domingo, 1 de agosto de 2010

Evita, Clarín y el tránsito

Rodrigo Farías

Luego de los 17 años en que estuvo prohibida la sola mención de su nombre. Después que el cáncer haya sido laudado en su salud. Luego del asalto de sus restos, sus indicios terrenales y con ello el intento de amedrentar el potencial simbólico, político y social que aún podían albergar sus tejidos. Profanación que lo fue en el último y más terrible sentido de la palabra.

Luego del flagelo de su figura a través de barbaridad de la industria pop hollywodense. Su reiterada y enfurecida homologación con un animal, que aún hoy perdura, con una yegua. También con una puta, la peor de todas, que en la mente enfurecida de todo sistemático mandril (y perdón al verdadero simio que no tiene la culpa que haya sido su nombre el que fuera ocupado para designar tal talla de gente) es la suma de la animalidad y la promiscuidad. Pues las trabajadoras sexuales de todos los tiempos y latitudes deben sentirse orgullosas que se las compare con la figura de Eva Duarte de Perón.

Luego de todos los años, toda la mierda acumulada que rebalsaba de los muros creados por una prensa cómplice del genocidio y de los decretos de censura. Luego de todo eso, Clarín objetó en su triste crónica del 26 de julio el gran congestionamiento de tránsito que produjo el acto en memoria de Eva Perón –líder espiritual del 70% del país que sumó la concurrencia de cien mil personas. Increíble. Como la historia del país que vende cada mañana el monopolio… ¡In-cre-í-ble!

El tránsito es el último argumento del monopolio. Es su reclamo final, su voz de alarma, su pedido de fuego. Ocupado durante años contra piqueteros, limpiacoches y manifestantes humildes de toda índole. A excepción, por supuesto, que las orbes manifestasen por la inseguridad, la iglesia o el campo, ahí no se trataría de una traba al tránsito sino de una expresión Noble de la “democracia”. Hoy, más que nunca, Clarín es el hada de los semáforos, el guardián de los aparcamientos y las sendas peatonales.

En la memorable (y olvidada por mucho tiempo) “Evita” escrita por José Pablo Feimann e interpretada soberbiamente por Esther Goris, Perón (también interpretación impecable de Víctor Laplace), en uno de sus diálogos, le dice a Eva Duarte “A los milicos no les gusta el pueblo en la calle”. Desde hace 34 años que a Clarín le ocurre lo mismo que a los milicos, solo que ahora se ha quedado sin milicos a quienes reclamarle que devuelvan el orden. Sus otrora abyectos oidores, hoy ancianos, cumplen perpetua en cárceles comunes.

Río de Palabras 26, edición aniversario, 29 – 07 – 10

La Quinta Pata

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