domingo, 1 de agosto de 2010

Redistribuir Evita

Sebastián Moro

“Che, vos tenés mal el comedor, te faltan sillas”. Al viejo le faltan casi todos los dientes, algo que ella no tolera y de inmediato lo manda a arreglarse la boca con los dentistas y mecánicos de su fundación. Tiempo después el viejo va sin su dentadura nueva. “¿Dónde fueron a parar tus dientes?”. Pura sonrisa el viejo confiesa: los enmarcó, para recuerdo y agradecimiento hacia el único gesto de reparación que había tenido en toda su vida. La anécdota referida por la escritora Aurora Venturini, amiga y colaboradora de María Eva Duarte durante sus intensos últimos años, es una muestra más del verdadero sentido popular de su lucha y su obra y del reconocimiento sincero de los pobres y desterrados de dentro y fuera hacia ella.

Ese acto y tantos otros como la igualdad de derechos para las mujeres, la defensa encendida de los trabajadores, las reivindicaciones sanitarias y educativas son también actos de amor y de justa reparación terrenal, frente al reino de los cielos sacrificialmente ofrecido por la curia. Amor y compromiso siempre ausentes por parte de la Iglesia respecto a los sufrimientos del pueblo argentino. La Iglesia como amenaza de terror para Eva, pues sabe, no se equivocará, es desde donde se incuba el golpe contra Perón, encarnación exclusiva de la soberanía nacional. Más de medio siglo después, el monstruo que empañaba los sueños de justicia social de la muchacha mantiene idéntica forma y no ha corrido ni un ápice su posición celestial, tan cara a los bienes oligárquicos, tan represiva de los derechos y sentimientos de hombres y mujeres. Los bombardeos, fusilamientos, secuestros y desapariciones que por décadas han celebrado el odio contra los nadies contaron siempre con la participación o complicidad asesina de la Iglesia. La negación de derechos a las minorías también.

Ese y otros monstruos mantienen aún alta su cabeza y su guardia en torno al poder, humillando a los pobres que reciben asignación universal, enviando al infierno al diferente, o traicionando desde una vicepresidencia en favor de los enemigos del pueblo. Sin embargo el ejemplo de Eva sigue siendo, por real y vivo, el horizonte igualitario de generaciones de argentinos creyentes en un país solidario y justo para todos. Aunque con redistribuir a lo Perón y el mensaje de Evita no alcance para hacer la revolución, la lucha de la mujer quitó de hambre, ignominia y opresión a millones. Sucedió mientras tuvo fuerzas. Sucede ahora, tras décadas de dictaduras y neoliberalismo. Evita se redistribuye. Y se reivindica con uñas y dientes. Hasta con los del viejo, enmarcados por su único y hermoso nombre.


Río de Palabras 26, edición aniversario, 29 – 07 – 10

La Quinta Pata

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