domingo, 7 de marzo de 2010

Y la tierra sigue temblando

Chile, es como un raspón en el mapa
Pablo Neruda.

Sergio Peralta
*
Hay que reconocer que por más que se viva en un lugar, en donde es habitual que la tierra tiemble, es muy difícil habituarse a ello y mucho menos responder de manera calma y reflexiva.

El sábado 27 de febrero en la madrugada, se produjo un terrible desastre, nada ni nadie puede estar preparado para semejante caos. En la provincia de Mendoza se sintió como si las casas estuvieran montadas en una balsa a la deriva en un río muy caudaloso. Despertarse mareado, estar en una fiesta y salir despavoridos por el miedo y desesperación, conducir por una ruta que se agita como una víbora, ver los postes y cables que se tensan y destensan y emiten el mismo sonido que una guitarra mal afinada, escuchar golpear el agua contra las paredes de piletas y tanques de agua; son algunas de las sensaciones que se pueden describir, estando lejos del epicentro del terremoto que soportó Chile. Separados por una inmensa cordillera, que en Mendoza tiene su punto más alto, el desastre se sintió como con sordina. Las radios, todas, estaban en automático o en el peor de los casos apagadas, como si después de la media noche no ocurrieran cosas en el mundo, los canales de televisión locales transmitían estúpidas series o películas de la década del 80 y no informaron de nada hasta muy entrado el desastre. Buscando datos, porque hay amigos “del otro lado” y por saber y comprender la magnitud del desastre, se pudo encontrar en Televisión Nacional de Chile los primeros datos del terremoto. La sorpresa fue tremenda cuando un equipo movilero de la TV, cerca de las 4:40, comenzó a transmitir desde la autopista 5, columna vertebral del transporte de Chile. Ubicados a un costado de la ruta y protegidos por un guarda-rail, reportaban que no había llegado aún personal de carabineros ni de seguridad al lugar y no estaba señalado el desnivel que se había producido en la ruta por la fractura de la tierra. Ese fenómeno tremendo de rotura, generaba un salto de por lo menos 30 centímetros. En la oscuridad del lugar solo mitigada por el reflector de la cámara, los autos que pasaban rápidamente buscando sus destinos, literalmente saltaban al encontrarse con esa rampa. Muchos salían descontrolados y tirando chispas al mejor estilo Hollywood. En ese caso la miserable tarea de reportar la noticia de la manera más sensacional posible, impidió al equipo del noticiero a señalizar de alguna manera la rotura, por lo menos para evitar posibles nuevas muertes.

Otro caso miserable fue la re-transmisión en vivo por parte de los medios, ahora de la Argentina, de las playas de Hawai, mientras esperaban la llegada de Tsunami, los titulares decían “se espera la llegada de la ola a las 11:05 hora de Hawai, 18:05 hora argentina”. El morbo llenaba las pantallas, hablaban de alturas inesperadas, de velocidades increíbles, había que mostrar la llegada de la muerte con minutos y segundos; nadie se percató de que el desastre del agua no llegaría tan lejos, pueblos enteros de la costa chilena fueron borrados por un mar enloquecido. El paisaje se transformó, en las calles se veían, aún se ven, lanchas apiladas sobre los árboles, estaban en el lugar equivocado; en el agua lejos de la costa, las casas flotaban como barquitos a la deriva.

Esta vez los medios perdieron el sentido, transitaron un camino sin retorno, el del hijaputismo, se han exacerbado los datos más terribles, como si no fuera suficientemente terrible que la tierra se haya vuelto loca y destruido todo lo que sobre ella estaba.

*Los Barriales

La Quinta Pata, 02 – 03 – 10

La Quinta Pata

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