domingo, 23 de enero de 2011

¿Justicia o venganza?

Miguel Sintas

Las respuestas, generalmente mezquinas y oportunistas, que se intentan brindar a la problemática de la violencia juvenil desde algunos sectores poco o nada comprometidos con la ayuda que necesitan esos grupos de extrema vulnerabilidad, parecen enmarcarse en un contexto mucho más semejante a la venganza que a la justicia.

Hace milenios las tribus primitivas organizaban su “administración de justicia” en la venganza privada. Cualquier respuesta contra quienes osaban oponerse a los tabúes o a las prohibiciones era el condigno castigo del supuesto ofendido, hasta que la “ley del Talión” y su orden de “ojo por ojo, diente por diente” vino a equiparar un poco las cosas.

Fue el primer límite al desborde colectivo.

Le siguió el Código del rey Hammurabi que gobernó Babilonia dos mil años antes de nuestra era y el Código de Manú, del siglo XII antes de Cristo, que ya comienza a analizar lo “subjetivo” del delito, distinguiendo los culposos y dolosos y teniendo en cuenta los motivos que impulsaron al acusado a cometer el hecho.

Aparecían la justicia, la equidad.

Por aquello de que la historia se repite, como tragedia o como farsa, hoy la opción parece ser la misma.

A miles de años nuevamente estamos ante la opción de seguir el razonamiento de las víctimas que reclaman – desde el dolor y con sentimientos atendibles – al máximo castigo para un raterito y si es posible la pena de muerte; o escuchar a aquellos juristas de renombre internacional que aseguran que de nada sirve la baja de edad de imputabilidad o el aumento de las penas.
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Cual una moderna Roca Tarpeya desde la que se arrojaba a asesinos, ladrones y hasta a los niños débiles o a quienes nacían con deformidades en la Antigua Roma, hoy los amantes de la “mano dura” proponen tirar desde lo más alto del poder punitivo del Estado a aquellos a quienes la vida nunca les sonrió.

Poco importan los motivos, solo los resultados.

Ayer un falso ingeniero llenó plazas proponiendo penas severísimas con la complicidad de ex caceroleros y legisladores obsecuentes que plasmaron esas reformas en una legislación absurda luego declarada inconstitucional por buena parte de los jueces.

Hoy otro ingeniero graduado asegura que si fuese presidente no permitiría que los niños que delinquen estén en las calles y un sindicalista referente de un presidente interino sostiene dogmáticamente que “reprimir es hacer cumplir la ley”.

Música celestial a los oídos de los vengadores. Ruido espantoso para los amantes de la Justicia.

Sin embargo lo más terrible es escuchar esos mismos conceptos “hasta con las mismas palabras – de boca de funcionarios judiciales que se muestran horrorizados ante el “auge de la delincuencia juvenil”. Son magistrados que parecen olvidarse que su nombre proviene de “magíster”, maestro, y deberían dar lecciones de justicia y no sumarse al coro de grillos que cantan a la luna.

Siempre habrá una Roca Tarpeya para arrojar desde ella a los más vulnerables aunque si los que empujan son algunos políticos, jueces y funcionarios el problema es mucho mayor.

Télam, 22 – 01 – 11

La Quinta Pata

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