domingo, 14 de febrero de 2010

Sida, un problema de género

Penélope Moro

Informes oficiales y de organismos activos en la lucha contra el sida indican cierta reducción en la transmisión del virus a nivel global. No obstante, los condicionamientos socioculturales que ubican a las mujeres en situación de inferioridad respecto a los hombres, han provocado que la tendencia de la feminización de la enfermedad aumente.

Al carecer el HIV/Sida de un tratamiento o una vacuna que elimine el virus efectivamente, los modos de prevención se limitan a políticas públicas de educación e información. Son dos esenciales herramientas que parecen no haber llegado a destino al advertirse que, a través de los principales estudios de género del país, la mujer joven, heterosexual y pobre es la principal afectada.

Desde sus inicios, en los 80, científicos y medios de comunicación divulgaron irresponsablemente información errónea acerca de la enfermedad. Así, se instaló el prejuicio que vinculaba exclusivamente a la población gay con el virus. Se propició de este modo la falsa idea de que los sectores heterosexuales estaban exentos de contraerlo. Esto provocó no sólo una cruda estigmatización y culpabilidad hacia las personas homosexuales sino también la desprotección del resto de la población.

Hoy, el 80% de los/as infectados/as con HIV/Sida en el país contrajo el virus mediante relaciones sexuales heterosexuales, según el último reporte del Ministerio de Salud de la Nación, y el número de infectadas crece. Tienden a igualarse los casos entre hombres y mujeres debido a la violencia física y simbólica a las que el sistema social las somete.

Las desiguales relaciones de poder que afrontan las mujeres desde niñas obturan sus posibilidades de decidir en cuanto al modo de practicar su sexualidad y las inhibe en el libre ejercicio de sus derechos. Quien sufrió actos de violencia por parte de un varón en su infancia, o vio a su madre padecerlos, tendrá su autoestima avasallada y perderá capacidad de elegir por sí misma, de exigir protección. Esto se refleja en los datos del informe citado que indica que las más afectadas por el virus tienen entre 14 y 25 años. Predominan las más pobres, las carentes de acceso a información, a educación sexual y reproductiva, a servicios de salud.

La desinformación, por omisión o viciada de mitos y prejuicios, promueve no solo que se propague la enfermedad sobre los/as más vulnerables de la sociedad, sino que se legitime la discriminación a quienes portan el virus. Estado y sociedad deben centrar la lucha contra este problema no sanitario, sí social, en políticas públicas amplias de información y educación, basándose en una perspectiva de género, visibilizadora de diferencias, superadora de desigualdades y accesible para todos y todas.

Río de Palabras, 14 – 02 – 10

La Quinta Pata

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