domingo, 5 de junio de 2011

Los dioses locos de Hollywood presiden nueva religión en USA

Alfredo Saavedra

El hirsuto y disoluto Charlie Sheen (Carlos Estévez de nombre oficial) actor estadounidense, ha dominado la noticia del espectáculo en los últimos meses, en particular por sus notorias “hazañas” que han incluido abusar de su más reciente mujer, a quien amenazó con matar colocándole un cuchillo en la garganta y el escándalo levantado al causar destrucción total del mobiliario de la habitación de un hotel, donde se divertía con una prostituta de las tantas que ha recogido de las calles de Nueva York, donde su popularidad entre tales trabajadoras del comercio sexual rebasa la que en toda la nación pueda tener el presidente del poderoso país.

El actor, quien surgió a la fama en la década de los 80 con la película Pelotón , centrada en la guerra de Vietnam, llegó a capitalizar mayor cantidad de simpatizantes con la comedia diaria en la televisión Dos hombres y la mitad de otro , cuyo contrato con la cadena Fox le fue rescindido por su desordenada conducta en la calle y sus insolencias para con los productores de ese programa. A partir de su expulsión de esa franja de televisión, su fama ha ido creciendo al nivel de sus desplantes públicos.

Charlie Sheen, hijo del prestigioso actor y activista político Martin Sheen, se ha convertido en un ídolo de multitudes que lo han elevado a la categoría de un dios por el exceso de veneración expuesta por sus fanáticos que de seguro verán en el consagrado artista virtudes que no son por necesidad reflejadas en el cine y la televisión, aunque es indudable que fue a partir del ya mencionado programa televisivo que su personalidad alcanzó los niveles que lo han colocado en un pedestal.

Lo cierto de todo es que ha surgido una masa de aficionados que forman ya una legión de seguidores que se resuelven en profesantes de un modelo de religión que prevalece en particular sobre una juventud volcada hacia la adoración de nuevas deidades, entre las que Sheen (o Estévez) es un santo patrón en un culto que nada tiene que ver con las inquietudes tradicionales que han supuesto una contribución para el desarrollo de la sociedad.
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Si de algo es representativo Charlie Sheen, es del epítome de hombre de éxito de los Estados Unidos, pues a pesar de sus veleidades y problemas con la justicia, se cotiza de forma muy particular. Aunque medio fanfarrón, dijo que de regresar al programa de donde lo botaron, lo haría si le pagaban $3 millones por episodio, y si se toma en cuenta que eso pueda implicar una hora de trabajo, se está hablando de que recibiría $50 mil por minuto, cifra extravagante que solo los grandes especuladores dentro del capitalismo puedan aspirar a obtener.

Será por eso, sobre todo, que dentro de una sociedad (la norteamericana y de la esfera capitalista) individuos como Charlie Sheen, siendo prototipos de la ambición por el enriquecimiento, se convierten en sujetos de idolatría. Porque esas sociedades están marcadas por el individualismo, el egoísmo y el afán de sobresalir a expensas de quienes no pueden hacerlo. Porque sin negarle aptitud en su trabajo, este artista no es una excepción dentro del conglomerado de esa rama de la diversión, pero sus admiradores persiguen no solo la fama del actor por sus actuaciones como profesional del entretenimiento, sino la relevancia que le ha dado la noticia por sus desatinos, que en un medio donde el escándalo es elevado a la condición de proeza, la enajenación de la masa convierte en un ritual la veneración por estos dioses locos.

La Quinta Pata, 05 – 06 – 11

La Quinta Pata

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