miércoles, 21 de octubre de 2009

La trampa, el flujo de capitales

Fabián Amico

Argentina tras lo peor de la crisis.

Una mirada panorámica de la Argentina que queda luego del momento más tormentoso de la crisis internacional revela una cuadro heterogéneo y contradictorio. Si se observan los niveles de producción, los ajustes en el empleo, la situación de Brasil (de tanto impacto en Argentina), el diseño de la política fiscal, el freno de la fuga de capitales, los aún favorables términos de intercambio (precios de exportaciones), etc., el panorama que emerge no es muy claro. Los indicadores de actividad parecen insinuar una tenue recuperación (o mejor aún: un “aterrizaje”), pero la tendencia aún no es clara.

La cosa es definitivamente peor cuando se observan aumentos del desempleo con destrucción de puestos de trabajo formales y un inocultable incremento en los niveles de pobreza. Un punto crucial es cómo se podrían afrontar los nuevos desafíos de la etapa cuando, de repente, renace un cuasi pleno consenso de que hay que retornar al FMI, normalizar la situación con los acreedores y recuperar el acceso al financiamiento internacional.

Veamos algunos datos básicos de la coyuntura. Por lo pronto, la recaudación tributaria crece ahora a solo un dígito y se distancia de las cifras proyectadas en el presupuesto. En el tercer trimestre, la recaudación aumentó a un ritmo del 8,1 por ciento nominal interanual y, para cumplir con el presupuesto, debería subir al 15,3 por ciento interanual en el último trimestre. Los impuestos al comercio exterior (retenciones e impuestos sobre importaciones) son los más afectados en 2009, con una merma del 16,7 por ciento.

Como contraparte, agosto y setiembre fueron los meses de menor fuga de capitales del último año. Luego de que la fuga promediara los US$2.000 millones mensuales, en agosto se pasó a US$821 y en setiembre a US$560 millones. Ahora hay una reversión de los flujos financieros, que retornan a la región “selectivamente”. Mientras Brasil lidera la atracción de capitales (es uno de los mercados financieros más grandes del mundo), Argentina integra un subgrupo junto con Ecuador y Venezuela, y entre los tres solo capturan el ocho por ciento del total.

El sector automotriz y la construcción parecen encontrar un “piso” y muestran señales de muy moderada recuperación. La producción de autos desacelera su caída respecto de los primeros meses del año. Pero esto no evita que en el mercado laboral haya evidencia clara de un ajuste en el segmento de empleo formal: en el segundo trimestre del año, el empleo se reduce un 5,1 por ciento anual en las ramas productoras de bienes, mientras que en servicios la merma es de 1,5 por ciento. La construcción muestra la mayor caída en términos relativos (-9 por ciento) y la industria manufacturera la mayor en términos absolutos (51.500 puestos de trabajo perdidos). Una luz podría ser la franca recuperación de Brasil, donde la industria ya recupera un trece por ciento de producción desde el piso de diciembre de 2008. Pero esa luz no es muy fuerte aún.
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La recaudación nacional, que en setiembre ascendió a $26.232 millones, un 9,8 por ciento más que en igual mes de 2008, es un indicador indirecto del nivel de actividad. Se trata del segundo menor incremento interanual del año, luego de agosto, bastante por debajo de la variación del 13,9 por ciento observada en los primeros siete meses del año. Si se tiene en cuenta que mediciones privadas de inflación arrojan un aumento interanual de precios de entre 13 por ciento y 16 por ciento, la recaudación real en el último mes habría caído alrededor del cuatro por ciento. Así, si se divide la recaudación del año 2009 en tres trimestres, se tiene que los impuestos más ligados al mercado interno no muestran signos de recuperación, los provenientes del comercio exterior han sido muy erráticos, aunque mostraron en el tercer trimestre el peor desempeño, y los que aporta la seguridad social han aumentado más.

Este contexto es resultado de dos principales problemas que la crisis internacional le planteó a Argentina: la caída de las exportaciones y la intensa fuga de divisas. La reducción de las exportaciones es un dato exógeno al control del gobierno y tiene que ver con la disminución de la demanda externa por la desaceleración del crecimiento mundial. Pero la salida de divisas no tiene el mismo nivel y en buena medida responde a un esquema de política interna.

