domingo, 22 de abril de 2012

Gran paso adelante, que debe concitar el apoyo social

Emilio Marín

La anunciada recuperación de la mayoría estatal en YPF es un jalón histórico. Los argentinos apoyan ese gran paso adelante. La medida puede y debe ser perfeccionada, en el congreso y el debate político-social.

Ciertos hechos políticos, plasmados en determinadas fechas, marcan un antes y un después. El anuncio presidencial del 16 de abril, disponiendo la soberanía hidrocarburífera y recuperando la mayoría estatal en YPF, atacando la hegemonía de la trasnacional Repsol, parece revistar en esa clase de sucesos.

Argentina era la excepcionalidad negativa en el rubro petrolero mundial. Uno de los pocos que carecía de una empresa estatal o al menos mixta, que interviniera en una actividad estratégica.

Dicho de otro modo, la estatización bajo diferentes formas no es una medida socialista. Nuestro país era un caso de manual respecto a la voracidad de los monopolios que aquí habían tenido un éxito que en el mundo no conseguían. Allá debían compartir en mayor o menor medida la renta con los estados; acá era un "viva la pepa", todo para Madrid, Grupo Petersen e inversionistas norteamericanos.

Esos intereses multinacionales se llevaban la parte del león de ganancias anuales de 1.300 millones de dólares, con una reinversión entre escasa y nula según las áreas y regiones.
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Esa forma de encarar la exploración y producción determinó un déficit de la balanza comercial petrolera por más de 3.000 millones de dólares en 2011. Argentina se había convertido en un importador neto de distintos combustibles y debió gastar 9.300 millones de dólares en ese rubro. Ese resultado demostró que las apelaciones del gobierno a la compañía española para que invirtiera, produjera y refinara más habían caído en saco roto.

El número de pozos perforados bajó en 2011 al 10 por ciento en cotejo con el tiempo de mayoría estatal. De los 80 ó 100 perforados en esos años dorados, se bajó a 8 o 12.
La medida gubernamental anunciada el lunes 16 cuestionó otro aspecto de la gestión de Repsol. La acusó de privilegiar los productos de la línea Premium, en desmedro de combustibles de menor precio. Varios de estos productos faltaban o escaseaban en el mercado y las mangueras no surtían a ningún tanque.

La justificación del paso dado corrió por cuenta del ascendente Axel Kicillof. Dijo que frente a estos incumplimientos empresarios primero el estado "debe pedir amistosamente, después menos amistosamente y luego hay que actuar". El 16 de abril se empezó a actuar, un poco tarde pero al fin se actuó.

La historicidad del acontecimiento tiene que ver con que el estado está recuperando capacidad de decisión en el rubro estratégico hidrocarburífero. Y en que, de aquí en más, el 51 por ciento de esa ganancia petrolera anual, de 1.300 millones de dólares, será para el estado y provincias argentinas.

Alegría nacional
La vuelta de YPF ha sido recibida como una noticia fenomenal, sobre todo en el interior, donde había actuado durante décadas como benefactora. Empleos, escuelas, caminos y otras obras habían tenido como artífice a la petrolera dirigida en sus inicios por el general Mosconi.

Su abrupta ausencia o liquidación, por obra del menemismo y sus aliados en los ´90, acentuaron la crisis de esa Argentina profunda. Ciudades y pueblos donde había pozos, ductos o refinerías quedaron como bombardeados por el misil del neoliberalismo. Hubo 25 por ciento de desocupación a nivel nacional y en esos lugares un índice aún mayor.

El fenómeno piquetero surgió con más fuerza en esas localidades ex ypefianas de Cutral-Co, Plaza Huincul, General Mosconi y Tartagal.

Ahora hay gran expectativa en lo que pueda generar la nueva etapa, aunque desgraciadamente los anuncios, muy buenos, no han incluido precisiones de mayor empleo. "Se mantendrán los puestos de trabajo", dijeron gobernadores de la Organización Federal de Provincias Productoras de Hidrocarburos (Ofephi). El clamor que viene del interior y de abajo de la sociedad no se contentará con eso ni con naftas más económicas y más cuidado del medio ambiente. También se quiere ampliar las plantillas de personal y buenas condiciones de trabajo, luego de veinte años de achicamiento de la planta. ¿Habrá más oportunidad de empleo dentro de una YPF más social? Esto no está claro ni ha sido precisado en el paquete enviado al congreso.

En política, cuando hay mucha alegría en una amplia franja de la sociedad, hay lamentos en la otra punta del espectro. Los consensos son muy poco frecuentes y este caso lo demuestra a cabalidad.

