domingo, 12 de abril de 2015

La sostenida obsecuencia al pasado

Carlos Lucero

En su evidente atropello al juicio colectivo, los carteles que propagandean las virtudes y ventajas de los candidatos a entrar en los resortes del poder político del valle, dejan a la luz detalles como para adivinar sus verdaderas cargas mentales, amen de su progenies ideológicas. Pero nada que aspire a convertirse en una novedad acorde a este nuevo milenio. Parece que es verdad que no existe condicionamiento más poderoso que la tendencia a la adoración de algún momento que pasó.

No hace falta ser un experto, ni consumar un esfuerzo de semiótica de imagen para descubrir las tendencias más recónditas de sus protagonistas. Se nota que cada rostro se puso a ensayar, con el debido asesoramiento de un pretendido profesional, una pose, una mirada, una prenda, un peinado u otro detalle que complete la imagen a vender. Cualquier maniobra es válida cuando se aspira a la conquista de la preferencia del ciudadano que camina distraído en sus cosas, y es obligado a soportar un pavoroso ataque de carteles sobredimensionados, colocados ex profeso a la altura de su aparato visual. Todo apunta a que la voluntad de este potencial votante, no sea dejada al azar, sino que, como si se tratara de una presa en una cacería, se le atrape y obligue a contemplar inmensas caras desconocidas que deberán caerle con la dosis suficiente de empatía y para ser luego recordado en el cuarto oscuro. Tengamos en cuenta que, en esta democracia, que nos hemos dado, para afianzar la libertad; practicarla es obligatorio, (¡!) siguiendo la tendencia que prevalece en nuestro país.

En el surtido que se ofrece en la calle encontramos, por ejemplo, un anuncio con rostro femenino, más joven que el promedio, de mirada transparente y sonrisa infantil, pero contradictoriamente, con cabeza adornada con un peinado digno de simplotas damas antañonas. Nos preguntamos si estamos ante un desliz del asesor, o una misteriosa maniobra dirigida al sub umbral perceptivo de… quien sabe… Pero está claro que la paternal figura masculina no puede faltar, aunque sea desde atrás, como para darle garantía de control y seriedad a la posible gestión. Parece decir: “no crean que vamos a dejar a la muchacha en la soledad del poder”.

Otros apelan a que las mentes se impresionen bajo el impacto de un semblante que excede la superficie del cartel, impregnado de seriedad constitucional, o mejor dicho, presa de un ataque de fobia, como amenazando con que cuando sea gobernante, no dejará títere con cabeza. Es decir la emprenderá con rabia contra los encumbrados actuales. Es una lástima que, hasta el ciudadano más inocente se encuentre convencido de que, al igual que aquel “que se vayan todos”, llegado el día, los triunfadores se pondrán de acuerdo para disponer juntos de los beneficios de la maquinaria oficial y repartirse los dulces de la hacienda pública.

Otros, con sabor a apoyo nacional, dejan que brille una varonil y prematura calvicie sobre una sonrisa gardeliana y un gesto profético que promete paz y bendiciones para todos y todas. Total en este generoso país no hace falta nada más. ¿Acaso alguien ha visto un pobre? De acuerdo, gente carenciada hay mucha, pero no es lo mismo.

En fin, la variedad promocional existe. No bajemos al maniqueísmo de expresar que todos son iguales. Porque se aprecian anuncios, muy bien diseñados, aunque con rostros sin posibilidad de definición, pero con una imagen femenina a su lado, como para suavizar el descaro que trasluce la mirada de avaricia del masculino.

Destaquemos que hay uno que sobresale y les gana a todos. De manera clara, pudiera ser la síntesis sin tapujos del momento político. No le falta, ni oculta nada. Diríamos que es perfecto en su estética discursiva y completo en su visualidad. Desde este ícono, nos golpea un típico geronte vernáculo, con las pupilas diluidas en los años, y una expresión que aspira a una socarronería, propia del siglo pasado. Para este candidato de ultra oposición, los demás no son más que una bolsa de gatos (me viene a la memoria una frase del trasplantado Lanata en la cual califica y compara a los opositores con un recipiente atiborrado con algo más fétido) Este señor, le deja con caballerosidad, una posibilidad al peronismo de Cristina, que es, según él, solamente algo que ya pasó. Por lo tanto, si queremos que suceda algo bueno, no quedaría otra salida más que votarlo a él, quien se autoproclama cabal representante del sentir mendocino, sin aclarar que significa eso. Es posible que la consagrada prosapia de su apellido, así lo comprometa.

Cabe respetarlo, eso sí, como corresponde a un abuelo que se animó a mostrarse tal cual es … una triste y desteñida pieza de museo… Sin embargo, es seguro que, en estos lares, aun queda gente que se identifique con su propuesta.

Antes de concluir, voy a confesar que, todo esto me deja la sensación de que algo está cambiando, aunque sea para que todo siga igual.

La Quinta Pata

No hay comentarios :

Publicar un comentario