miércoles, 30 de septiembre de 2009

Conversaciones en una carnicería

Juan Pablo Rojas

Si usted anda con ganas de volcarse al estudio social, de desafiar las líneas trazadas en la materia, de medir la capacidad de razonamiento y acción de nuestra benemérita “sociedad”; si anda con ganas de tomarle el pulso a la bendita clase media, hágase un viajecito por las carnicerías céntricas un sábado por la tarde.

La propuesta no es muy atractiva, pero de vez en cuando no está mal sopesar los ardides de la vanguardia nacional. Vaya, sepa cuál es el editorialista tirabombas al que mejor le está yendo. Hágase el viaje; le va a servir; va a tener para comer toda la semana, no por los cortes que lleve –que son bastante onerosos – sino porque las barbaridades que allí se escuchan son un material exquisito. Se podría enseñar historia universal con las atrocidades que salen de esas cofradías.

Los temas en la picota no faltan. A mí me tocó presenciar una cátedra de derecho y administración con filones de humanitarismo en un tono casi revolucionario. Todo esto en torno a la televisación del fóbal.

Uno cree saber qué puede escuchar pero hay que estar ahí para dimensionar la cuestión. El tema, se ve, había despertado preocupaciones que no podían quedar en el acotado paño de la mesa familiar. Apoyados en los carritos, los más opulentos, con el canasto en el vértice del codo, los más pretenciosos, los disertantes extendieron sus discursos.

La introducción fue dada por dos señoras que reclamaban por la falta de respeto hacia los contratos y por el maltrato que sufre el empresariado en este país. Le siguió una magistral clase de administración pública basada en el despilfarro y las necesidades básicas a cargo de un caballero que durante el discurso metió en el carrito, sin relojear el precio, una excesiva pieza de jamón crudo. El cierre fue en tono de denuncia: advirtió que los hermanos de Purmamarca estaban excluidos del mentado “plan extensivo”. Luego, un matrimonio desplegó una disertación conmovedora en torno a problemáticas sociales: pobreza, indigencia, desnutrición, los temas principales. No faltaron las frases célebres: “pan y circo”, los grandes autores: “veintidós hombres corriendo detrás de una pelota”. A modo de clausura un señor recordó con acento paternal no descuidar el avance sobre las propiedades adquiridas.

Roberto Arlt, con inmejorable trazo, describió el sábado como “un día sin color y sin sabor”; un día que "no corta ni pincha en la rutina de las gentes”. Hoy los sábados tienen color, son agitados, son días de conjura, de congregación, días en los que se cuecen las misas de los domingos.

Río de Palabras, 30 – 09 – 09

La Quinta Pata

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