Fernando Toledo
El escritor mendocino recibirá hoy un homenaje público en el teatro Quintanilla, como festejo de sus siete décadas de vida. En esta entrevista repasa su historia como escritor, docente y “activista del arte”.
Juan, su hijo, lo tenía claro desde el principio: “Los homenajes se hacen en vida”. Por eso, hoy, el escritor mendocino Luis Villalba celebrará junto con los suyos y otros colegas - artistas sus “Setenta vueltas alrededor del sol”, a las 20.30, en el teatro Quintanilla (plaza Independencia, Ciudad).
Luis Villalba, quien entre muchos motes prefiere considerarse un “activista del arte”, recibirá el tributo no sólo de sus hijos Juan, Gonzalo y Ramiro, sino también de artistas como Gladys Ravalle, Mariú Carreras, Jorge Sosa, Daniel Talquenca, Julio Rudman, Roberto Chediack, Susana Dragotta, el grupo de folclore Va de Nuevo y el guitarrista Karim Villalba.
Antes de este festejo público por sus 70 años, el autor de La muchacha del café dialogó con Escenario y repasó algunas de esas tantas vueltas alrededor del sol.
–Me gustaría ayudar a los lectores y preguntarte cómo te gustaría que te presentara. ¿Con algún adjetivo, como “poeta”, “narrador”, “cineasta”, “activista del arte” o algo así?
–Cualquiera estaría bien si se le agregara un proverbio que alguna vez leí: “El pez que va a favor de la corriente es porque está muerto”. Por eso, podría definirme como “activista del arte”. El arte, junto con la religión, la ciencia y la filosofía son las barreras ontológicas que hemos levantado para soportar la certeza de la nada. No tengo sentimientos religiosos y mis intereses son amplios en lo demás.
–Si uno se llama “poeta” le preguntan, “¿pero de qué vivís?”
–De todo un poco: profesor de guitarra, vendedor de galletitas, empleado público, guionista, docente…
–Mediabas la treintena cuando llegó el golpe de Estado del proceso. ¿Pensaste en irte del país?
–No. En parte porque era sólo medio consciente de lo que ocurría, a pesar de que me echaron de la Universidad y me pusieron en las listas negras de los medios de difusión. Mis hijos estaban acá y eran chicos. Fue una lotería tenebrosa. Cerca de mí desaparecían compañeros de trabajo, eran chupados delegados del sindicato con los que yo militaba. ¿Por qué a ellos sí y a mí no? No sé. El terror se trata de eso, de la falta de lógica, del capricho asesino, de la cobardía encubierta.
– ¿Has tenido alguna posición política declarada?
– He militado en el socialismo auténtico, en el partido intransigente, en el socialismo popular… y siempre he terminado chocando con la obediencia. No la entiendo, no me gusta. Desde hace un tiempo me acerco a todo aquello que favorece la empatía, la solidaridad, el reconocimiento de los otros, la democracia. Todo lo contrario al capitalismo, que siempre es salvaje, siempre es un robo. Me preocupa la subjetividad enajenada y trato de resistir desde la cultura.
– ¿Qué intereses poéticos te movilizaban hace 50 años, cuando publicaste tu primer libro, y cuáles te impulsan ahora?
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