viernes, 24 de julio de 2009

INDEC, precios e inflación

Precios e inflación

Humberto Tumini

La intervención al INDEC escondió las debilidades frente a los formadores de precios. Hay que partir de ahí para buscarle solución, sino todo es verso.

A finales del año 2006 la inflación se incrementaba a ojos vista. Los principales grupos económicos habían tomado la decisión de aumentar sus márgenes de ganancia subiendo los precios de sus productos, en lugar de invertir más para cubrir la creciente demanda interna. Lo de siempre digamos.

El gobierno de Néstor Kirchner, Moreno mediante, hizo un tibio intento de ponerles límites a estos empresarios -“amigos” en su gran mayoría- a través de un acuerdo de precios, habida cuenta no solo del impacto económico de la inflación, sino también el social y político. Les habló entonces el Secretario de Comercio con el “corazón”, y como es obvio le contestaron “con el bolsillo”: los aumentos continuaron su escalada.

Allí decide entonces el gobierno la nefasta intervención del INDEC. Usó para justificarla dos argumentos. Uno público: había focos de corrupción en el Instituto que perjudicaban al país y -además- había que cambiar el método de medición; ambas cosas, en importante medida, seguramente ciertas. Otro reservado: recortarles las ganancias a los bonistas que tenían en sus manos papeles de la deuda actualizados por el CER. Es decir, según la opinión oficial que la justificaba, la medida estaba orientada a preservar los intereses de la mayoría de la sociedad e iba solo en detrimento de sectores minoritarios y poderosos.

Claro, sucedía que eso solo contemplaba una parte de la cuestión, obviando otras: por un lado que los perjudicados -en diversos aspectos- eran muchos más; por el otro, que se ocultaba así que había también un camino distinto para abordar la defensa de los intereses nacionales y populares mentados.

Por lo pronto y en primer lugar la intervención del INDEC maquilló los números del incremento de los precios, pero dejó la inflación vivita y coleando. ¿Quién no lo sabe y sufre? Por lo tanto no resolvió ni ahí el impacto del aumento de los precios sobre los ingresos populares, y en particular sobre sus sectores más desprotegidos. Que lo diga Néstor Kirchner en su reciente incursión electoral en la provincia de Buenos Aires. No fue allí la causa de su derrota solo la “vieja política”, aunque esta haya aportado su granito de arena.
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En segundo lugar introdujo un alucinante nivel de incredibilidad en la palabra oficial. ¿Pensó tal vez el gobierno que este es un bien no muy importante en la política? Si así lo hizo, qué pobre visón tiene de los valores que debe aquilatar una administración que dice ser portadora de un proyecto nacional de progreso. De esa visión tan errónea solo podía – como ha sucedido – comer la derecha. Que el pueblo crea en la política como instrumento de transformación a su favor, beneficia a los que promueven el avance del país; que desconfíe hasta la incredulidad solo beneficia a los De Narváez, Macri y compañía. Sabido es esto por larga experiencia.

En tercer lugar, este grosero manipuleo de las estadísticas perjudicó también fuertemente a los trabajadores a la hora de discutir el aumento de sus salarios, y a los sectores más humildes al momento de reclamar por más y mejores planes sociales. ¿Si solo tenemos un 15% de pobreza como cuenta el INDEC, 7% de desocupados, y los salarios de los que están en negro van por el ascensor, cómo plantear –por ejemplo – el subsidio universal por hijo?

Todo esto, se podría haber evitado en lo esencial, apretando hace tres años atrás las clavijas de los empresarios formadores de precios para que inviertan aumentando la oferta de bienes, en lugar de subir aquellos en su angurria. Faltó coraje y convicción política para hacerlo. Esa es la verdad de lo sucedido en el INDEC.

La solución ahora no pasa solo por normalizarlo. Algo que se debe hacer por supuesto. Terminando con el manoseo de sus índices. Sin que eso signifique que regresen al Instituto la corrupción anterior o las interesadas y/o atrasadas metodologías de recoger estadísticas, que no medían tampoco la realidad como es debido.

A esa imprescindible medida, hay que agregarle un sistema de control de precios que impida que las grandes empresas, donde se forman la mayoría de aquellos, aumenten descaradamente sus ganancias en medio de la crisis a costa de las espaldas de los que menos tienen. Sistema que debe contar, para ser efectivo, con intervención estatal y participación ciudadana.

Si no todo esto del INDEC será cháchara pura, escondedora en la crítica o la defensa de otros objetivos menos loables.

Movimiento Libres del Sur, 24 – 07 – 09

La Quinta Pata

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