sábado, 12 de diciembre de 2009

Rolando Concatti: “quisimos transformar la vida de la gente”

Ariel Búmbalo

Es inminente la publicación de “Testimonio cristiano y resistencia en las dictaduras argentinas”, la obra más reciente de Rolando Concatti. Se trata de un libro testimonial, en el que el reconocido autor de “El tiempo diablo del Santo Guayama” recrea el trabajo de resistencia del ecumenismo en los ’60 y ’70. Aquí, una entrevista en la que Concatti habla sobre contenidos y significado de esta nueva obra.

- ¿Cómo fue que surgió la idea de este libro
-Podríamos decir que sin pensar en el libro he venido trabajando en él durante muchos años. Relata laexperiencia de un grupo de bastante importancia en Mendoza, en determinada época más que ahora, hablando de mediados de los '60 en adelante. Fue un tiempo muy especial, al que siguieron los '70, que fueron todavía más urgentes.

En aquellas circunstancias se armó un grupo de católicos y de protestantes que fue un hecho inédito e insólito, ya que después tampoco se ha vuelto a repetir. Entonces hemos reunido documentos de aquella época y luego yo he escrito sobre eso. Rememora una tarea de mucha gente.

-¿Entonces es una obra colectiva?
-No. El libro finalmente lo he hecho yo, si bien hay aportes testimoniales de muchos. Es un libro testimonial.

Muchos años después de los acontecimientos nos ha parecido a varios una deuda no tener escrita esa historia, que es bastante singular no sólo por la época sino también por el grupo que se formó. Además, gente que se hizo cargo de cosas importantes, de los presos políticos y de un acontecimiento mayor en Mendoza como fue el refugio de los chilenos después del golpe de Pinochet.

-Es decir que lo que se cuenta no es sólo la resistencia a las dictaduras argentinas sino también a Pinochet...
-Claro... Además el libro se llama "Testimonio cristiano y resistencia -en las dictaduras argentinas-", aunque en realidad historia desde 1963, cuando no teníamos una dictadura sino el breve gobierno de Illia, hasta 1983, cuando acabó la durísima dictadura iniciada en el ’76.

-Hace un momento hablabas de "un grupo especial de gente". ¿A quiénes te referías en concreto?
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-Bueno, lo que intento en el libro es explicar lo que es y lo que era en ese momento el ecumenismo. Es decir la aspiración permanente de los cristianos a una unidad mayor, aspiración que surgía al mismo tiempo en medio de una vivencia dificultosa por las duras separaciones que se habían dado en las Iglesias. Fui historiando desde los antecedentes, porque esto ocurre, por decir así, después del gran impacto de la Segunda Guerra Mundial.

Creo que la gente no tiene tanta conciencia de eso, porque después los yanquis contaron una historia triunfal según la cual fue todo una suerte de epopeya. Y en realidad fue un golpe anímico muy duro para el mundo, en especial cuando terminada la guerra se conoció lo que habían sido las víctimas, los campos de concentración, la brutalidad de un lado y de otro.

Y después de ese momento depresivo, que da lugar a la aparición -entre otros- del existencialismo, hay un muy curioso resurgir de una búsqueda distinta, particularmente en la juventud, en movimientos nuevos, con un énfasis revolucionario fuerte, en momentos de descongelamiento del imperialismo.

-¿Y ustedes de qué manera acompañaron ese momento de efervescencia de los ’60?
-Yo era cura en ese momento. Pero claro, nuestro propio ingreso a la Iglesia había sido muy diferente a lo que se podría pensar ahora. En ese momento se pensaba a un sector de la Iglesia como una punta de lanza de la transformación, como un aliado del proceso revolucionario. En lo que tiene mucho que ver el llamado del Concilio Vaticano II y todo lo que eso significó, como si dijéramos algo que casi dio vuelta a la Iglesia como un guante.

-Es decir que dentro de la misma Iglesia surgió un sector con intenciones revolucionarias…
-Muy fuerte, muy fuerte. Es que se venía de una época oscurantista y hubo una explosión.

Teólogos y obispos que habían escrito y que habían permanecido prohibidos se volvieron conocidos y populares. Yo lo viví en carne propia. Porque del seminario al que entré debería haber salido mucho más clerical, y fue exactamente al revés. Pero por qué. Porque el mundo giraba en torno a ideas transformadoras. Entonces, en su primera parte el libro explica las diferentes formas de ecumenismo y por qué se dio esta eclosión, que no sólo fue acá sino en el mundo entero.

Es un momento de expectativa espiritual muy fuerte que se expresa en la aparición de una serie de movimientos, de los que ahora no tenemos tanta memoria pero que fueron realmente importantes en todo el mundo, en la Argentina y particularmente en Mendoza. La gente de esto casi no se acuerda, no ha sido relatado. La dictadura en este sentido hizo un trabajo muy eficaz. Por la represión consiguió que muchas cosas no se pudieran decir entonces, y desde entonces nunca más.

-¿Cuáles fueron los movimientos en Mendoza?
-En Mendoza hubo varios movimientos espirituales distintos: a varios los cito. Desde el Movimiento Emaús, que estuvo detrás de lo del barrio San Martín, hasta esotéricos como el de CAF (Caballeros Andantes del Fuego).

