domingo, 4 de marzo de 2012

Una dama de otrora, una mujer de todas las generaciones

Clara Marcela Franco Cadavid

Una mujer en todo el sentido de la palabra cuyas marcas en la piel son pocas para sus 85 años, una enamorada del arte, la historia, la literatura y los idiomas.

Una maestra de las que no solo activan tus neuronas, sino también tu sentido común (con frecuencia el menos común de los sentidos). Con aroma a campo abierto, flores silvestres, arroyo de montaña. Con el peso de la historia en su mirada y la fuerza de la tierra en sus palabras y diminutos brazos. Cabello gris siempre anudado por su peluquera, a la altura de la coronilla, en un rodete fino y cuidadosamente elaborado.

Una de las que siempre cuida su aspecto por aquel refrán que dice: “Es tan importante ser como parecer”. Colgando en su cuello y muñecas como joyas reales, la bisutería que el abuelo hiciera para su madre en el tiempo en que los hombres moldeaban casi todo con las manos. Ese abuelo artesano y poeta que adornó siempre a su princesa con obras majestuosas e imposibles de copiar.

Una mujer de las que aún hoy podemos ver estudiando chino en la mesa de un bar de Buenos Aires, acompañada siempre de su abrigo o chaleco dependiendo del pronóstico climático. Rodeada de carteras cada una con una función específica y todas dentro de la misma gama de colores haciendo perfecto juego con su atuendo.
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Recuerdo que alguna vez le preguntaron para qué seguía estudiando a su edad y teniendo en cuenta que ya no quiere salir más del país, la pregunta no me sorprendió pero la respuesta dejó mudo a todo el salón que sin querer escuchó el cuestionamiento. “Sigo estudiando porque mantiene viva mi imaginación y ahora no necesito molestarme en subir a un avión para conocer el mundo, él viene a mí en cada uno de los extranjeros que conozco en esta ciudad que haciendo honor a las capitales del mundo, ahora es de todos”.

El silencio en ese lugar se prolongó por unos segundos que parecieron tan eternos como su alma, me atrevería a decir que todos los que estábamos allí nos quedamos pensando en sus palabras, recordando cada pelea que tuvimos de niños porque estábamos cansados de estudiar y queríamos salir a jugar. Con esas pocas palabras entendimos que esa es la actitud que debe primar siempre. Debemos aferrarnos con dientes y uñas a nuestra imaginación, debemos aprender lo que realmente disfrutamos y nos apasiona, bien sea una profesión u oficio haciendo de ese proceso toda una aventura.

Esta diminuta dama cuyo rostro parece más bien de la Polinesia en lugar de Argentina, que siempre dice lo que piensa sin importar la opinión de los que la escuchan pero sin perder el respeto por la diferencia, es la tolerancia y solidaridad encarnadas, es justa en su actuar y pierde la compostura solo para defender a los demás.

Tuvo la dicha de ser madre de tres hijas, dos coloradas (como ella les dice) igual que su padre y una morocha como ella. Basta con escucharla hablar de su marido alemán para entender el significado real del amor. Fue difícil ganarme el cariño y la confianza de este personaje, me tomó muchos meses de paciencia como camarera con sus consabidas exigencias “La leche en una jarrita de losa y tibia, un recipiente con miel, la tetera llena hasta el borde, dos bolsitas de té, sin galletitas ni soda, por favor” , pero finalmente aprendí a poner su mesa como le gusta y le conté toda mi vida como fue su deseo. Sólo entonces se me ocurrió escudriñar algunos de sus secretos y pedirle que me contara de su esposo, si estaba enamorada cuando se casó, si lo extrañaba, si alguna vez pensó en casarse de nuevo. Era un alemán de pelo colorado, lo extraño cada segundo y nunca pensé en casarme de nuevo porque yo me enamoré de mi esposo para toda la vida , mientras me respondía su ojos se perdieron en el pasado que la hizo tan feliz, inteligente y ecuánime.

Tuvo un padre que: Inicialmente no me quiso mucho porque yo era feita en serio, pero después me fui arreglando y cultivando mi cerebro y eso hizo que me adorara , cuenta que su padre marinero le traía siempre libros diferentes y le pedía que los estudiara para discutirlos juntos. Mi papá no tuvo una educación formal pero siempre fue muy inquieto con el conocimiento y eso me lo inculcó a mí.
Tuve toda la educación que quise y mi padre siempre decía que yo llegaría a ser la directora de una escuela, pero yo decidí casarme , me dijo con un gesto de nostalgia y orgullo, le contesté que finalmente su padre no se equivocó en sus vaticinios, ni ella en su decisión. Es maestra y ejemplo de todos los que contamos con la suerte de encontrarla en nuestro camino y la mejor de las madres para sus hijas.

Es una dama de otrora y una mujer de todas las generaciones. De mente abierta como el horizonte y principios firmes como el acero, cuya filosofía de vida se reduce a una frase: Todo lo que desees es posible si eres perseverante y no olvidas de dónde vienes .

La Quinta Pata, 04 – 03 – 12

La Quinta Pata

2 comentarios :

Gustavo dijo...

PERSONAJES DE BUENOS AIRES,realidad viva de la necesidad de seguir viviendo, reflejada en estos parrafos, tan bien escritos, que si la encuentro algun dia, no dudaria en saber quien es, gracias Marcela, sos perseverante como nadie y se que nunca olvidas de donde vienes,sabiendo hacia donde vas.GRACIAS.

Anónimo dijo...

Me encantaría conocer la persona que se dedica con tanto interés a ver cada detalle de la vida y experiencias de los demás para darnos un poco del mundo a quienes permanecemos en casa cuidando de nuestras familias. Gracias a la escritora por mostrarnos el lado amable del ser humano.

Inmigrante latina en España.

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