por Ramón Ábalo
Según las reglas del fútbol, estar orsay (offside) es estar fuera de juego. Y eso es lo que ha pasado a muchos en esta jugada electoral porque, entre otros fenómenos que signan lo político, es el de que son muy pocos los que se fueron. Podríamos afirmar, que son más los que volvieron. Y claro, esto no dejó banca para los novatos. La transversalidad kichnerista fue un anzuelo atractivo en los planes hegemónicos del Presidente, que picaron con mucha fuerza algunos sectores del llamado progresismo. Y aunque las experiencias anteriores, llámese FREPASO o algún interregno radical, como aquel de Frondizi, o el alfonsinismo, y más recientemente el delarruismo, les significó bochornosos tropezones. Es que las viejas guardias a las que se acoplan no disimulan, llegado el momento, sus urticarias "antiprogre", pues para ellos son sinónimo de bolches, zurdos y otras lindezas por el estilo. En este juego de amores descoloridos, los peronchos ganan por nocaut.
Para Patria Libre y los del PC (congreso extraordinario) los primeros escarceos en busca de rescoldo en la transversalidad los llevó al límite de la automarginación identitaria. Sin más ni más dejaron de ser lo que eran para ser otros en Libres del Sur una pata vergonzante del kichnerismo. Son buenas personas, persistentes y torpemente ingenuos. La sumatoria en aparatos tan poderosos como lo son el radicalismo y el justicialismo, no es nada. Son como las mojarritas en el estómago del tiburón. No llenan ni alimentan.
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