domingo, 14 de octubre de 2012

En torno al 17 de octubre

Alejandro Horowicz

…El 17 de octubre no es una huelga revolucionaria, ni una movilización preinsurreccional , ni una revolución democrática a escala, es la fecha del nacimiento del peronismo político. Es el momento en que el ejército resuelve que gobernar a la sociedad argentina no es tarea militar, salvo que las clases dominantes entiendan otra cosa.

La hora del ejército volverá a sonar cuando la hora del caudillo militar, del jefe político del ejército, sea proclamada. Cuando Perón en septiembre de 1955 resuelva que no tiene ningún motivo para continuar en el gobierno los tiempos volverán a mutar; antes del movimiento de masas actuó en la fisura de la política militar, y entonces la política militar actuó por el vacío de la política peronista; la determinación del general de no exceder la política social democrática, de no añadirle una política nacional democrática, por el carácter esencialmente proletario de su base social, terminaría por volver imposible e inútil su gobierno.

Entre su política social democrática y su revolución nacional tantas veces anunciada como irresuelta, entre un punto y el otro, se desenvolvió el primer peronismo.

La movilización del 17 de octubre es el resultado de la actividad sindical obrera, considerando a la actividad sindical como una política obrera no delimitada; es decir una política obrera dentro del marco de la república burguesa, cuando la clase obrera todavía no integraba la república burguesa.

Tanto las direcciones “orgánicas” como las espontáneas, tanto las reconocidas públicamente como las subterráneas, coincidieron mayoritariamente en la necesidad de librar una batalla defensiva para evitar la victoria de los contragolpes del 9 y 12 de octubre.
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A pesar de comprender la naturaleza política de la disputa la dirección del movimiento actúa a la derecha de los trabajadores: la CGT no se pronuncia categóricamente por la libertad de Perón, sino en contra de la entrega del poder a la suprema corte, en un volante que no alcanza a ser impreso. En cambio, los trabajadores se movilizan tras una consigna transparente: Perón.

Para la dirección de la CGT, no se trata de transformar a la organización sindical en estructura política, sino de librar políticamente una lucha sindical. El 17 de octubre es su extremo límite, más allá se encuentra la ciudadela de la revolución social y la CGT aclara explícitamente en el debate que no es esa su propuesta . El legalismo, los estatutos, la posibilidad de que Ávalos (1) reconozca en público y en privado que los reclamos obreros serán respetados, que acepte a la CGT pero rechace a Perón, les produce masivos ataques de cautela.

Las direcciones menos “orgánicas”, en cambio, se mantienen más próximas a los reclamos directos de la clase obrera y los estimulan. Estas direcciones no integran la CGT sino el Comité de Enlace Intersindical y a lo largo de tres días (15, 16 y 17) impulsan y reimpulsan la movilización de los trabajadores. El 15 de octubre se movilizan dentro de los límites de La Plata y Berisso; el 16 tratan de llegar a la Capital Federal y recién el 17 encabezan la columna central y llegan; arrancan de Berisso y arriban a la Plaza de Mayo, taladrando el puente Avellaneda con una sola bandera desplegada: libertad al coronel.

Pero la movilización no se propone la victoria y por eso Libertario Ferrari confunde políticamente a Perón con Ávalos, al destituido con el destitutor . La “victoria” pasaba por reubicar al coronel en sus tres cargos, volver a los términos al golpe del 9 de octubre. Como no son esos los términos de la fractura militar, el movimiento obrero ni se lo propone; le basta con detener a Vernengo Lima (2); le basta con que el poder no caiga en manos de la suprema corte; le basta con la legalidad y por eso no traspasa el umbral.

Ejecutan, en suma, la política de Ávalos sin Ávalos, es decir, Farrel (3) es presidente y Perón es el candidato que cuenta con la simpatía presidencial; de modo que la presión de masas transforma el gobierno de Farrel en un vehículo pro peronista, puesto que la política del coronel continúa vigente.

Para la oposición, el 17 de octubre constituye una derrota innegable al no lograr imponer sus términos políticos. Asistimos entonces a una paradoja: la derrota de Vernengo Lima es el resultado de una exitosa maniobra defensiva del movimiento obrero que no constituye una victoria sino una prórroga . La política del coronel es prorrogada hasta las elecciones y en las elecciones quedará en claro, blanco sobre negro, qué bloque logró la mayor adherencia social.