En los barrios el intento fue de transformar la vida de la gente desde adentro, que era una cosa como pan de cada día del activismo militante. En este ínterin ocurre un hecho muy importante, como es que los curas mendocinos tienen un enfrentamiento fuerte con la jerarquía. Concretamente con el obispo auxiliar Miguel Medina. Un grupo que fue conocido como los 27, porque éramos 27 curas mendocinos.

Medina fue luego el gran obispo de la dictadura. En ese entonces era auxiliar, era el segundo de Mendoza. Tuvimos una serie de encontronazos y entonces le pedimos al obispo Buteler que lo sacara. Él nos dijo que esperáramos, que ya venía el cambio; pero nosotros queríamos más, queríamos que al interior de la Iglesia se hiciera más o menos público las inconductas de este tipo, que era un miserable. Bueno, esto desembocó en un enfrentamiento muy fuerte que significó que en determinado momento la mitad de los curas de Mendoza presentáramos la renuncia.

Esto es lo que se va contando en el libro. El proceso de politización, el tema de los barrios, la construcción de organización popular y después la venida de los chilenos. Se creó un comité, el Comité Ecuménico de Acción Social, que consiguió la protección Acnur, la secretaría de la ONU para los refugiados.

En diez años llegaron cerca de cien mil chilenos al país, más de la mitad por acá, por Mendoza. Los más comprometidos fueron refugiados. Casi 9.700 personas. La mayoría de la sociedad no tiene ni la más pálida idea de este acontecimiento. Fue dramático y desgastador; hubo que inventar asilo, escuela y trabajo para toda esa gente.

Está relatada también la aparición del movimiento de derechos humanos, que sigue hasta ahora…

-¿Qué impacto tuvo en ustedes la alternativa de la lucha armada?
-Aquí hay que hacer una distinción. Si hablamos de todo el movimiento ecuménico, muy reservada porque el movimiento ecuménico es esencialmente pacifista. Y por otra parte, el planteo significaba para toda la gente con la que se estaba trabajando un riesgo mayor.

Individualmente, y por pequeños grupos, el grupo al que yo representaba, los Curas para el Tercer Mundo, hubo vinculaciones diferentes en cada uno, y en algunos casos muy intensas. Y es que era ineludible en la época.

-¿Y cuál fue la acción de ustedes después del ’76?
-Fuimos nosotros los organizadores del Comité de Derechos Humanos. Luego del golpe del ’76, que es lo que allí está contado, hubo que armar una red para propiciar el exilio de mucha gente. Muchos no nos pudimos ir por esta situación. Y después, algo que también no es muy conocido, que es lo que se llamó el refugio interno, que fue una red importante de protección, de ayuda, de pequeños recursos para la gente que se quedó, que estaba escondida, que tuvo que sobrevivir. Eso también está contado en el libro.

Y después hay una última parte donde cuento lo del conato de guerra con Chile, en el ’78, algo muy fuerte a nivel popular y a nivel de militancia. También la Guerra de las Malvinas. Esta última mucho más lejana para nosotros.

-¿Cuál fue tu participación dentro de todo este proceso que me contaste?
-Yo he formado parte del grupo organizador y presente durante todo este tiempo.

-Pero, digamos, tu proceso espiritual, ¿cómo fue? Porque terminaste renunciando al sacerdocio…
-Yo terminé saliendo de la Iglesia en 1973. Es decir poco tiempo después de la elección de Perón. En fin. Eso lo he contado por otro lado y acá no me meto…

-Pero este proceso que vos me has venido contando hasta ahora, ¿contribuyó a que vos te alejaras...?
-En parte sí. Las expectativas que creó en nosotros el Concilio Vaticano II se vieron malogradas y en realidad quedó al descubierto lo que probablemente no podía ser de otra forma. Es decir que las estructuras de la Iglesia, y sobre todo las autoridades de la Iglesia, no fueron cambiadas.

Entonces el Concilio fue dejado cada vez más de lado y se retornó a lo que podríamos llamar la época preconciliar. Luego nosotros quedamos descolocados, ya que esta Iglesia en la que habíamos creído tanto nos pedía una adaptación de retorno que no estábamos en condiciones de aceptar. Era una Iglesia que nos había abandonado y a la que no le venía tan mal que nosotros nos apartáramos.

-Visto desde ahora, ¿qué te parece que quedó de todo eso?
-Hay dos cosas para distinguir. Una, lo que se puede llamar la asistencia a la multitud de gente que padeció, particularmente los sectores populares, las víctimas de la dictadura y todo eso. Eso me parece que es el resultado bueno.

Ahora el gran sueño político que había detrás de todo, fracasó, sin dudas. Fracasó en los términos en que hoy lo podemos evaluar.

Qué es lo que queda… Es siempre una incógnita cuya respuesta se reserva el futuro. Nosotros mismos somos la prueba, esta historia que te estoy contando; llegamos a ser militantes fervorosos de una Iglesia que antes estaba totalmente apagada, como era la Iglesia de los años ’30 o ’40, una Iglesia cómplice del nazismo, y que en muy poco tiempo dio en el mundo un giro espectacular.

Yo creo que en la historia, sin necesidad de ser creyentes, hay bastantes sorpresas. Porque las simientes están. Hay virus y hay bacilos de cambio social y de transformación religiosa que no están muertos. Y en algún momento vuelven a salir e infectan al mundo.


Los Andes, 12 – 12 – 09

La Quinta Pata

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