M. Luz Gómez
Circo para el pueblo. Así se animan a catalogar algunos la política económica social que se expresa concretamente, y entre otras cosas, en la Asignación Universal por Hijo. Propuesta que si bien se presenta como la más aceptada en el país (y para comprobar esto pueden consultarse diversas y varias fuentes), tiene sus detractores, movilizadores de ideas que incentivan la violencia social encarada en la lucha contra el pobre (no la pobreza) y que fácilmente encuentran voz en algunos grupos que ingenuamente (y no tanto) las enarbolan y promueven.
La desmitificación de algunas de estas ideas puede ser clave en este debate. La primera de estas es la falaz dicotomía trabajador vs. pobre vago, sustentada en la creencia tan arraigada de que el pobre está acostumbrado a que le den, cosa que equivale a pensar que el pobre es pobre porque quiere. Esta idea no solo es una forma bastante (perdone el lector) estúpida e ingenua de analizar la pobreza sino también de lo más cruel y morbosa. ¿Realmente puede considerarse que una persona que ha nacido, crecido, vivido en las más precarias e injustas condiciones no quiera abandonar ese estado para satisfacer dignamente no solo sus necesidades sino también las de su familia? ¿Que le resulten cómodo y agradable el hambre, la insalubridad, la ignominia? ¿Que lucre con su necesidad y la de sus hijos (si a recibir 220 pesos, cuando algún gobierno lo pone en su política, se le puede llamar lucrar comparado con los grandes negocios verdaderamente “lucrativos” que los menos pobres y más ricos realizan)? No, no resulta creíble.
Entiéndase: no se elige ser pobre, acá se nace pobre y las condiciones socioeconómicas que implica la pobreza acarrean una exclusión macabra de la cual los niños son las principales víctimas ya que no solo maman el rechazo y repudio de la sociedad sino que se proyectan en él. Romper ese círculo vicioso parece ser hoy “tarea” del estado y en este punto radica la crisis de responsabilidad social. Se reclama por un estado que se haga cargo de la situación, genere empleos, disminuya la pobreza, etc. Pero ¿se entiende quién es el estado? Lo es usted, nosotros, todos… por lo que no es desatinado que una política económico-social como la AUH encuentre sus recursos financieros en el estado, puntualmente en el Fondo de Garantía de Sustentabilidad.
Y esto nos da pie para desmitificar una segunda idea, aquella que promueve el temor a que se malgasten los fondos de la ANSES; temor basado en el desconocimiento frente a lo cual solo caben explicaciones.
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