lunes, 17 de agosto de 2009

El último volantazo que le queda a Jaque para no chocar a “Miss Daisy”

Marcelo Padilla

En primer lugar debería pedirle la renuncia a todo el gabinete ministerial, junto a secretarios, subsecretarios y directores. Sacarse de encima a sus hasta hoy laderos más negativos: Cazabán y Leiva. No permitir que en el juego entre Mazzón y armar un gobierno popular con medidas de emergencia social y económica.

Primero, un rodeo para el gorilaje. El peronismo no es un partido clásico del sistema liberal democrático. Históricamente, desde sus orígenes poco convencionales, el peronismo fue un movimiento político policlasista, representativo de los sectores obreros así como de los sectores productivos conocidos como la pequeña y mediana empresa. Por tanto, es ese carácter policlasista, en tanto movimiento político nacional, el que destierra toda elucubración que lo vincule al fascismo, como tantos lo hicieron y lo hacen. Se sabe, el fascismo fue un fenómeno político social originado en la particular coyuntura europea, específicamente ubicado en la formación social italiana, postcrack del 29. Fue el fascismo una respuesta de sus fuerzas productivas a esa crisis capitalista, que fue global.

En fin, el fascismo tuvo la particularidad de propender a expandirse imperialmente a través de colonias. Sin el apoyo de la clase obrera, el fenómeno italiano se solventó con la pendular ideología de la clase media pauperizada y de algunos industriales poderosos que propendían a un mercado interno fuertemente proteccionista. Y el modelo político fue autoritario por necesidad histórica porque debió enfrentar a un movimiento de masas, obreras en su mayoría, socialistas y comunistas, que le dieron batalla hasta ser derrotadas por las huestes de Mussolini.

Aquí la historia fue otra. El peronismo fue una particular respuesta sustitutiva de importaciones, nacional y popular, del capitalismo periférico a la crisis política e institucional de la década del 30, basada en negociados oligárquicos, fraude electoral y una fenomenal exclusión social en el país. Así las cosas, desde 1946 en adelante, el movimiento peronista anidó distintas tendencias ideológicas, entre las cuales se destacan F.O.R.J.A de origen radical, así como figuras de lo que se llamó luego Izquierda Nacional (Eneas Spilimbergo, Abelardo Ramos, etc.), que se unieron tras un liderazgo que las contuvo: el de Juan Domingo Perón.

Tampoco fue un socialismo porque el peronismo justamente adoleció de una perspectiva teórico estratégica que apuntara a abolir las formas de explotación social capitalistas. Eso también se sabe.
Fue en definitiva un “Capitalismo de Estado” que, en sus inicios, asumió el papel de “Estado Empresario”, con un rol clave del Ejército, para desarrollar fuerzas productivas nacionales, alentado el consumo interno, protagonizando la vida social desde la intervención directa en la gestión de la economía y los servicios sociales, culturales y de salud. Y tuvo sus réditos para la población que vio cómo, en pocos años, creció su nivel de vida en general.
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No vamos a repetir lo que hizo el peronismo en la gran década del 40, tal vez su década dorada. Sin embargo, crisis mediante, el movimiento político más poderoso de América Latina, a pesar de sus 17 años de proscripción, siguió configurando la vida institucional y política del país. No por nada la mayoría de los desaparecidos en la dictadura neoliberal de los 70 fueron peronistas, luchadores populares, sin menospreciar la entrega heroica de otros miles de militantes sociales no identificados con aquella simbología. Muerto Perón y, desaparecida una generación en los 70, el peronismo fue virando lentamente hacia formas liberales de hacer política.

De movimiento popular a partido político institucionalizado en el sistema partidocrático liberal. Luego, el vendaval menemista se encargaría de desalmar la tradición más genuina que levantaba las banderas de justicia social, soberanía política e independencia económica. Por tanto, ya entrado el siglo XXI, el peronismo desangelado no será lo que fue. El kircherismo en el poder tuvo ráfagas bien direccionadas, más discursivas que efectivas de aquel peronismo redentor, no obstante dista muchísimo en sus aspectos más profundamente emancipadores.