En ese sentido el 17 de octubre prefigura la victoria electoral de Perón, que sintéticamente demuestra que su proyecto político dispone de mayores masas dinámicas que la oposición; de un lado de la barricada hay polvo histórico (pequeña burguesía urbana, estudiantes y personajones) y del otro la clase obrera; esto es, de un lado del río fluye la historia y del otro navega una vasta clientela electoral.

La CGT es consciente que opera como fuerza desequilibradora en un conflicto militar y así lo expresa Libertario Ferrari. Ávalos disponía de una fracción militar mayor con las fuerzas decisivas, pero carecía de política porque la Unión Cívica Radical no tenía política diferenciada; la UCR se había plegado con banderas y bagajes al juego conservador; había aceptado la realineación internacional de la Argentina, el programa económica de la Unión Industrial (Plan Pinedo) y rechazaba la política obrerista del coronel. De modo que para la UCR el poder pasaba a la suprema corte y para los militares de la UCR la política era la de Vernengo Lima. Es decir, no tenían política.

Por eso, masticando rabia, Ávalos tiene que optar: o admite los términos de Vernengo Lima o admite los términos de la CGT. Los términos del almirante lo excluyen políticamente y los de la CGT lo liquidan personalmente (Ávalos se ve obligado a renunciar al puesto de ministro de guerra) pero ofrecen salida a su fracción: compartir el poder con los amigos de Perón.

Y en el movimiento obrero el debate y la movilización muestran tres capas geológicas diferenciadas: una, la vieja guardia de origen socialista, los ferroviarios, el primer sindicato intervenido por el golpe y el primero que negocia un modus operandi aceptable (el coronel Mercante (4) fue el interventor directo), esa conducción se niega a movilizar y prefiere el andarivel de la negociación: su fórmula sería la siguiente: el poder, la disputa del poder, es una cuestión ajena al movimiento obrero; todo se reduce, en consecuencia, a conservar un espacio legal; podría denominarse la derecha o el sindicalismo puro.

Dos, la nueva horneada que emerge de las luchas triunfantes; se trata de hombres desligados de los partidos existentes por provenir del viejo tronco anarquista en nuevas condiciones de producción, donde los operarios artesanales han sido desplazados y donde la gran industria marca una nueva impronta; son gremios vinculados a la producción y no a los servicios y en consecuencia jerarquizan mucho más adecuadamente la importancia de la actividad proletaria independiente; sobre todo porque cargan sobre sus espaldas el peso de las luchas ganadas y perdidas con sus propios medios, si el respaldo del estado y contra el estado mismo. Y no solo el estado de la década infame, sino el estado de Farrel y Perón, cuando los obreros de los frigoríficos ganan la huelga declarada ilegal por la secretaría de trabajo y previsión. No integran la CGT y son la izquierda del movimiento obrero.

Tres, entre los dos polos nítidos se visualiza la tercera capa geológica: los recién llegados. Conviene entender los términos, no son burócratas nominados por secretaría de previsión, sino de dirigentes de segunda línea promovidos por la participación de viejos gremios y la formación de nuevas organizaciones. Son anticomunistas con absoluta prescindencia de la posición política del PC y no siempre cuentan con los segmentos más dinámicos de su propio gremio. En suma, son los que dependen, en mayor medida, del respaldo gubernamental para sobrevivir sindicalmente; entonces, se ven obligados a defender su puesto y la defensa de su puesto está atada a la defensa de la política de la secretaría de trabajo; es decir, la defensa de Perón. La caída de Perón, el derrumbe de su política, equivale a su propio derrumbe y esto los diferencia claramente de los otros segmentos que tienen indiscutible vida propia.

En partes desiguales las tres vertientes integraron el Partido Laborista y dibujarán los ragos esenciales del peronismo. Estos elementos colorearán con distintos niveles de saturación la política del peronismo a lo largo de cuatro décadas.

