sábado, 25 de julio de 2009

“No se puede abandonar un lugar sin dejar parte del alma”

Ariel Búmbalo

Conocedor como pocos del tema, Pablo Tornello resume con la frase del título el sentido de la añeja batalla por la identidad que dan día a día las comunidades originarias en el desierto lavallino. Y reconoce que si bien se ha conseguido mejorar en algo la vida de estos grupos humanos, aún quedan muchas asignaturas pendientes.

Para el imaginario de los seres humanos, el desierto funciona como metáfora de numerosas percepciones, algunas fascinadoras y benéficas y otras no tanto. Ámbito de prueba, de desafío, de purificación, de redención; también lugar que se devora todo, en el que la intemperie, el viento o la inmensidad a la larga terminan por borrar cualquier huella, cualquier intento de construcción.

Para Pablo Tornello, actualmente diputado provincial, que nació en Guaymallén pero hizo casi toda su carrera estudiantil y luego política en Lavalle y con las poblaciones en torno a las Lagunas del Rosario, ese ámbito, el desierto, es su lugar en el mundo.

Es una elección que trasciende lo político, una opción vital. Tornello lleva más de veinte años trabajando con las comunidades originarias. Lo entusiasman aún los buenos augurios del desierto, la posibilidad del oasis, el trabajo para redimir lo que fue diezmado por la conquista y la colonización. Pero no deja de ser consciente de cómo ese lugar inmenso se traga los esfuerzos más extraordinarios.

Y con sincera preocupación reconoce en la charla que, luego de tantos años de trajines para mejorar, mucha de la gente que sobrevive allí, en torno a las lagunas, sigue sumergida en la pobreza.

Es ese, un poco, el meollo de la entrevista que transcribimos aquí. Se construye un acueducto que llevará agua potable desierto adentro, se han hecho escuelas, centros de salud, se trabaja en una ley de nombres autóctonos y en un diccionario para rescatar lo que queda de la lengua millcayac, pero es mucho más, dice Tornello, lo que queda por hacer.

-¿Cuántas etnias distintas subsisten actualmente en Lavalle?
-En la actualidad la etnia originaria predominante en Lavalle es la Huarpe Millcayac, pero hay once comunidades. Hoy resulta muy difícil encontrar individuos no mestizos. Esto se debe que a principios del siglo XIX fue muy grande el éxodo de hombres, ya que fueron enviados en encomiendas a trabajar en las minas de Chile.

Esto generó que gran parte de la población nativa sufriera un profundo mestizaje, ya que por entonces también sucedía en todo Cuyo un gran movimientos de tropas por las luchas de la independencia. Guanacache, como gran parte del territorio que hoy ocupa el departamento de Lavalle, fue utilizado como refugio por estos grupos, los que se quedaron en el lugar durante bastante tiempo.

-¿Cómo era y cómo es su situación social?
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-Los habitantes originarios de la región, antes de la conquista, se dedicaban a la recolección, la caza y la pesca, y si bien ya habían sido influenciados por otras culturas originarias, como la Inca, el entorno natural no había sido impactado. En él podían encontrar todo lo necesario para la subsistencia. La llegada del conquistador generó un terrible cambio en sus costumbres. El idioma fue prácticamente borrado y se les impuso a los pobladores una religión extraña.

Además comenzó, aguas arriba, un desarrollo económico basado en la utilización del río Mendoza (a través de la implantación de viñedos). Esto hizo que su curso cambiara y su caudal regular disminuyera. Los humedales se vieron seriamente afectados. También comenzó una tala indiscriminada del bosque nativo, especialmente de algarrobos y retamos, para que su madera fuera utilizada en la construcción de parrales y viñas.

Por todo esto la pesca, la recolección de huevos y todo lo relacionado con las lagunas, fue prácticamente borrado como elemento de sustento. La economía fue paulatinamente cambiando su eje y fue reemplazada por la cría de cabras y algunos vacunos. Las características desérticas del entorno hicieron que esta precaria explotación ganadera fuera muy poco rentable, lo que llevó a que los pobladores tuvieran lo mínimo para mantenerse.