Ahora bien, en un juicio histórico medio a las apuradas, desde la recuperación democrática hasta nuestros días, el intento de los últimos años fue lo más parecido, tal vez pálidamente, a lo que se intentó en los años dorados. Debo decirlo con todas las letras. No hubo ningún peronismo más provocador “al poder real” que el de los últimos 6 años. Con sus errores, es el único gobierno que osó toquetear algunos poderes, se metió a molestar, lo que no es poco ante tanta impavidez democratista burguesa desde 1983. Derechos humanos, estatización de los negociados privados con las jubilaciones y pensiones, línea aérea de bandera propia, cierta recuperación de la industria nacional y por estos días, la rescisión del contrato al negocio escandaloso del fútbol televisado, conforman algunos de los baluartes por los cuales, creo, hay que apoyar a este gobierno, debilitado, frente a quienes ya golpean la puerta de la Embajada Norteamericana y amenazan con ríos de sangre. Es decir, desde ahí me paro para pensar la realidad, y lo digo, sin vueltas.

Peronismo local o página en construcción. Esto no es peronismo, me animo a decir. Parece, pero no es. El gobierno provincial se parece más a la jaula de las locas. Gobierno de comidillas. Es que el antijaquismo se ha enquistado en el propio gobierno. Ya no se le puede achacar a la oposición, ni a los medios, su desprestigio. Miembros del staff ejecutivo refunfuñan por lo bajo contra el gobernador que los ungió para su cargo. La falta de liderazgo, el silencio y su escueto círculo áulico son los blancos de la crítica por dentro. Ni hablar del territorio. Es que los que se la tienen que ver con la gente cara a cara todos los días son los propios intendentes que supieron llegar al poder político de sus municipios y nada les luce con un gobierno a cuestas como el provincial. Ya lo dijimos desde esta columna el domingo pasado: Jaque no conduce ni a "miss daisy". Ahora bien, ¿Qué tendría que hacer el gobernador para revertir no solo su imagen sino el rumbo de su gobierno antes que termine estampado contra el paredón?

En primer lugar debería pedirle la renuncia a todo el gabinete ministerial, junto a subsecretarios y directores. Sacarse de encima a sus hasta hoy laderos más negativos: Cazabán y Leiva. No permitir que en el juego de alfiles y enroques entre Mazzón y propender a armar un gobierno popular con medidas de emergencia social y económica.

Algo así como un golpe de efecto, un shock casi de posguerra. Destrabar las relaciones carnales con los grupos económicos que lo cercaron desde su asunción y frenar por ahora la obra minera en la provincia de la mano de multinacionales para evitar los entuertos, las coimas y los vueltos. Convocar a formar un gobierno del pueblo y para el pueblo mendocino. Sentar a una mesa de diálogo sincero a las organizaciones sindicales y sociales para tomar medidas específicas de aquí al 2011. Llamar a la militancia del peronismo a reconstruir el partido desde sus bases y escuchar sus reclamos. El peronismo no habla, pareciera, pero supongo que piensa en algo, se espera.

Poner a disposición de la justicia a todo aquel funcionario sospechado de enriquecimiento ilícito o malversación de fondos. Reinventar su gobierno para diciembre y lanzar sus dos últimos años como la gran apuesta del peronismo mendocino. Implementar un ingreso universal para las familias en situación de pobreza. Cranear un Plan Cultural a dos años, nada más que a dos años, donde se contemplen acciones en los barrios y los departamentos, así como una potente promoción de la prolífica oferta artística local, ligada al turismo interno y externo. Ello también combatiría la inseguridad, tal vez mucho más que los cascos, móviles y gendarmes. Para ello deberá darle un estrecho abrazo a su amigo Scollo, hoy a cargo de la indi-gestión cultural, y convocarlo a un asadito en Malargüe para hablar de bueyes o cabras perdidas. En fin, barajar y dar de nuevo, como se dice. Descentralizar las decisiones y hacer un “gran gobierno de intendencias”, de todos los partidos que las administran. Sumar y no huir.

Poner el pecho y el rostro. Y sacarse esa cara de mufa actoral que lo ha caracterizado desde que protagonizó ese maldito spot contra la inseguridad. Total, perdido por perdido…

MDZ Online, 16 – 08 – 09

La Quinta Pata

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