martes, 4 de agosto de 2009

Gustavo Escanlar: “trato de dejar que las cosas se produzcan con la menor cantidad posible de palabras”

Darío Wainer

Andrea me dijo: voy a editar un libro que te va a gustar mucho, y le creí inmediatamente. La Alemana entró en mi área de atención inédita, en formato pdf, y viajó directamente al Sony Reader.

Era un viernes a la noche muy frío y me intrigaba esa nouvelle con la gran ventaja de saber que me iba a gustar mucho.

Las diez primeras páginas me abrieron el apetito, me reí con el lunfardo de un narrador distante e inmediato, con gran dominio de la historia, pero abrí el paraguas porque esa intensidad, pensé, no se mantiene así nomás, excepto que el escritor sea muy bueno.

Me encantaba sentir la calle montevideana, la sombra porteña, el reviente barrial narrado con una mínima y económica elegancia. Y cuando volví a retomar la lectura, una semana después, fue un sólo tramo: sin escalas, contundente.

Un lector hedonista y complacido puede convertirse en un virus recomendador o un meme.

Me quedé con ganas de conocer al autor de La Alemana. Y gracias a Andrea, le escribí, le mandé unas preguntas por e-mail y, desde Montevideo, Gustavo Escanlar me respondió lo que a continuación transcribo.

- Mientras leía La Alemana, muy enganchado con el tono, pensaba si se sostendría hasta el final. ¿Fue un problema mantener el tono, encontrarlo, recuperarlo ?
GE : Fue un problema, sobre todo por mi método de trabajo, bastante anárquico y desordenado. Cada vez que volvía sobre lo escrito, empezaba siempre e inevitablemente desde el principio. Con lo cual tenía miedo que el principio del relato quedara 'sobreescrito' y el final más descuidado. Así que tuve que generar sesiones de corrección larguísimas, que incluyeran la corrección de un solo tiro desde el principio hasta el final del relato. Por suerte es bastante corto. En cuanto al tono general no, eso no fue tan problemático. Conozco a esos personajes desde hace mucho tiempo, sé quiénes son, cómo se visten, cómo hablan y cómo reaccionan. Y conozco muy bien las calles que transitan, las calles en que se desarrolla el relato. Me resulta fácil, por lo tanto, hablar de ellos y de sus peripecias. Son parte de mi código genético.

- ¿Te gusta pensar en los géneros, y especialmente en la nouvelle, como desafíos formales con reglas y restricciones así como un poeta encara un soneto? ¿Y las obras maestras de nouvelle, Los Adioses de Onetti, Otra vuelta de Tuerca de Henry James, te enseñaron algo?
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- En general no pienso en géneros, las cosas salen como salen. Es más, me gusta pensar en La alemana como parte de un proyecto de aliento más largo, que incluiría también mi otra nouvelle, Estokolmo, y algún otro relato con los mismos personajes y en los mismos lugares. No creo en las restricciones formales a priori al estilo Perec o Maslíah. Es verdad que tanto en la vida como en la literatura trato de hablar bastante poco y de dejar que las cosas se produzcan con la menor cantidad posible de palabras. También es cierto que Onetti y Levrero son maestros en este tipo de relatos. La escena inicial de El pozo, con el protagonista oliéndose los sobacos, es genial y repulsiva, aun hoy, para una sociedad uruguaya demasiado habituada al desodorante benedettiano. Pero me aportó más respecto a los climas y los personajes que en el aspecto formal.
- ¿Podrías autobiografiarte en 10 líneas?
- Nací el 18 de mayo de 1962. Soy hijo único. Soy asmático. Estudié en escuela y liceo católicos y por eso odio a los curas en particular y a la iglesia en general. Me crié en el barrio Palermo. Si sos montevideano, sabés de lo que hablo. Es el barrio de los negros, del candombe y las llamadas. Odio el candombe fuera de Palermo. Es el barrio de los códigos. Tenés que visitarlo. Mi padre era español y mi madre es criolla. Cuando fui a visitar su pueblo natal, donde viven actualmente nueve personas, sus compañeros de infancia me abrazaban y se llamaban unos a otros diciendo ¡llegó el hijo de Demetrio! ¡llegó el hijo de Demetrio!". Estudié medicina, psicología y literatura. No terminé nada. Publiqué siete libros y miles de artículos periodísticos. Trabajé – y trabajo – en prensa escrita, radio y televisión. Muchos me aman. Muchos me odian. Hay quien quiere pegarme cuando se cruza conmigo por la calle. No sé manejar autos ni motos. Consumo de todo, pero lo que me hace más feliz es el consumo de cine, música, literatura y mujeres. Hace unos años me casé. Y a los nueve meses, exactos, nació Violeta. Bueno, eso. Fueron nueve líneas. Me reservo una para el futuro.

La Quinta Pata, 04 – 08 – 09

La Quinta Pata

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