domingo, 25 de abril de 2010

Abril, dramas y épicas menducas

Ramón Ábalo

Casi mordiendo abril, el 30 de marzo de 1982, los mendocinos salimos a la calle, rompiendo la monotonía estival, soñolienta y pasiva, para gritar la bronca contenida en medio del terror "procesista", sintetizada – la bronca – en el reclamo de Paz, Pan y Trabajo, que reclamara la CGT. Y como una réplica, el grito retumbando en los cuarteles y mazmorras y en las oscuridades anímicas de generales, almirantes y comodoros; en cardenales, obispos y cipayos, sirvientes del terror genocida.

Abruptamente en Mendoza el pueblo horadaba el mito de "conservadora" y el manto de niebla tendido por la dictadura y le enrostraba su esencia genocida. Benedicto Ortiz fue el mártir de la jornada, y varios heridos como el viejo luchador J. Antinori, amigos y compañeros de luchas proletarias inclaudicables. Las calles del centro ciudadano mendocino eran estremecidas por la pueblada, verdadera pueblada con olor y esencia insurreccional de los "nada de la Patria sublevada" que advirtiera Scalabrini Ortiz en aquella otra pueblada del 17 de octubre de 1945.

Horas después, el 2 de abril de 1982, el terror cuartelero pretendió convertirse en un heroísmo del que habían abjurado desde el fondo de la historia reciente. En Malvinas, bastardeada y sollozante, naufragaron los sueños autoritarios del sistema, ya acosado por la certeza universal de su esencia genocida. La ineptitud guerrerista y la cobardía los hundió y en el funeral estuvieron – estuvimos – los millones de argentinos, con sus seres queridos asesinados y desaparecidos, con sus exiliados y excluidos, para hacer de la gran bronca una épica de la rebeldía. Los genocidas lo reconocieron: "...fuimos derrotados por el empeño y la fuerza de los organismos de derechos humanos y no por lo de Malvinas", lo reconoció un general de la Nación.

Casi exactamente una década antes, el 4 de abril de 1972, ese mismo pueblo mendocino, en las calles y frente al poder militar-conservador, hizo arder esos mitos de la pasividad menduca. En los rescoldos centelleaban gestas antiguas – la sanmartiniana y continental – nada menos que para alumbrar la libertad de los pueblos del Sur.

Herederos de esas gestas son, en el plano más alto y actual, los piqueteros, los laburantes, los desocupados, los excluidos: los pobres de una Argentina que no baja los brazos ni claudica. Por delante quedan batallas a librar desde las trincheras populares para enfrentar a los enemigos de siempre: las oligarquías – ahora la sojera de la pampa húmeda – el poder económico y financiero de la alta burguesía y sus socios de los monopolios imperialistas. Con estos enemigos no debe haber tregua ni conciliación, menos reconciliación. Es el enemigo principal. Y para enfrentarlo, claro que sí, tenemos que ser amplios para el logro, primero, de la unidad de todos los que somos víctimas y transitar hasta el asalto final. Algunos quedarán en el camino y otros seguiremos hasta ese final que, en verdad, será el comienzo de una plenitud de vida, herencia de los millones de heroínas y héroes anónimos en la pelea cotidiana por un país mejor, por un mundo mejor.

La Quinta Pata, 25 – 04 – 10

La Quinta Pata

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