Sebastián Moro
Lleva más de una semana empapelada por consignas fascistas la ciudad de Mendoza. La campaña propagandística agitada por el diputado provincial Daniel Cassia, “el abanderado de los derechos humanos de todos los mendocinos”, renueva afiches porque parece fácil apostar a sacudir prejuicios disfrazados de instintos básicos siempre a flor de piel en la sociedad local. También aprovecha la espectral oleada de incitación a la violencia y la evidente intención de generar caos en calles y barriadas del país propuesta por el jefe mafioso de Cassia y el peronismo federal, Eduardo Duhalde, con la abierta determinación de golpear con más muertos al corazón del gobierno nacional. La propuesta macrista de Guerra contra el pobre y la escenificación de colapso y desborde social orquestada por los medios hegemónicos (que incluso “cubrieron” saqueos inexistentes), empujan la campaña progobernación del hijo dilecto de la política policial de la provincia. Es que los fantasmas decembrinos y la volubilidad (o boludez, para ser llanos) del electorado mendocino son terreno fértil para la ocupación ideológica del discurso más reaccionario y la publicidad de planes represivos bajo el halo de políticas de seguridad que redundan en el esperpento.
El fantasma de estos días, apuntado desde la vía pública por la figura neonazi de Cassia, es la pobreza entendida como portadora (nunca causa) de la delincuencia. De allí a la tolerancia cero. Y por qué no hacia un exterminio nada improbable. La crónica crisis humanitaria de las cárceles y el marcado ensañamiento policial, político y judicial hacia los sectores populares de Mendoza son las caras menos visibilizadas de este trauma.
“El aprendizaje de oficios para jóvenes que no trabajan ni estudian” va aún más allá de la propuesta de Servicio Cívico Racista soñado por el voluble (o boludo, para ser llanos) Cobos. Agrega las palabritas “militar” y “obligatorio” como solución a la térmica sensación de inseguridad siempre en boca de la clase vecinal cacerolera. Otras pequeñas ideas para enfrentar tamaños cucos; apoyadas por peronistas, radicales y demócratas, siempre con el milico de traje a la cabeza, han sido: imponer el toque de queda para menores, controlar su acceso a la información, castración para violadores, endurecimiento de penas por causas mínimas, sanción a padres de alumnos indisciplinados, militarización de la protesta social…Y lo que falta. La usina del pensamiento represivo no se toma siesta.
En la tierra que se ungió al represor Carlos Rico como ministro de seguridad de un gobierno peronista, la criminalización de la pobreza se profundiza. A tono hoy con el peronismo facho de Duhalde y su ínfula federal, que solo significa palos para todos. Pero en todo el país.
Río de Palabras 36, 19 – 12 – 10
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