Como era esperable, Repsol, considerándose afectada, salió a mover todas sus influencias en el gobierno español, la Unión Europea, Estados Unidos, la región latinoamericana, los medios empresarios internacionales, los organismos de crédito mundial, la prensa monopólica del mundo y Argentina, los monopolios extranjeros con inversión en el Río de la Plata y los políticos amigos.

La cosecha gallega ha sido despareja. Logró pronunciamientos beligerantes de parte de su gobierno madrileño y la Unión Europea, así como del Fondo Monetario y el Banco presidido por Robert Zoellick. La administración Obama está básicamente de su lado, aunque las declaraciones de su canciller Hillary Clinton no fueron muy desaforadas. Por otra parte, se han solidarizado con la decisión argentina los gobiernos de Venezuela, Cuba, Bolivia, Uruguay, Brasil, etcétera.

Unos actúan del lado español por intereses, como el reaccionario Felipe Calderón, de México, que tiene el 9,5 por ciento de Repsol. Y otros son pro-argentinos por afinidad política y solidaridad, como Chávez, cuya PDVSA no necesita llevarse de Argentina ni un solo barril.

Se puede mejorar
A lo largo de más de una década, Mauricio Macri trató de maquillar su neoliberalismo con una pátina de populismo y travestido con la camiseta xeneize. Pero con YPF le volvió a saltar la ficha de su condición de político empresario y al servicio de los monopolios. El suyo fue el único partido que se opuso a la recuperación (Elisa Carrió, que también la petardeó por TV no tiene orgánica). MM pontificó que era una mala medida y que tendría peores resultados para el país, espantando la inversión extranjera y afectando la seguridad jurídica.

Como un bloque opositor articulado, Clarinete y Gaceta Ganadera esgrimieron opiniones del mismo talante. Joaquín Morales Solá escribió el 18/4: "la expropiación de YPF se pareció, según los procedimientos de su inmediata intervención, a las viejas imágenes de un golpe de estado. Un pelotón de funcionarios llegó al edificio de la petrolera y echó en el acto y de mala manera a todos sus directivos".

Es el reino del revés. Los periodistas que justificaron a la dictadura militar, califican de golpe de estado a una recuperación de lo que es argentino. En esta posición a favor de Repsol debe haber algo más que una cuestión de afinidad ideológica.

La recuperación contiene una variedad de colores políticos, mucho más allá del gobierno y el Frente para la Victoria. De hecho los radicales, el FAP y otras bancadas votarán en general por el proyecto el miércoles 25, cuando sea tratado por el senado. Y otro tanto harán esos opositores el 3 de mayo, cuando presumiblemente será el turno de diputados. En todo caso sufragarán en contra de determinados artículos, lo que no está mal si creen que hay aspectos que se puedan mejorar.

Para este cronista, un punto a considerar es el compromiso de la nueva YPF de ampliar en forma directa e indirecta el empleo, sobre todo en las provincias que más se vieron afectadas por la privatización menemista.

Otro aspecto discutible es la continuidad de la Sociedad Anónima y la división del 51 por ciento entre el estado y las diez provincias de la Ofephi, que deja afuera a las otras catorce. Parece más justo que sea una sociedad estatal o mixta, y que ese 51 por ciento sea mitad para la Nación y mitad para todos los distritos, sin distinción entre petroleros o no. Esa sería una rectificación a la división creada en los ´90 y que sirvió para que las provincias aisladas no pudieran (tampoco querían) discutir de tú a tú con la multi española.

Se dirá que las diez provincias petroleras verían disminuida su recaudación por regalías, si deben compartirlas con el resto. El estado debería arbitrar los medios para compensarlas con algún fondo de reparación, pero no mantener esa división tan neoliberal de "petroleras y no petroleras", "sojeras y no sojeras", "mineras y no mineras", etc. que en el fondo evocan la divisoria entre "viables y no viables".

Una tercera corrección al proyecto podría ser afectar también el 25 por ciento del Grupo Petersen-Ezkenazi. No puso capital en YPF y fue parte del saqueo; no ha salido a defender la nacionalización y es socio de quien amenaza con llevar el caso al CIADI y tribunales internacionales. ¿Por qué darle un trato diferenciado y preferencial?

Sobre la cuestión del precio a pagar por la expropiación, es de esperar que los negociadores argentinos se pongan firmes en abonarla en cómodas cuotas, descontando las deudas de la empresa y el daño ambiental causado al país. Si esto es así, entonces no habrán desaparecido las razones para criticar la política kirchnerista anterior, a favor de la privatización petrolera y del ulterior ingreso de Ezkenazi, pero ese grave error será visto como parte del pasado.

La Arena, 22 – 04 – 12

La Quinta Pata

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