Esta situación se profundizó y siguió durante casi todo el siglo XX y es la que hace que en la actualidad las condiciones económicas y sociales de los habitantes sean muy precarias. Si bien en los últimos años se ha fortalecido la presencia del Estado a través de la creación y construcción de escuelas, los tendidos eléctricos, el mejoramiento de caminos y la construcción de acueductos, todavía queda como tema pendiente la titularidad de las tierras y el diseño de un plan integral de desarrollo que, observando y respetando las pautas culturales de los habitantes, permita un mejoramiento concreto en su calidad de vida.

En este sentido, la Comunidad de Lagunas del Rosario, el municipio y la Secretaría de Ambiente del Gobierno de Mendoza, están trabajando para la entrega definitiva de tierras a los pobladores del lugar, trabajo que por otra parte es un ejemplo de participación y respeto, ya que los lugareños han decidido que la propiedad de la tierra sea comunitaria en concordancia directa con sus costumbres y necesidades de manejo.

-¿Por qué motivo gente que fue diezmada e históricamente maltratada insiste en seguir viviendo en un paisaje tan inhóspito como es el del desierto?
-Cada pueblo originario tiene una relación muy especial con el espacio geográfico que ocupa. La tierra no es solamente su lugar de estar, sino que existe una relación espiritual muy profunda y los códigos que se construyen tienen mucho que ver con el entorno que se habita por generaciones. Eso es lo que podríamos llamar cosmovisión.

Sólo se puede entender un territorio si se lo analiza integralmente con la vida que lo puebla. Cuando digo vida, digo toda la vida, ya sea esta animal o vegetal. Hay una armonía y respeto por las cosas que componen el paisaje, y esto tiene un correlato directo en el alma de la gente. Los desplazamientos tienen relación directa con las estaciones y con los ciclos de la naturaleza. No se puede entender la vida de otro modo.

Todo está muy íntimamente ligado. No se puede abandonar el lugar sin dejar parte del alma. Por eso se quedan. Porque esa relación es la que los completa y define como personas. Es imposible analizarlo de otro modo, ya que no vivir allí es como dejar parte del cuerpo, como arrancar jirones de su propia condición humana.

-¿Cómo ha sido, a grandes rasgos, el proceso de integración?
-No ha existido un proceso de integración. Lo que ha habido es una feroz sustitución de culturas. Un reemplazo. Esto ha generado un resultado muy complejo. Una parte que busca en sus orígenes las respuestas, y una parte trasplantada con principios ajenos. En esto la religión ha desempeñado un papel extraño.

Los conceptos que trajo la conquista (propiedad privada, lucro, vagancia, productividad, dinero, etc.) eran ajenos para ellos. Además esto vino acompañado con la sistemática descalificación del indio. Las voces con las que se llamaba a las cosas eran otras. Por eso resulta difícil definir lo que hoy es la huarpidad, aunque todavía estamos a tiempo…

-¿Qué es lo que se ha conseguido, qué es lo que falta y cuáles son los proyectos que están en marcha?
-Han existido muchos avances. Desde la modificación de la Constitución en 1994, que en su art. 75 fija pautas concretas en el tema de los pueblos originarios, se ha podido comenzar a desandar ese camino de despojos. A nivel país se creó el INAI (Instituto Nacional de Asuntos Indígenas), que es el organismo que otorga la personería jurídica de estas comunidades y ha permitido darle visibilidad al problema.

Nosotros, en Lavalle, venimos trabajando desde esa época y aún antes, con las comunidades locales. Estas se organizaron y comenzó un verdadero "auto reconocimiento", en el que ya no resultaba una vergüenza tener sangre huarpe. Comenzó a dársele otro enfoque a la problemática y hoy existe un protagonismo diferente por parte de los habitantes de esta parte del departamento. Si bien es necesario fortalecer la participación y garantizar una democratización en las decisiones, el avance ha sido grande.

