domingo, 14 de octubre de 2012

La campana*

Víctor Hugo Cúneo

Para Fernando Lorenzo

Ved el origen de la campana
cuando la piedra es arrojada a un lago.
Agua y piedra,
campana y badajo.
Tierra y acción.
La piedra que hunde las superficies.
El agua que se cubre de círculos
como una bestia encrespada,
molestada en su jaula.
A ellas van las ostras terrestres,
los cántaros como grandes nueces
a llenarse de agua cazada
anidando los peces.

Lagos de amor. Diques de paz.
La inundación salvaje
era una ballena inmensa
que tragaba muchos pueblos,
muchas alegrías.
Cazadores de inundaciones.
Diques balleneros.
Campana de los diques.
Allí se enrosca el agua.
Allí se amansan los ríos.
Cazad la ballena en las represas
para regar con la grasa
derretida de los glaciares.

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Mirad donde nacen los caballos
del mar en las costas,
la tusa de espuma,
la cola de lluvias,
la montura navegante,
la pezuña de los puertos,
la herradura de los arados
delante de los pájaros de siembra.
Hijos del descubrimiento
arando con el ancla
de los navíos acaudalados
los velámenes náufragos,
porque sus cántaros
y sus braceros
no llegaron al estanque de oro,
al fogón de diamantes.

Bien y bella aventuranza.
A la llama del árbol,
color y bruma,
en el bracero del estanque
fue la lámpara embriagadora,
planta de luz,
a quemar algo más que la necesidad,
a poner color en la pobreza,
a buscar pobreza en los colores.
Bruja de los acertijos.
Mago de los cántaros.
Al árbol de vigor
fue el agua de ojos,
fue la campana de voces,
fue la lámpara de amor
con las palomas de luz
como hojas del cielo.

Los cántaros regresan como jaulas
llenas de pájaros del bosque.
Tramperos de badajos.
Jaula, cántaro, campana.
Pájaro, agua, badajo.
Echad a vuelo las campanas.
Repicad a fiesta.
Volcad los cántaros en la siembra.
Soltad los pájaros en el bosque.
Campana, campana, campana.
Campanas de amor. Turbinas de paz.
Así crece la alegría del hombre
haciendo sonora la tierra.
Cuánta paz
es de pronto tanta guerra.

Campanas hermafroditas.
El hombre se hace badajo
en la campana de las mujeres.
A la taberna campanario
traed las campanas para beber
los badajos de vino
como lobos sensuales
en páramos ascéticos.
Haced un reloj de arena
con copas y campanas
Copas hacia el cielo.
Campanas hacia la tierra.
Copas de espaldas.
Campanas boca abajo.
Copas aéreas.
Campanas terrestres.
Copas que se consumen en campanas.
Bajo el sol viajero
del país azul,
cruzado por blancos juveniles
y grises nostálgicos,
los marrones ardientes
arden verdes.

El agua sonriente
y el alba navegable
con los pájaros colgados,
los colores que nacen de las brumas
y se abalanzan sobre las cosas,
las envuelven a la usanza diaria
y las entregan a los ojos.
El agua es azul del cielo.
La tierra es verde del sol.
El arco iris cruza la tierra
haciendo las esquinas del mundo.
Es el día poniendo de relieve las cosas.
El día que trae los países
para los sueños de la noche
cuando las ciudades fueron entregadas a la tierra.

Por la cabellera de la noche
andan los amantes
como mi mano en tu pelo, mujer.
Crecen ciénagas en tu rostro.
Una callejuela de viento
recorre las avenidas lujosas,
las casas adorables
y las plazas de árboles antárticos
abandonados por las migraciones,
que dejan todo el espacio del invierno
y el árbol descosido del otoño.

En la casa mansa
hay una paloma de agua .
Campanitas de lluvia.
Campanilleo de inundación.
Construidle casa al agua.
Dique, campanario, palomar.
La inundación es fácil de cazar.
Que todos vengan a verse a las represas
donde los tigres del río
se vuelven palomas.
Tirad los bailes como jaulas
o campanas
a llenarlos de agua como de palomas
o badajos.
Venid a soltar palomas en los manantiales.
Venid a llenar de besos
los labios de la acequia.

Nubes mundiales.
Aves de todos los países.
Nubes como migas.
Van hacia el padre de los panes,
hacia los panales de nieve
en los colmenares de piedra.
El agua salvaje,
domesticada a pedazos
se hace otra vez bestia inmensa,
ballena en los glaciares
reunida por las nubes
que vuelven de los lagos,
de los diques, de las acequias,
de los vasos, de los besos
hacia las madrigueras de nieve.

Allí donde los ríos sacan su cola
de sauce en barranco
y hacen blanco los pájaros,
desde el balcón abierto
del puente encorvado
mirad la bestia montañosa
de navíos escarchados
y tortugas de adobe
con caparazones de tejas,
de piel terrestre y oceánica
cuando pasan las golondrinas
como un agua que aletea.

Ved la mujer con las llanuras,
los hombres con los pájaros
y los niños con los panes
que maduran en los hornos,
un follaje de adobes,
un árbol de frutos familiares.
El fuego es el estío para los panes,
frutos de todas las estaciones,
de todos los países y los climas,
porque los hace la familia.

Hacia la casa blanca,
por el camino rojo,
junto al agua cristalina
de color imparcial,
con la cabellera nocturna
y el rostro diario,
la familia mundial
con ella en vestidos pardos,
con él en trajes azules
y con los niños en ropas verdes.
La casa en la campana de los árboles,
copas llenas de pájaros
que vuelca el otoño.
La familia repica con los arados,
con el badajo de los azadones
y los martillos.

Allí están los buches de arena
con sus dentaduras de río,
los cántaros con sus lenguas de agua
como bocas silenciosas
esperando los besos.
Lagos, cántaros, panes de agua.

El agua que se fue
ha dejado su fondo de océano
que es decir su fondo de leyendas,
ha dejado su fondo de estanque
que es decir su fondo de estampas,
ha dejado colonias de navíos
que es decir colonias de casas
encontrados en este fondo de mar.
El cielo también es el océano
que raspa y raspa el espacio
encendiendo el aire,
encendiendo las lluvias.

Dejad que el agua haga su casa
y veremos el origen de todas las estampas,
escucharemos el origen de todas las leyendas.
Será como tener agua en la boca.
Será como encontrar el libro de bitácora.
Seremos históricos.
Dejad que el agua se vaya
y encontraremos sus casas,
los barcos náufragos en ella.
Veremos las estampas.
Escucharemos las leyendas.
Será como perder el libro de bitácora.
Seremos poetas.


* Ediciones Romance – Galería Giménez, Mendoza – Número 4, abril, 1955. Edición al cuidado de Fernando Lorenzo, Hugo Acevedo y Víctor H. Cúneo. Dibujo de Enrique Sobisch – Impresión D’Accurzio.

La Quinta Pata

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