M. Luz Gómez
Comienza el ciclo lectivo; resurge el debate educativo y con él las distintas planificaciones. Por un lado, la del gobierno de Mendoza que ya intenta matizar problemas y dificultades del ámbito educativo arrastradas por largo tiempo con promesas de cambio que van desde la mejora en las condiciones de trabajo hasta el aumento en el presupuesto destinado a educación. Esto es acompañado por las políticas ¿pensadas? y ejercidas por López Puelles, director general de escuelas, que, restando en experiencia docente y elevando a la raíz cuadrada la falta de seriedad con que se es tomada la cuestión educativa en nuestra provincia, intenta asegurar a toda costa un festejo vendimial sin docentes molestando en el carrusel, un inicio de clases lo más normalmente posible y el respectivo cumplimiento de los 181 días obligatorios; todo esto sin dejar de disimular las precarias condiciones en que se encuentra la infraestructura de las escuelas supuestamente recorridas por él al inicio de su gestión, la conflictiva condición laboral de los docentes, los elevados niveles de repitencia y deserción escolar, y la existencia del analfabetismo que actualmente sorprende a nivel mundial.
Por otro lado, y en este contexto, aparecen las planificaciones del sector docente que ya va perfilando un año de difíciles y tensas relaciones con el gobierno ya que no sólo debe hacer el esfuerzo de adaptar a sus programas las ilógicas y muchas veces irrealistas políticas que la DGE manda a implementar, no sólo debe dictar clases con los escasos, bajos y hasta a veces inexistentes recursos e infraestructura con que cuentan las escuelas, no solo debe enfrentarse, responder y hasta hacerse cargo de las condiciones de pobreza y violencia en las que se encuentran muchos de sus alumnos asumiendo las responsabilidades que esto implica, sino también y además de todo debe luchar porque este trabajo sea equitativa y justamente remunerado.
Frente a esto cabe pensar: si el docente es uno de los pilares de la educación, si la educación es la fuente del desarrollo y crecimiento de cualquier grupo humano y por ende de cualquier pueblo, ¿no es justo que el trabajo docente sea dignificado? y esta idea de dignificación ¿no debe contemplar buenas condiciones laborales? y una condición laboral ¿no es un salario justo?
Se habla de docentes transformadores de la realidad, voluntarios y dispuestos al cambio, esperanzados en el futuro de sus alumnos, todas ideas que pueden cumplirse si de una vez por todas se toma en serio a la educación y a sus agentes y/o promotores.
Río de Palabras, 14 – 02 – 10
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