Dolores Pruneda Paz
"Los fantasmas del masajista" es un libro atípico construido a partir de hechos aleatorios que el autor hilvanó a partir de un recorrido donde conjuga un centro de rehabilitación, un masajista y el fantasma de su madre, un tema de Chico Buarque, una sociedad de declamadoras, un loro y una mortaja futurista.
En el libro editado por Eterna Cadencia, Bellatín construye un relato sobre los límites del cuerpo, la mente y el espíritu que se abre al final y vuelve a comenzar con otro relato, esta vez visual y poético, armado con fotografías tomadas con una cámara artesanal de madera que recrea un clima onírico y azaroso. "Es la primera vez que hago un libro de esta naturaleza.
De pronto tenía una serie de encargos de prólogos, presentaciones y textos que me impedían escribir lo que venía haciendo y decidí cumplir con todos esos pedidos y al mismo tiempo quedarme con un libro", dice Bellatín en diálogo telefónico desde el DF, México.
Esas solicitudes abarcaban la creación de un texto sobre una canción de Chico Buarque para una publicación de música brasileña; un escrito sobre el cuerpo; un prólogo para una edición española de cuentos de Edgar Alan Poe traducidos por Cortázar, una nota sobre moda y futuro para una revista francesa; y un proyecto para un congreso de declamadoras.
Así comenzó a darle forma a la crónica que se inicia en una clínica de San Pablo especializada en el tratamiento de tullidos y mutilados, donde el masajista preferido del protagonista cuenta la historia de lo que cree el fantasma de su recién fallecida madre, una declamadora que ve caer su carrera cuando deja de interpretar canciones populares románticas y toma un tema de Buarque que no logra asimilar.
"Pensé que si hacía un texto sobre cada cosa nunca más iba a escribir lo mío y decidí hacer algo que cumpla con todo, ese fue mi reto: hacer con algo totalmente disímil un mismo cuerpo", asegura y se lamenta por haber retrasado su visita Buenos Aires, una ciudad que lo fascina y a la que espera venir en septiembre.
Bellatín transformó en ficción cada uno de esos hechos: la dramaturga Vivi Tellas, a quien dedica el libro, fue quien lo invitó al proyecto de recitadoras "Estación Pringles" y quien aparece presentando a una oradora en las fotos que forman el relato visual y dan vida a la portada del libro.
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