Algo queda claro, Perón no organizó el 17 de octubre y de algún modo la liturgia peronista lo reconoce cuando la gesta se nomina Día de la Lealtad; es decir, cuando Perón ya no tenía los atributos del mando, cuando su poder se había evaporado, cuando ya no convocaba desde el poder, ni desde el llano, los trabajadores leales lo rescatan de las manos de sus enemigos. Pero hay más; Perón se dedicó a lo largo de toda su carrera política a impedir los 17 de octubre; es decir, a impedir que los trabajadores zanjaran las diferencias políticas de las clases dominantes a través de la movilización directa ; esta era tarea del propio Perón y no iba a permitir que nadie la arrogara.

En rigor, Perón acuñó implícitamente la siguiente fórmula política: la suerte del movimiento obrero está atada a mi suerte y mi suerte está atada a la suerte de las fuerzas armadas; si las fuerzas armadas cambian de monta la clase obrera está derrotada porque no puede ni debe enfrentar a los soldados de la nación .

El peronismo nació, por esas mismas razones, como una propuesta política reactiva; eran los enemigos de la política social democrática del coronel los que introyectaban los contenidos del peronismo. Los límites de la política argentina se mantenían dentro de los contornos dibujados por el bloque de clases dominantes, porque el universo conceptual de la ciudadela burguesa burilaba los términos del movimiento obrero; nadie rompía nada irreparable, bastaba que los trabajadores votaran y ganaran, para que redistribuyeran de otro modo los beneficios del capital; y si los trabajadores podían efectivamente redistribuir con el simple instrumento de votar, la confianza en el capitalismo, en sus posibilidades, en su capacidad de satisfacer sus necesidades, en el peronismo en suma, se veía multiplicada hasta el infinito .

Y no se trataba de la confianza en el capitalismo independiente como sostienen los maquilladores profesionales de la burguesía, sino la confianza en el capitalismo tal cual era, dependiente, semigrotesco; ese era el marco donde resolvían el conjunto de sus aspiraciones. Era la confianza en una política social democrática a condición de que no requiriera de una política nacional democrática . La opulencia argentina velaba la dependencia, generaba la ilusión que con repartir mejor bastaba y sobraba. Y el peronismo no se propuso seriamente otra cosa cada vez que alcanzó el gobierno.

Por eso el 17 de octubre constituye un acontecimiento inequívoco, es una movilización de masas opositoras, pero es legal; es derrotar a una de las dos fracciones militares en pugna, pero respaldando la más fuerte que no es la propia; es movilización , pero no es lucha; es lucha a condición de no ser combate; es obrera y popular, pero no tiene delimitación de la política burguesa. Es una movilización por un jefe militar del movimiento obrero, sin movilización militar en defensa del movimiento obrero .

La movilización no pasa por debajo de los caballos de los cosacos, los cosacos se corren a un costado; no es la tropa que inmoviliza a los oficiales, no son los oficiales que bajan los puentes que separan el hinterland obrero con el puerto, sino una fracción del cuerpo de oficiales que con su quietud santifica la movilización popular.

Así y todo, en la historia argentina es algo nunca visto puesto que es una movilización pacífica de masas obreras que violenta el fiel de la balanza donde discurre la política burguesa. Es decir, la clase obrera tomo partido en la disputa y su partido se denominó peronismo .
(1) El general Eduardo Ávalos fue uno de los integrantes originales del Grupo Obra Unificación (GOU). Se desempeñó como ministro de guerra hasta los hechos del 17 de octubre de 1945. [N. del E.]
(2) El almirante Héctor Vernengo Lima fue ministro de marina y de justicia e instrucción pública en 1945. Cuando los sucesos de octubre, trató de persuadir a manifestantes opositores a Perón, que reclamaban desde el Círculo Militar un gobierno de la corte suprema, que confiaran en las fuerzas armadas. Sus palabras generaron repulsa y el almirante llegó a arder en ira cuando el público que lo escuchaba lo acusó de “hablar como Perón” [N. del E.]
(3) Edelmiro Farrell ejerció la presidencia de la nación entre el 25 de febrero de 1944 y el 4 de junio de 1946 [N. del E.].
(4) El coronel Domingo Mercante fue uno de los principales organizadores de la movilización del 17 de octubre. Luego fue gobernador de la provincia de Buenos Aires entre 1946 y 1952. En 1953 fue expulsado del Partido Peronista.

Los cuatro peronismos , Buenos Aires, Edhasa, 2005. Págs. 91 – 96.

La Quinta Pata

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