y entre todos lograron echar al hornero de su nido. Este, al poco tiempo, murió de pena.

Los otros animalitos del bosque se enojaron e insultaban en secreto al chajá y todo el reino hablaba de su mal paso.

Pero allí no termina la historia. Los tordos – que ya eran muchos – comenzaron a pelearse entre ellos por ocupar más espacio en el nido, y el mismo, recargado de estos indisciplinados y ambiciosos pájaros, se derrumbó estrepitosamente.

Los tordos se vieron obligados a volar en busca de nuevos nidos para usurpar y poner sus huevos.

Dicen las malas lenguas que el chajá Omarcín, decepcionado, les quitó el saludo a los mencionados pájaros, y que ahora busca un nuevo bosque donde instalarlos, y hasta él mismo se está buscando otro lugar lejos de estas tierras, en la costa atlántica, bajo la protección de unas aves palmípedas de la Patagonia.

Toda semejanza entre esta fábula del chajá, los tordos y el hornero, y los “adscriptos” del CONICET al Museo de Historia Natural de San Rafael es pura coincidencia, y se debe posiblemente a un error de interpretación de los lectores.

Resulta útil recordar que las fábulas y los apólogos se utilizaron desde la Antigüedad grecorromana por los esclavos pedagogos para enseñar conducta ética a los niños que educaban.

Informaciones culturales y Diario San Rafael, 09 – 06 – 09

La Quinta Pata

1 comentario :

Fernando dijo...

Antes de plasmar mi comentario, quisiera saludarlos y felicitarlos por el diario, el cual leo habitualmente. No obstante, lamentablemente tengo que expresarles mi decepción por esta nota, la cual se debe a que como arqueólogo he tenido numerosas oportunidades de compartir gratos momentos con los investigadores de San Rafael que alude Menéndez. Asimismo, es importante destacar que estos investigadores son muy reconocidos en el ámbito de la ciencia, tanto por sus cualidades personales como científicas (han organizado numerosos congresos, eventos, viajes de campaña y siempre se han destacado por su idoneidad, buena onda y respeto hacia sus colegas). Es muy difícil que un abogado comprenda la complejidad del trabajo en un museo, porque no poseen los elementos de idoneidad necesarios para entender su estructura y dinámica, de modo que sus cometarios acerca de este tema están totalmente sesgados y carecen de sustento alguno. Saludos

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