domingo, 18 de abril de 2010

De fragilidades y fortalezas

Marisa Vásquez

Los ’90 trajeron vertiginosos cambios provocados por una economía que ofrecía un mundo sin fronteras, unificado, volcando excedentes para todos con un avance tecnológico impensado.

Toda esta fantasía vino acompañada de transformaciones reales como las privatizaciones y la desregulación de la economía.

Más temprano que tarde irrumpe la flexibilización laboral, la extensión de la jornada laboral hasta límites inhumanos, desocupación, ajuste, exilio por causas económicas.

El vaso nunca rebalsó… el “excedente” nunca derramó. El neoliberalismo invadió y conquistó en parte nuestra subjetividad, los miedos comenzaron a ser un modo de ser, con el consecuente correlato del sufrimiento psíquico.

La soledad, el vacío, la desconfianza, el desencuentro y fundamentalmente la confusión, fueron fragilizando las redes sociales y los grupos.

Este contexto alienante, sumado a aspectos individuales disposicionales, fue fragmentándonos y dando lugar a la aparición de nuevas patologías – y viejas con características nuevas. La depresión, el narcisimo, los trastornos de alimentación, el síndrome de pánico, la sobreadaptación, las fobias, el estrés, la violencia en las relaciones interpersonales fueron algunas de las maneras en que ese sufrimiento se expresó en lo individual, en lo personal, en esa experiencia demoledora del “nuevo orden”.

Los modelos de identificación planteados estaban alejados de nuestra realidad y de la satisfacción de nuestras necesidades concretas provocando tensiones y ansiedades. La inseguridad, el daño a la autoestima, los sentimientos de vulnerabilidad, generaron estados de malestar en el sujeto, en los grupos y en las instituciones. Este paradigma requirió de sujetos fragilizados y confundidos que pudieran negar su realidad y sus necesidades. Sumisos y sometidos, desapoyados y convencidos por la “salvación” individual. Este camino no se recorrió sin contradicciones y con la resistencia siempre activa de pequeños grupos.

De esas resistencias emergen en la región líderes desde los pueblos originarios, desde el sindicalismo, de las organizaciones de liberación de los ’70 y las mujeres, como referentes y representantes de las pequeñas grandes mayorías.

Algo continúa cambiando. Hoy los pueblos buscan a alguien que permita una identificación más cercana, de un modo más independiente, más orgullosos de lo propio.

Pareciera que de esa identidad, sumergida por el pastiche globalizante, comenzaran a brotar sentimientos de valoración de lo propio.

Esto, evidentemente, no se transita sin avances y retrocesos. Aquí mismo en los últimos días ganaron protagonismo en la TV, los menem y los duhalde, verdaderos representantes y ejecutores de las políticas devastadoras al tiempo que en Chile triunfa la derecha. El capitalismo salvaje en parte sigue vigente pero no sin resistencia y sin lucha.

Río de Palabras, 08 – 04 – 10

La Quinta Pata

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