Alfredo Saavedra
En una de sus ediciones esta semana, uno de los más importantes diarios canadienses publicó en la primera página la foto a gran tamaño de un destacado jugador de básquetbol quien en una práctica de fogueo se lesionó un codo, que lo inhabilitará de participar en próximos juegos de las grandes ligas de ese deporte, para consternación de los aficionados.
En la misma edición, fue relegada a las páginas interiores la noticia de los esfuerzos que se hacían en el intento por rescatar con vida a medio centenar de mineros, soterrados por una explosión el día anterior en el estado de Virginia, Estados Unidos. De igual manera, días antes de esa publicación, se produjo en el mismo importante diario la aparición de una foto también enorme en primera página, del jugador de golf Tiger Woods, “Tigre de madera”, dentro de la secuencia del llamado escándalo que involucra al deportista y a una legión de mujeres a cual más bellas, aunque señaladas algunas como menos prostitutas que otras, haciendo la salvedad de su mujer, una adorable rubita escandinava, víctima de todo el enredo.
La mentada foto de “Tigre de madera” y su respectiva nota periodística fue destacada con mayor relevancia que la noticia de uno de los numerosos terremotos, con su secuela de daños, de los que han castigado en las últimas semanas a diversos países del orbe, causando muerte y destrucción para dolor y miseria de numerosos segmentos de población humana.
Así es como valoran los medios de comunicación la noticia en estos países del superdesarrollo, dentro de la esfera del capitalismo. Pero como los medios de comunicación se insertan en el diafragma del mercado, la noticia entonces es una mercancía y su destino de venta depende de la calidad que demande el consumidor. Y el consumidor dentro de esta sociedad de consumo, no es tan sensible como puede ocurrir en otras culturas a los sucesos que reflejan tragedia. Cuando menos esa será la concepción que tienen los que controlan los medios.
“Tigre de madera” tiene el rango de mejor jugador de golf en el mundo, un deporte antiguo practicado en su mayoría por las élites privilegiadas en la mayor parte de países. Aunque en las naciones capitalistas como Canadá no es un deporte acaparado por la aristocracia, no tiene la popularidad de los deportes de masa como el fútbol, el básquet y el baseball. Los campos donde se practica el golf, casi siempre tienen como únicos espectadores a los árboles que circundan esas áreas. Aún en los predios donde se juegan los campeonatos que le han dado prestigio a “Tigre de madera” y donde ha logrado colocarse como campeón de ese deporte, la concurrencia no es mayor que la que puede asistir a una misa de domingo en cualquier iglesia.
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