La fuga de divisas es una de los factores desencadenantes de la recesión, ya que constituye una forma aguda de contracción monetaria doméstica: todo el mundo abandona sus pesos para ir a dólares. Y esos pesos que salen del circuito doméstico implican una abrupta contracción del poder de compra del mercado interno: el que iba a gastar esos pesos en bienes ahora pospone la compra y adquiere dólares. Lo mismo vale para una gran empresa que iba a realizar una inversión o incluso para un fondo financiero que podría haber realizado operaciones en pesos.

Pasada la tormenta, la expectativa es que esos capitales regresarán. Y según estimaciones privadas, el flujo de capitales hacia economías emergentes se estaría reactivando y se espera que tal tendencia continúe para 2010. De allí que las actuales negociaciones con los organismos internacionales de crédito vuelvan a la palestra, ya que eso podría conferir otra “reputación” a nuestro país para pasar a formar parte del grupo de países “sensatos” (Brasil a la cabeza) y conseguir incrementos en el flujo de capitales hacia nuestra economía. Si la fuga fue causa de contracción, el retorno apuntalaría la recuperación.

Pero las cosas no son tan lineales. Argentina transitó estos años de crecimiento record sin financiamiento externo y sin “asistencia” del FMI. Por lo demás, un oportuno paper reciente del Center for Economic and Policy Research, de Mark Weisbrot y otros, encuentra que el FMI no cambió un ápice en estos años. Los autores muestran que 31 de los 41 países que realizaron acuerdos recientes con el FMI han sido sometidos a políticas macroeconómicas procíclicas que exacerbaron la desaceleración económica.

Por lo demás, al flujo de capitales puede ser una verdadera trampa de recesión y pobreza. Al cierre de esta edición, el economista indio Amit Bhaduri se refería a dicha trampa en un seminario organizado por el Cefid-Ar en Buenos Aires. Para Bhaduri la trampa reside precisamente en que los países subdesarrollados sufren intensamente la salida de capitales (las fugas de divisas). Por ello, buscan “demostrar” que son “confiables” ante los ojos del capital financiero. La agencia que otorga el certificado de “confiabilidad” es el FMI. Entonces, buscan la aprobación del FMI para ser “creíbles”. Pero esa aprobación del FMI incluye como condición el freno y anulación de las políticas expansivas, redistributivas y de desarrollo, conformando un círculo vicioso. La forma de sortear la trampa, explicó Bhaduri, es minimizar la dependencia respecto del capital externo en lugar de profundizarla.

En esta línea, el argumento de que el acercamiento al FMI y la reinserción del país en el circuito financiero internacional induciría un despegue de la inversión es sumamente débil desde el punto de vista productivo. Los empresarios invierten solo si creen seguro que el mercado para sus productos será más grande. Por más crédito que exista, eso no inducirá una mayor inversión si el nivel de actividad se estanca o se derrumba, aunque los medios proclamen que Argentina es un país “serio” y que baje el riesgo país a la mitad. La inexistencia de argumentos económicos sólidos contra las políticas expansivas, no evita que exista una férrea oposición política e ideológica de los sectores financieros que algunos economistas “internalizan” en sus modelos bajo el rótulo impreciso de “expectativas”. Esta oposición va más allá de las ganancias efectivas que obtienen las empresas: no parece “sano” que el Estado maneje el nivel de actividad y de empleo con independencia de los flujos financieros internacionales, ni se lleva bien con el famoso “clima de negocios” que el gobierno utilice medios “artificiales” para manejar el ciclo económico. ¿Dónde quedaría el poder de veto sobre la política económica que ejercían estos sectores? ¿Qué será de la “disciplina” laboral si el gobierno tiene la “populista” idea de priorizar ante todo la reducción del desempleo? Aunque los economistas convencionales tienen memoria corta, mucho de este menú se usó pragmáticamente en Argentina en estos cinco años de crecimiento récord. Así se demostró que ese era un camino factible y que en los noventa la zanahoria del financiamiento externo y del FMI habían sido solo espejismos con funestas consecuencias reales.

Semanario Nuestra Propuesta, 21 – 10 – 09

La Quinta Pata

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