domingo, 7 de julio de 2013

La posición del misionero y santificación de un papa turbio

Alfredo Saavedra

La prensa en Canadá destacó hoy la noticia de que el difunto papa Juan Pablo II, quien dejó la vacante que ocupa ahora el argentino Jorge Mario Berglorio, será elevado al rango de santo a finales de año para cumplir con el compromiso que tiene la iglesia para con tan controversial personaje, en momentos que la institución católica aún no ha superado el escándalo mayor en toda su historia, con el alegato de abuso sexual para con niños.

Con la santificación del papa polaco crece la nómina de muchos miles de santos, en su mayoría ignorados por la feligresía y con una gran cantidad de candidatos, cuya elevación a la santidad corre riesgo si llegara el momento en que el desprestigio de esa iglesia llegue a proporciones tan grandes que obligue a una transformación que entre otras renovaciones termine con la práctica de fabricar santos que al final ya no hay dónde meterlos.

Sin embargo parece que no se quedará sin ese privilegio la monja india Nicola Boyaxiú, más conocida como Madre Teresa, también en espera de turno para la santificación, no obstante que como el ex papa Juan Pablo II, a pesar de su nombre de pila, tiene colas de donde agarrarla. Esto último según lo expuesto en el libro La posición del misionero, del escritor Christopher Hitchens, quien en una bien documentada relación describe los aspectos negativos de la conducta de esa monja.

El autor de la Posición del misionero, título que nada tiene qué ver con esa gimnasia en el ejercicio sexual, expone a la mencionada Madre Teresa como una oportunista que cometió zalamería con la mujer del exdictador de Haití, Francois Duvalier, luego de haber recibido donativos provenientes de las finanzas corruptas de esa pareja cuando estaban en el poder. En el libro, abundante en datos, se expone que la monja en lugar de haber destinado el dinero de sus recaudaciones para el prometido propósito de construir escuelas y hospitales, dedicó esos fondos para la erección de conventos, en perjuicio de los menesterosos en cuyo nombre la Nicola pidió dinero.
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En lo que se refiere a Juan Pablo II, se debe recordar que protegió a un prestigioso obispo estadounidense acusado de apañar a curas envueltos en escándalos de abuso sexual, a quien dio refugio en el Vaticano para evitarle problemas con la justicia en su país. Aparte de que se denunció que se hizo de la vista gorda en una sucesión de situaciones en las que la curia fue acusada de abuso sexual en menores, situación que por cierto le costó a la iglesia un gran déficit financiero al tener que pagar fuertes indemnizaciones en demandas millonarias.

Fue además señalado de manera insistente que Juan Pablo II, o sea Carol Wotjilla, fue protagonista muy comprometido en la conspiración para el derrumbamiento de la Unión Soviética, conducta que no extrañaría si se tiene presente que su lejano antecesor el Papa Pío XI colaboró con el fascismo encarnado por el dictador Benito Musolini y por consiguiente con el nazismo bajo la égida de Adolfo Hitler.

El tema de la conversión o no de santos en la iglesia católica, parece al margen de las preocupaciones prioritarias de la actualidad, pero extraña una categoría de valor dentro del contexto social por su impacto en la conciencia social de una mayoría de la población mundial sometida al imperio del engaño por una institución señalada de fraudulenta.

La Quinta Pata

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