Matías Perdomo Larrea
El furor que se vive por la Copa América versión argenta se percibe fuera de las canchas, pues por ahora es poco el fútbol brindado por las selecciones participantes. El dato más elocuente hasta aquí lo aporta la precariedad conceptual del equipo anfitrión, armado alrededor de la estela de un burrito que no tiene problemas en aclimatar su pecho a la temperatura ambiente de Base Marambio.
Este mareo causado por la experiencia continental disimula la hecatombe futbolera intestina: RiBer. Trece millones de argentinos y (entre otros) varios integrantes de la comunidad peruana que al llegar a nuestro país se confundieron, son objeto de innumerables gastadas que acompañarán seguramente al equipo afectado mientras perdure su estadía en el Nacional, o peor, su supervivencia en el fútbol argentino. Por las dudas, muchos huyen despavoridos hacia otros equipos, más tangibles y federales, sea por cercanía espacial o por puro provecho de esta suerte de democratización de nuestro deporte nacional. En Mendoza, claro está, la fuga hacia el Tomba amenaza masiva, con la consecuente dosis de amargura que puede arrastrar este traspaso a la barra godoycruceña, ya bastante libre de azúcares.
A pesar del tono épico (escondiendo un claro interés económico y político) que quiere incorporarle Clarín a la experiencia B y la actitud discriminatoria y falta de respeto editorial de su subalterno Olé al mantener el escudo del CARP entre los que compiten en primera, el panorama no parece tranquilo para el club presidido por el “milico” Passarella. Menos todavía si el mundo riBerplatense avala ciega y unánimemente el premio a su jugador emblema - capitán fracaso con la dirección técnica del equipo. Por lo pronto, sorprende la naturalidad con que los hinchas han tomado la humillación deportiva, quizá conscientes de que los tiempos de riojanismo al palo quedaron muy lejos y que un torneo en honor a Néstor debía llevarse puesto a algún poderoso.
Mientras se agudiza el debate entre los fabricantes de metegoles para definir el color del rival de Boquita, para alquilar balcones se avizora esa tarde sabatina en la que la banda (¿negra?) emprenda el viaje al litoral para medirse a un homónimo de su papá, también de la ribera, pero del Paraná: Boca Unidos. Los correntinos se relamen e ilusionan con seis puntos por mera portación de nombre.
A la par, Riquelme está feliz con su estatua e inscripto para siempre en la historia grande y el monumental “Contralmirante Carlos Alberto Lacoste” se engañará cobijando la final de la Copa América, mas con la mira puesta en Desamparados. ¡Qué placer causa conocer que queda tanto tiempo para darles y darles!
Río de Palabras 49, 07 – 07 – 11
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