domingo, 15 de agosto de 2010

Huesos desnudos*

Eric Domergue

Veo tus huesos desnudos. Huesos perforados, delicadamente ordenados en una mesada.
Te miro y te reconozco.

Veo tus huesos desnudos, recorro tus miembros delgados, no quiero que tomes frío... entonces te arropo.

Te arropo con tu primer grito en una clínica de París a la hora de la siesta del verano del ’54.

Te arropo con la sal del ancho mar que nos transportó a tierras desconocidas y argentinas.

Te arropo con la ascendencia que siempre te confirió ser el mayor de nueve hermanos.

Te arropo con aquel pulóver rojo igualito a mi pulóver rojo y al pulóver rojo de nuestra única hermana mujer tejido con incansables manos de madre.

Te arropo con el corte de flequillo recto y nuca tapada, especialidad paterna para tus hijos varones.

Te arropo de cowboy y de tus furibundos ataques con disparos de cebita, persiguiéndome entre los maltratados malvones del jardín. Por fortuna, siempre corrí más ligero que vos.

Te arropo con tu camiseta blanca cruzada por una banda roja, disputando el mismo balón de cuero número cinco, yo con los colores de Boca bien pegados al pecho.

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Te arropo de uniforme escolar, de monaguillo, de mochilero, de apasionado por los números, de inquieto estudiante universitario, de naciente militante revolucionario.

Te arropo con las canciones de Daniel Viglietti para juntos volver a entonar la cubana “Canción del elegido”, esa que dice “Lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida”.

Te arropo para nuestros encuentros furtivos cuando el país ya era una gran trampa y vos un clandestino más.

Te arropo con tu único saco rústico, azul, gastado, y con tu postrera y ojerosa sonrisa frente al objetivo en el invierno del ’76.

Te arropo y vuelvo a desvestirte de galante amante de Cristina, tu compañera.

Te arropo con los plomos que te apagaron y ahora se vuelven contra quienes te quisieron ocultar por siempre.

Te arropo con los yuyos y las moscas de Carreras, con la tierra de Melincué que abonaste con tu carne dolida, con las flores sobre tu tumba posadas por manos desconocidas para muertos desconocidos.

Te arropo con los guardapolvos blancos de niños y docentes empecinados en ponerles nombres a los habitantes más anónimos del paraje.

Te arropo con seis gotas de mi sangre para que tus huesos y mi plasma se fundan en un mismo e irrefutable ADN.

Te arropo con la mano amiga de quienes te encontraron, te desenterraron, te cuidaron, te devolvieron una identidad y una familia.

Te arropo, te vuelvo a desvestir y te llevo conmigo.

Hermano, amigo, compañero.

Partamos en busca de más huesos desnudos, que quedan tantos por hallar.



*Una carta de Eric Domergue a su hermano Yves, secuestrado y desaparecido durante la dictadura a los 22 años, leída en la Iglesia de la Santa Cruz.
Cortesía de Nora Brucoleri, 10 – 08 – 10

* * *

Los restos de la mexicana Cristina Cialceta y del francés Yves Domergue, desaparecidos en la dictadura argentina, fueron identificados tras pasar 34 años enterrados sin nombre en el cementerio de un poblado a 340 km de Buenos Aires, anunció el hermano de una de las víctimas.

"Encontramos a mi hermano y a su novia. Fueron identificados. Después de 34 años de desgracia, sentimos alivio por encontrarlos y también por saber que sobrevivieron poco y nada en mano de los asesinos", dijo a la Eric Domergue, de 54 años, el único de la familia que vive en Argentina.

La presidenta Cristina Kirchner encabezó el miércoles un homenaje a las víctimas en la Casa Rosada.

"Todo homenaje es merecido, por lo que fue, por lo que luchó. Qué esto sirva, que por un instante Yves represente a los 30.000 desaparecidos" de la dictadura (1976/83), según cifran los organismos humanitarios, dijo emocionado el hermano.

Los cuerpos de Yves, uno de los 18 franceses víctimas del terrorismo de Estado, y Cristina, una de las dos mexicanas desaparecidas, estaban en el cementerio público de Melincué (340 km al noroeste), un pueblo rural de 2.400 habitantes en la provincia de Santa Fe (centro-este).

Habían sido enterrados allí sin identificar, el 29 de septiembre de 1976, tres días después de que Agustín Buitrón, el dueño de un campo cercano, ya fallecido, los encontró acribillados a la vera de una ruta rural.

Tras décadas de búsqueda, el círculo se cerró gracias a pobladores de Melincué, entre ellos un ex empleado judicial, Jorge Basuino (61), que protegió el expediente a través del tiempo, y a la profesora Juliana Cagrandi (48) que en 2003 instó a sus alumnos de último año de la escuela media a investigar este caso.

Tras realizar el trabajo, estudiantes y docente no cesaron en su empeño hasta ser escuchados en la secretaría de Derechos Humanos de Santa Fe, que finalmente investigó la existencia de los dos y encontró coincidencias con el caso de Yves.

El 5 de mayo pasado Eric Domergue tuvo la confirmación de que uno de los cuerpos era el de su hermano y luego el juez de Melincué, Leandro Martín, 34 años, anunció oficialmente la identificación de la pareja.

Yves Domergue, nacido en 1954 en Francia, era el mayor de nueve hijos de un matrimonio francés muy católico que se instaló entre 1959 y 1974 en Argentina.

Estudiante de ingeniería, Yves Domergue militó en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), brazo político de una de las organizaciones guerrilleras de los 70.

Habitualmente viajaba a Rosario (310 km al norte), donde conoció a Cristina, nacida en México en 1956 pero que vivía allí con su madre argentina.

Desde Rosario, Yves le envió la última carta a Eric, a mediados de septiembre de 1976.

"Hay que situarse en la época, estábamos en dictadura. Para cuidarme, él podía ubicarme a mí pero yo no a él y teníamos un sistema de citas. Yves se iba unos días pero siempre regresaba, hasta que un día no volvió más", recuerda el hermano.

Durante dos meses Eric fue una y mil veces a los lugares habituales de encuentro, esperó en vano hasta que, ante lo inevitable, denunció la desaparición y partió a un exilio obligado del que volvería recién en 1983.

Su padre, Jean (80), presentó tres habeas corpus, hizo denuncias internacionales y formó la asociación de familiares de franceses desaparecidos.

Yves y Cristina fueron secuestrados en Rosario, pero nunca se tuvo rastro del paradero ni testimonios de sobrevivientes que los hubieran visto en un centro de tortura y muerte.

"Era como si a Yves se lo hubiera tragado la tierra", decía Eric antes de que un inesperado hilo conductor lo llevara a Melincué. (AFP)


Cortesía de Nora Brucoleri, 10 – 08 – 10

La Quinta Pata

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