Desde la Primera, la Comunidad Güentota, que fue reconocida en 1997, hasta la última, la comunidad Pinkanta, que está a la espera de reconocimiento, se ha establecido una metodología de trabajo tendiente a mejorar la calidad de vida de los pobladores.

Esto es: educación, salud, caminos, obras de infraestructura, etc. La instalación de escuelas albergue posibilitó que, a partir de la década de los ’80, la mayoría de los niños estuviera escolarizada. Después vinieron los colegios secundarios y, en la actualidad, y a pedido de la gente, se han inaugurado en 2008 tres nuevas pequeñas escuelas de modalidad no albergue, lo que permite una proximidad con las familias y un arraigo más eficaz, ya que los niños permanecen en sus casas y no pierden el contacto con su entorno, su realidad y su cultura.

También a fines de los ’90 se realizaron obras de tendido eléctrico en casi todas las comunidades y se construyó el primer acueducto (San José-Lagunas del Rosario). Se inauguró en octubre de 2008, para la Fiesta de Lagunas del Rosario, el enripiado de 30 km, que une San José con esa localidad, facilitando el acceso al lugar y dando mayor seguridad y conexión a los pobladores.

En la actualidad, la Municipalidad de Lavalle ha comenzado una obra histórica, que es la provisión de agua potable a todas las comunidades a través del llamado Acueducto del Desierto, de más de 150 km de extensión.

Se han ampliado los tendidos eléctricos en la zona de San Miguel, Lagunitas y el Forzudo. Durante 2007-2008 se construyeron más de 500 cobertizos para garantizar la protección del ganado a través de un acuerdo entre el municipio y el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Como legislador también he contribuido con esta temática mediante la presentación de proyectos que tienden a ese mismo objetivo.

Por ejemplo: el de la instalación de telefonía celular, la creación de nuevas escuelas, el mejoramiento de los caminos, el reconocimiento de la preexistencia étnica, la adhesión a la Ley Nacional 26.160 (relevamiento de comunidades), la edición de un diccionario huarpe, la ley del nombre (recientemente sancionada), la creación del área de pueblos originarios, bajo la dependencia de la Dirección de Derechos Humanos del Ministerio de Gobierno.

En fin, estas son acciones concretas destinadas a reparar una injusticia histórica y garantizar la proyección de una cultura que estuvo a punto de ser borrada.

-Más allá de las obras concretas y de los beneficios que éstas suponen para los pobladores, ¿cuáles son los objetivos de fondo?
-El objetivo de fondo es lograr lo que decíamos al principio, una verdadera integración de culturas y una proyección al futuro que garantice la inclusión y el desarrollo, no solo económico, sino cultural.

En esto es fundamental la participación y el esfuerzo de todos. Cuando hablo de esfuerzo no hago hincapié solamente en lo económico. El esfuerzo implica abrir el entendimiento hacia otras interpretaciones y a otros modos de relación, en los que el respeto y el acompañamiento del proceso incluyan esa cosmovisión particular del habitante del desierto. 500 años de acción en un sentido no se desandan fácilmente.

Hoy la realidad marca pautas y necesidades concretas y lo que tenemos que revisar es el método de abordaje y satisfacción de esas necesidades. Nadie puede desconocer la importancia de proveer servicios esenciales como el agua potable, la salud, la educación, la seguridad, la conectividad y el acceso a las nuevas tecnologías.

Pero es primordial que el diálogo y la participación de los interesados estén contemplados en el proceso. Garantizar una verdadera democratización en el manejo de las comunidades. Horizontalizar las decisiones y permitir el libre acceso a la información son las premisas de este tiempo de necesaria inclusión, que beneficiarán a todas las partes.

Los Andes, 25 – 07 – 09

La Quinta Pata

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