domingo, 18 de abril de 2010

Ruina de iglesia católica por causa de curia perversa

Alfredo Saavedra

Juan Pablo II está en espera de una santificación que no merecerá después de la revelación reciente de que igual que su sucesor, el actual Papa Benedicto XVI, encubrió abusos sexuales en niños, perpetrados por destacados miembros de la curia que de diferentes formas recibieron protección del Vaticano, tras sus fechorías en contra de menores que en su momento la autoridad de la Iglesia creyó sellar en los secretos del ministerio eclesiástico.

Cierto que Juan Pablo II, venerado por las multitudes de la grey católica y elevado a la categoría de héroe por el liderazgo político de Occidente tras la caída del bloque socialista, soslayó una participación directa en ese encubrimiento, pero su conocimiento del criminal cometido no lo absuelve de responsabilidad. Parafraseando la máxima popular de que hechor y consentidor pecan por igual, queda esa mácula en el pontífice polaco en espera de canonización.

Desde luego que quien está ahora en el ojo del huracán de la crítica es el actual pontífice Benedicto XVI, a quien se le atribuye responsabilidad en la alcahuetería en los desmanes de la curia en su totalidad ya que durante el papado de Juan Pablo II tuvo la prefectura de la Congregación por la Doctrina de la Fe que suponía, entre otros deberes, la guardianía de la ética profesional de la curia. Se reporta que en 1980 cuando Benedicto era el cardenal Joseph Ratzinger y arzobispo de Munich, le fue reportado el caso del cura Peter Hullermann, quien habría abusado sexualmente a niños de su jurisdicción parroquial y a quien el arzobispo en lugar de retirarlo del sacerdocio recomendó tratamiento psicológico para que al poco tiempo regresara a su posición curial. Pero como Hullermann reincidiera en su desviación pedofílica molestando a muchachos acólitos, recibió su merecido al ser enviado a la cárcel.

Durante el ejercicio papal de Juan Pablo II, fue notorio el caso del sacerdote Lawrence C Murphy, de Wisconsin, quien habría asaltado sexualmente a unos 200 chicos de una escuela de sordos. Se estima que el caso trascendió a conocimiento del Papa, pero no se tomaron medidas en contra del padre Murphy, quien tras pedirle clemencia al cardenal Ratzinger, ya entonces a cargo de la investigación de esos hechos, le fue permitido continuar como cura y aunque restringido un su ejercicio sacerdotal, al morir fue sepultado con sus ropas talares.
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Es de suponerse que don Juan Pablo II no ignoró que su amigo cercano, el padre Marcial Maciel Degollado, fue notable en su México natal, como cura abusador sexual de menores e inexcusablemente muy activo no solo en su trabajo pastoral sino en su actividad sexual pues contribuyó al crecimiento demográfico de su país al procrear a más de media docena de hijos por su propia cuenta.

Por supuesto que todo ese desorden clerical le ha costado a la Iglesia católica una billonada de dólares, pues en todos los países donde se han presentado demandas judiciales por esos abusos, se han tenido que pagar cuantiosas sumas por indemnización a las víctimas. Un caso muy interesante en ese sentido fue el del obispo Raymond Laher, en Canadá, cuando el año pasado pocos días después que en conferencia de prensa anunció el pago millonario a víctimas de abuso sexual en su jurisdicción parroquial, fue detenido en el aeropuerto de Halifax acusado de transportar pornografía infantil en un ordenador portátil y consignado a la corte por ese delito. Pero lo peor vino después, cuando se denunció que el tal obispo, siendo en el pasado cura en un orfanatorio asaltó sexualmente a un menor. Se supone que de probarle esos delitos será llevado a la cárcel para oficiarle misa a sus compañeros delincuentes.

Ya hace tiempo, por ejemplo, que la iglesia católica en Canadá se viene desplomando, fundamentalmente por el deterioro financiero tras el pago de fuertes indemnizaciones a las víctimas de los curas sátiros y por el desprestigio concurrente por ese motivo y la apatía generalizada en las nuevas generaciones a toda clase de cultos. Desde hace algunos años muchas propiedades eclesiásticas del credo católico han sido subastadas y templos que en otro tiempo fueron centros de oración han sido convertidos en útiles condominios y otros más en alegres salones de baile para danzar en divertidas noches de fiebre de sábado por la noche.

La Quinta Pata, 18 – 04 – 10

La Quinta Pata

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